Tras la crisis de 2008, los jubilados se convirtieron, aún más, en un pilar fundamental para sus familias al amortiguar las dificultades económicas y sociales a las que se enfrentaron sus hijos y sus nietos. Hoy, 26 de julio, jornada en la que se celebra el Día del Abuelo, conviene recordar que, pese a que este colectivo ha sido el más afectado por la pandemia, asume un papel importante: se alza como uno de los más numerosos y de los que más consumen. Y, según las proyecciones, esta es una tendencia imparable.
El envejecimiento de la población es una de las grandes transformaciones sociales a la que no escapa ningún país desarrollado. El aumento de la esperanza de vida, que en España se situó en 2020 en los 82 años, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE) —uno menos que en 2019, como consecuencia de la pandemia—, coloca al sistema público ante su mayor desafío: sufragar el aumento en los gastos de sanidad y, sobre todo, de las pensiones, especialmente ahora que se van a ir incorporando los baby boomers, aquellos nacidos en la década de 1960 y que suman algo más de siete millones de españoles.
Pero este cambio en la composición de la pirámide poblacional jubilado solo supone una buena noticia en cuanto al aumento de la esperanza de vida, además genera oportunidades de negocio inéditas y que dan lugar a una nueva economía conocida como la de las canas o la plateada, si se traduce su nombre en inglés, silver economy.
El informe The silver economy de la Comisión Europea refleja que este segmento de edad —en el que incluye a los mayores de 50 años—, compuesto por 199 millones de ciudadanos en 2015 (39% de la población), contribuyó aquel año con 4,2 billones de euros al Producto Interior Bruto (PIB) del conjunto de los países miembros, el equivalente al 29% de la Unión Europea (UE). Es más, si los miembros más mayores de la sociedad formasen un Estado constituirían la tercera economía más grande del mundo, solo por detrás de Estados Unidos y de China. Los expertos pronostican que estas cifras seguirán creciendo. Solo los mayores de 65 años en 2020, ya suponían 93 millones de personas, casi el 21% de la población.
Una nueva manera de entender (y vivir) la tercera edad
Una de las principales razones de este cambio es que los mayores ya no son solamente personas que necesitan cuidados, inmersos en una jubilación pasiva. “La inercia de verlos como individuos frágiles es errónea. Hoy son independientes, algunos están separados o divorciados. Se dan casos que no existían antes”, asegura Iñaki Ortega, profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (Unir) y coautor de La revolución de las canas (Gestión 2000, 2018). Precisamente la esperanza de vida después de la jubilación cada vez es más alta. En 2019, era de 12,35 años, mientras que en 2010 era de 9,35, según el INE.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) afirma que la población mayor de 65 años crece a un ritmo más acelerado que el resto de segmentos. De acuerdo con sus estimaciones, en 2050 una de cada seis personas en el mundo (16%) tendrá más de 65 años. Hace dos años la proporción era de uno de cada 11 (9%). En España, en 2020, había más de 12 millones de ciudadanos mayores de 60 años, y cada uno gastó de media 12.530 euros, cantidad muy por encima de la media del resto de ocupados (10.618 euros).
Las estimaciones del Centro Internacional sobre el Envejecimiento (Cenie) proyectan un crecimiento de este colectivo hasta los 17,5 millones en 2050 en España. En ese año el número de españoles por encima de los 80 años alcanzaría los 6,5 millones (en 2020 eran casi tres millones). Para Juan Manuel Martínez Gómez, presidente de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Ceoma), este cambio tiene una doble lectura. “Desde el punto de vista psicológico y de la salud, el envejecimiento se ha retrasado unos 10 años: hays que pasados los 70 descubren deportes como el atletismo. Y desde la perspectiva económica, son los que durante la última década han tenido un gran protagonismo en el mantenimiento del país ya que se jubilan con buenas pensiones, por lo que tienen tiempo libre y, sobre todo, posibilidades de gastar”.
El Barómetro del consumidor sénior, del Cenie, publicado en diciembre de 2020, refleja que el 56% de los mayores de 55 años (edad de la que parte el estudio) ha conseguido ahorrar y que los que más lo han hecho han sido los mayores de 71 años (63%). Además, solo el 27% está pagando una hipoteca o un préstamo.
Una oportunidad para cualquier sector
Pedro Rey, profesor de Economía del Comportamiento de Esade, defiende que ha llegado el momento de que las campañas de mercadotecnia y la producción de las empresas, que siempre han mirado más hacia los jóvenes, se reenfoquen en los mayores. Eduardo Irastorza, profesor de Marketing Online en la escuela de negocios OBS Business School, considera que no hay ningún sector que no pueda ofrecer algo a los mayores, aunque todavía pocos se lanzan a ello. Martínez Gómez reivindica que ni las marcas ni los espacios como los centros comerciales están adecuados para este colectivo. “No se oferta moda ni ocio para el mayor, ni el personal en muchas ocasiones está preparado para atender a personas que a lo mejor tienen mermada su capacidad auditiva, visual o motriz”, explica.
