Los migrantes desbordan los albergues y se ven obligados a dormir en las calles de El Paso, Texas, en la frontera con México, a donde han llegado por miles en las últimas semanas.
Tal es la cantidad de migrantes que llegaron a El Paso, limítrofe con Ciudad Juárez, que su alcalde, Oscar Leeser, declaró el sábado el estado de emergencia para poder utilizar más recursos y crear más albergues para alojar a esas personas.
La medida se produjo poco antes de la fecha prevista para levantar el Título 42, una norma sanitaria por la que Estados Unidos ha estado expulsando a la mayoría de migrantes a México o sus países de origen durante la pandemia.
Sin embargo, la Corte Suprema de Estados Unidos decidió este lunes congelar el fin del Título 42 en respuesta a una demanda interpuesta por 19 de los 50 estados del país.
Hace tres días que Alessandro Cordero, de 20 años, entró a Estados Unidos y hace el mismo tiempo que duerme en la calle, junto con otros ocho migrantes que conoció en su travesía desde Venezuela.
“Caminamos por todo El Paso buscando espacio en los albergues, pero todos están colapsados, no hay espacio”, dijo el joven, nacido en Caracas, a EFE.
El sitio donde duermen y pasan el día es un pequeño callejón entre la estación de buses y un edificio de ladrillo anaranjado. Sobre la banqueta, hay varias bolsas con ropa y cobijas que los vecinos de El Paso les han traído.
Cordero no quiere quedarse en El Paso, sino ir a otra ciudad como Denver o Nueva York, donde pueda trabajar y hacer dinero para enviar a Venezuela, donde dejó un hijo de 4 años.
“No queremos hacerle carga al Gobierno, queremos que abran las puertas y que entre la gente que quiera trabajar”, explicó.
Con la declaración de emergencia, la ciudad anunció también que creará un centro de operaciones, y un plan para asistir y proteger a los migrantes frente a las duras condiciones climáticas.
Mientras, los habitantes de El Paso se han volcado en ayudar a los recién llegados.
A las 9:00 hora local (16.00 hora GMT) una camioneta “pickup” se estaciona cerca de la estación de autobuses principal de El Paso, donde decenas de migrantes, en su mayoría venezolanos, han pasado varias noches a la intemperie a temperaturas inferiores a los 10°C.
“Vengan, muchachos”, grita un joven. Del carro se baja un hombre alto, con la piel morena y arrugada y unas gafas de aviador. Trae un caja llena de guantes, chaquetas y abrigos.
Se llama Ted Rodríguez y ha venido a ayudar a quienes, como él hace ya muchos años, dejaron sus países para venir a Estados Unidos.
“Tenía ropa extra que no se usa, cosas de invierno y quise venir a dejárselas, a ver a quién le queda, porque están sufriendo mucho frío y vienen días más fríos”, detalló a EFE el hombre de 75 años, originario de México.
A los 15 minutos, se acerca otro coche, un sedan rojo, y de él se baja una pareja: Alejandra y Ernesto, los dos jubilados y también de origen mexicano. Traen una olla con café caliente, una bolsa con naranjas, otra con pan y burritos.
“En las noticias hemos visto cuánta necesidad hay de estas personas (…) y queremos poner un granito de arena y darles algo”, contó a EFE Ernesto, quien vive hace más de 40 años en El Paso.
(Con información de EFE)
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