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Los intocables del Benidorm Fest

En un episodio de Rockefeller Plaza, a Liz Lemon (Tina Fey) le toca ser miembro del jurado de un juicio. Para escaquearse, se pone una túnica blanca y rodetes y finge creer ser la princesa Leia, pero no cuela y acaba teniendo que sumarse a una tropa formada por un señor envuelto en luces navideñas, otro con un transistor colgado al cuello, una señora con su perro en brazos envuelto en una toquilla de bebé y un niño con bigote postizo.

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Galicia en Común registró ayer varias preguntas en el Congreso sobre “la falta de transparencia” en las votaciones del Benidorm Fest. El jurado del festival no es el de Liz Lemon: no se sospecha locura, sino intereses creados, porque con un 50% de los votos, tenían poder para frenar cualquier hipotética elección del público. Qué escándalo, aquí se juega. Tiene su gracia que se pregunte por un sistema de votación en una Cámara cuyos miembros elegimos por otro tan puesto en solfa. También la tiene que las preguntas no hayan surgido hasta después de la final cuando las bases son públicas desde octubre. Un clásico fuera y dentro del Congreso: las reglas solo son injustas si no me favorecen.

No es la primera vez que la preselección eurovisiva llega a sus señorías. En 2017 el PSOE pidió responsabilidades después del lío con Manel Navarro (un miembro del jurado acabó recibiendo un guantazo). Y en 2008 el PP pidió explicaciones sobre Chikilicuatre. Perdón por la demagogia, pero se ha preguntado más veces en sede parlamentaria por el jurado y el mecanismo de la preselección para Eurovisión que por los que llevaron a la cárcel a Dolores Vázquez. Al Congreso también se puede entrar con túnica y rodetes de la princesa Leia. O de la Dama de Elche.

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