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Los países del sudeste asiático presionan a Myanmar para que abandone la violencia contra los manifestantes

El ministro de Asuntos Exteriores de Malasia, Hishammuddin Hussein, en una reunión con representantes de la ASEAN este martes, en Putrajaya.MALAYSIAN FOREIGN MINISTRY / Reuters

Los 10 países de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) han impulsado rondas diplomáticas para convencer a uno de sus miembros, Myanmar, de que abandone la vía de la violencia contra los manifestantes que protestan a diario contra el golpe de Estado del 1 de febrero. Los ministros de Exteriores mantuvieron una reunión digital este martes en la que trataron de persuadir al representante de la Junta Militar birmana de que entable conversaciones con el depuesto Gobierno civil de Aung San Suu Kyi. Un intento de mediación de momento en vano, tras una nueva jornada de violenta represión policial y militar en varias localidades de la antigua Birmania.

“No es demasiado tarde. Singapur urge al Ejército de Myanmar a desistir del uso de la fuerza letal y a asegurar que no habrá más violencia”, declaró antes de la cita digital Vivian Balakrishnan, ministro de Exteriores de Singapur. “Exhortamos a las autoridades militares a que negocien un compromiso para salir de la situación actual (…) Tienen que hablar, y necesitamos ayudarles a que lo hagan”, añadió, en referencia al Tatmadaw, como se conoce al Ejército birmano, y al Gobierno civil de Aung San Suu Kyi.

Además del ministro de Singapur, el mayor inversor de Myanmar —de momento contrario a imponer sanciones contra el país vecino, a diferencia de Estados Unidos o el Reino Unido, que sí lo han hecho—, también hicieron declaraciones sus pares de Indonesia, Filipinas y Malasia. Los cuatro países pidieron este martes la liberación de los líderes políticos detenidos por la Junta tras la asonada, entre ellos la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, a quien los uniformados han imputado tres cargos que podrían acarrear una pena de al menos seis años de cárcel.

El resto de países de la ASEAN –Camboya, Tailandia, Laos, Vietnam y Brunéi-, con regímenes de corte más dictatorial, no se han sumado en público a la petición de la liberación de Suu Kyi y el presidente Win Myint, que forman parte de los miembros de la Liga Nacional para la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés) detenidos. Este partido fue el ganador de los comicios de noviembre, que los militares tacharon de fraudulentos sin presentar pruebas, pretexto que arguyeron para llevar a cabo el golpe. La Junta ha asegurado que planea convocar elecciones, sin fecha anunciada y sin visos de que la NLD pueda participar.

Aunque la ASEAN está formada por miembros muy dispares, tanto por nivel de renta como por régimen político —desde democracias más o menos consolidadas como Indonesia, Malasia o Filipinas a las dictaduras existentes en Vietnam, Laos y ahora Myanmar—, la crisis birmana impulsa al bloque a buscar posiciones comunes si no quiere perder peso en la arena internacional. La reunión digital de este martes sucede a un encuentro la pasada semana en Bangkok entre los ministros de Exteriores de Tailandia e Indonesia y el jefe de la diplomacia impuesto por la Junta, Wunna Maung Lwin. Se trató del primer cara a cara entre representantes extranjeros y un miembro del régimen militar birmano, un acercamiento muy criticado durante las manifestaciones en Myanmar, donde se denuncia que la ASEAN legitima a la Junta con sus intentos de mediación.

Los países del grupo, proclive al no intervencionismo, se enfrentan a un duro reto. El ministro de Exteriores filipino, Teodoro Locsin, ha asegurado en Twitter que eso “no es una carta blanca o un consentimiento tácito para aquello que se hace mal”. La necesidad de establecer contacto con la Junta parece ineludible. “Aunque solo sea para tratar de utilizar esos canales de comunicación con el fin de urgirle a que vuelva a la vía democrática”, apunta Aaron Connelly, en una nota publicada por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.

“El golpe es la amenaza más seria al rol de la ASEAN desde su fundación y expansión tras la Guerra Fría. Cómo gestione esta crisis tendrá grandes consecuencias en la diplomacia regional en los próximos años. Si no logra consensuar posiciones, el sudeste asiático podría perder influencia significativa justo a medida que aumenta la rivalidad entre China y Estados Unidos”, añade.

Aunque la ASEAN no se pueda permitir mirar hacia otro lado mientras uno de sus miembros se precipita al vacío, su capacidad para revertir la situación está en entredicho. En paralelo a las conversaciones del grupo, Myanmar vivió este martes otra violenta jornada, después de que el domingo al menos 18 personas murieran durante las protestas, el día más sangriento desde el golpe. En Yangón, la mayor ciudad del país, la policía lanzó granadas aturdidoras y gases lacrimógenos contra los civiles. “Si somos oprimidos, habrá una revolución. Si nos golpean, golpearemos de vuelta”, coreaban los manifestantes, pertrechados tras escudos de fabricación doméstica y protegidos con cascos, según la agencia AFP.

En la ciudad noroccidental de Kale, las fuerzas de seguridad abrieron fuego real contra los manifestantes, y al menos 20 resultaron heridos, según recogen varios medios locales. En la también norteña Mandalay, la segunda ciudad mayor del país, los militares y policías dispararon contra viviendas al final de la tarde, según el medio Frontier Myanmar. El pasado violento del Tatmadaw —que reprimió con puño de hierro las protestas de 1988 y 2007— y sus similares métodos en el presente no auguran una salida fácil al conflicto. “Parece que la policía y los militares están plenamente alineados con la Junta hasta ahora, y todo puede suceder”, considera Moe Thuzar, analista del Instituto de Estudios del Sureste Asiático (ISEAS-Yusof).


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