Los pintores y sus bodegones

El arte ha existido desde que nació el ser humano, no es ningún misterio. Lo que sí se extrae de ello es que, según la época y la libertad de expresión, eran necesarios algunos trucos para añadir un extra de carga metafórica, fuera el tema que fuera. En concreto hablamos de los bodegones, las obras más ignoradas de la historia de la pintura, que guardan más de una sorpresa según un nuevo reportaje de la cadena BBC.

De la religión a la pasión

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Cristo en casa de Marta y María, de Velázquez

Viajamos hasta el siglo XVI para descubrir que tras las frutas y las verduras se esconden fuertes estigmas. En plena Edad Media, rara vez la temática escapaba del ámbito religioso. Y así lo demostró Velázquez, que mandaba un claro mensaje en su obra “Cristo en casa de Marta y María”.  ¿El fin? Promover la religiosidad devota, como indica el gesto de la anciana.

Con el Renacimiento llegó la explosión de la fruta como mensaje de la mano de autores como Fra Angélico y Boticelli. Mientras que el limón se asociaba al dolor o la muerte, la naranja indicaba fecundidad. La manzana tomaba de la Religión su significado para convertirse así en metáfora del pecado carnal. En esta línea, las uvas seguían encaminándose hacia el deseo, mientras la fresa se asociaba con la armonía.

¿Eternidad o muerte?

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Guirnalda con la Virgen, el Niño y dos ángeles, de Brueghel el Viejo

Con la llegada del Barroco las flores empezaron a cobrar protagonismo. Como todos sabemos, su significado depende del color de la planta. Mientras las flores blancas daban lugar a la devoción a la Virgen y la castidad, el color rojo iba unido al dolor por la muerte de Jesucristo. Con el tiempo esta asignación viró hacia la pasión. Y por ello los artistas empleaban este color para confesar sus pasiones más bajas. Poco a poco, los autores de la época inundaron sus cuadros con flores, que delataban desde creencias religiosas hasta sus inclinaciones políticas.

Pero también hubo motivos oscuros escondidos en las obras costumbristas. Goya, siguiendo su estilo negro y adentrado en su serie “Los desastres de la guerra”, pintó en sus bodegones animales en los que casi se pueden distinguir rostros. Toda una metáfora de los soldados caídos. Y es que la naturaleza muerta ofrecía mayor libertad de expresión que cualquier cuadro por escandaloso que fuera.

 

 


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