Cambios en la concepción de la vivienda
La diversidad familiar de los mayores hace que surjan las viviendas compartidas o los conjuntos residenciales dotados de servicios. “La promotora Aedas Homes ha empezado a promocionar complejos con servicios comunes como lavandería y atención sanitaria”, indica Ortega. Su objetivo, agrega este experto, es atraer también a los jubilados extranjeros. Todo con el objetivo de que “España se convierta en la Florida del continente, el lugar donde se retiran los europeos”, añade.
Actualmente, el 90% de los mayores dispone de vivienda en propiedad, de acuerdo con el barómetro del Cenie. Esto abre nuevas posibilidades a que accedan a vías alternativas de financiación. “Pese a su mayor capacidad económica en comparación con otros grupos sociales, es probable que no todos puedan cubrir sus necesidades con la pensión o que prefieran mejorar su nivel de vida. Para ello cuentan con la opción de hacer líquido el ahorro del que disponen en forma de inmuebles, algo que es común en el Reino Unido y Francia”, asegura Ortega.
Para hacerlo, este experto explica cuáles son las fórmulas más habituales. Una es la vivienda inversa, que consiste en que la entidad bancaria adquiere el inmueble y al propietario se le descuenta la cantidad total equivalente a un alquiler por el tiempo que se ha calculado que el jubilado vivirá conforme a su esperanza de vida. Y si vive más, deberá hacerse cargo únicamente de los gastos de mantenimiento.
Otra es la hipoteca inversa, por la que el banco ofrece una cantidad mensual al dueño hasta que fallezca, momento en el que el inmueble pasa a pertenecer a la entidad. “Hay otra opción llamada venta de la nuda propiedad por la que el propietario deja de poseer su vivienda a cambio de una cuantía, pero puede disfrutar de ella hasta su muerte. Esta opción es parecida a la vivienda inversa, pero el importe, obviamente, será menor”, agrega Ortega.
La vivienda, accesible y conectada
La adaptación de las hogares es otro nicho de mercado con muchas posibilidades en este segmento. En 2018, solo el 0,6% de los 9,8 millones de edificios de viviendas españoles cumplían con los criterios de accesibilidad universal para personas con movilidad reducida o discapacidad, de acuerdo con el estudio Accesibilidad de las viviendas españolas, elaborado por la Cátedra UNESCO de Vivienda de la Universidad Rovira i Virgili (URV) de Tarragona.
También las viviendas deberán adaptarse tecnológicamente a sus necesidades, puesto que el 82% planea disfrutar de su vejez en su hogar habitual, según el informe de Cenie. “Este sector tiene inmensas posibilidades a través de la aplicación del análisis masivo de datos, la inteligencia artificial (IA) y los sensores para facilitar la vida doméstica”, argumenta Juan Carlos Alcaide, autor de Silver Economy. Mayores de 65: el nuevo target (Acción Empresarial, 2019). Aunque la brecha digital afecta a este colectivo, la pandemia les ha forzado a adaptarse a las nuevas tecnologías. Así lo cree Rey: “Muchos han perdido el miedo no solo a las videollamadas, sino también a comprar por internet”.
El reto de las residencias
El sector de las residencias también crecerá, pese a esta resistencia a abandonar la vivienda por parte de este segmento, puesto que en muchos casos la asistencia de estas personas en el hogar resulta inviable. Actualmente, sin embargo, faltan plazas. Según el informe Radiografía del sector de las residencias para la tercera edad en España, de julio de 2020, de la consultora PwC, en España hay 4,4 plazas en residencias por cada 100 personas mayores de 64 años, una cifra por debajo de las cinco que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esto supone un déficit de 66.000 plazas ahora y la necesidad de crear 785.000 hasta 2050.
Miquel Perdiguer, cofundador de Pensium, una empresa especializada en soluciones de pago de cuidados asistenciales, considera que ante las dificultades para conseguir una plaza, es necesario buscar soluciones que permitan a los ciudadanos asumir el coste de una plaza privada. En este contexto, servicios como el que ofrece ResiRent, que habilita la obtención de recursos para que el ciudadano sufrague su plaza en una residencia a partir del alquiler de su vivienda, sin poner en peligro su propiedad y sin necesidad de hacer ningún tipo de hipoteca ni aval, cobran relevancia.
Solo el 27% de las plazas que se crearán son públicas, de acuerdo con el documento Envejecimiento en Red del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Esto implica que tres de cada cuatro personas que están en una residencia tienen que asumir su coste, que supone un desembolso medio de unos 2.000 euros al mes, un gasto importante que muchas familias no pueden asumir, asegura Perdiguer.
La era del antienvejecimiento
Alcaide explica que los alimentos funcionales y las actividades deportivas contribuirán a mejorar la calidad de vida. Pero que lo verdaderamente disruptivo será la industria que busca frenar el envejecimiento. “Cada vez son más habituales las terapias revolucionarias para ralentizar los efectos de la edad, algo que, paradójicamente, va en contra de la filosofía de la silver economy, que defiende que la arruga y las canas son bellas y que no pasa nada por envejecer”, reconoce este experto. Estos tratamientos, sin embargo, ayudarán a vivir más y en mejores condiciones.
Source link