Para evitar que se repita el caos del primer debate entre los dos candidatos a la presidencia, los organizadores del último y definitivo mano a mano entre Donald Trump y Joseph Biden, previsto para este jueves, han decidido silenciar los micrófonos de quien no tenga el uso de la palabra, para impedir interrupciones y réplicas indebidas durante la exposición inicial, de dos minutos por cada aspirante y bloque temático. En una entrevista concedida este martes a la cadena Fox, el presidente de Estados Unidos y candidato conservador ha cuestionado las nuevas normas y denunciado la parcialidad de la Comisión de Debates Presidenciales, responsable de organizar el acto, asegurando que “no son buenas personas” y que “no hay nada justo” en el nuevo modo de debatir acordado. “Es de locos”, zanjó el mandatario. La elección de los temas que serán objeto de discusión tampoco ha complacido al presidente.
El segundo encuentro entre los candidatos, previsto para el 15 de octubre en Miami y que la comisión decidió celebrar telemáticamente después de que Trump diera positivo por covid-19, acabó convirtiéndose en sendas apariciones televisivas simultáneas de los candidatos, en dos canales distintos, tras el categórico rechazo al formato virtual por parte de Trump. El tercer y último debate sí contará con la participación del presidente, según ha confirmado hoy su campaña, que tampoco se ha ahorrado críticas a la decisión de la comisión, por considerarla propicia a los intereses de Biden. “El presidente Trump se compromete a debatir con Joe Biden independientemente de los cambios de reglas de última hora de una comisión parcial, en un último intento de dar ventaja a su candidato favorito [Biden]”, manifestó Bill Stepien, jefe de campaña del republicano.
“Ambas campañas han confirmado estar acuerdo con el formato de los dos minutos [por candidato]” al inicio de cada uno de los bloques, de 15 minutos de duración, ha confirmado la comisión organizadora, un organismo no partidista. Silenciar el micrófono durante cada exposición programática no es garantía sin embargo de que las réplicas y contrarréplicas, con el micrófono abierto, no se conviertan de nuevo en una algarabía sin posibilidad de control por la moderadora, de la cadena NBC, como sucedió en el primero, el 29 de septiembre, en el que Biden y el moderador apenas si lograron hacerse oír entre la catarata verbal de Trump. “Cállate, hombre”, llegó a decirle Biden a su rival, harto de ser interrumpido en sus turnos de palabra.
Trump y Biden se verán de nuevo las caras este jueves en Nashville (Tennessee). El debate incluirá preguntas sobre la pandemia, la situación de las familias estadounidenses, la cuestión racial, el cambio climático, la seguridad nacional y el liderazgo. Queda fuera la política exterior, para disgusto de Trump y de su campaña, para la que el debate final siempre se planteó como un cara a cara centrado exclusivamente en la diplomacia, de manera que Trump pudiera sacar toda la artillería contra Biden por los negocios del hijo de este, Hunter, en Ucrania, según apunta la agencia Bloomberg. Un propósito del que aseguraban no estar informados ni la comisión, que decide los temas a tratar, ni la moderadora del debate. La elección de los contenidos del debate del jueves también ha sido cuestionada por el equipo de Trump, porque incluye dos de sus puntos flacos: la gestión de la pandemia y el cambio climático. Sin olvidar la importante cuestión racial, que tiene en erupción a buena parte del país desde la muerte a manos de la policía de un afroamericano en Minneapolis a finales de mayo.
Si al candidato demócrata le beneficia, como sostiene su rival, la ausencia de la política exterior del debate, el republicano no va a poder rehuir el asunto más delicado de su gestión, su verdadero talón de Aquiles: la pandemia, cuya evolución parece desbocada en el país, con más de 220.000 muertos y una media de 56.000 casos al día. Negacionista de la gravedad del virus pese a haber enfermado él mismo, requiriendo hospitalización, Trump no se ahorra críticas hacia los científicos encargados de controlarla, encarnados en su diana habitual, el doctor Anthony Fauci. “Fauci es un desastre”, dijo el lunes el mandatario en una comunicación telefónica con su equipo de campaña desde un hotel de Las Vegas, poco antes de celebrar dos mítines en Arizona. “Si le hubiera hecho caso, ahora tendríamos más de 500.000 muertos”, señaló Trump, que al recordar las críticas de Fauci a su gestión de la crisis sanitaria, reconoció que habría sido “una bomba aún mayor despedirle”.
El reputado científico quitó hierro a la descalificación de Trump, tildándola de distracción. “Es como en El Padrino: nada personal, solo negocios. En lo que a mí concierne, solo quiero hacer mi trabajo y cuidar a la gente de este país”.
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