Los planes sociales de Biden se topan con el rechazo de los republicanos


La defensa a ultranza que el presidente de EE UU, Joe Biden, ha hecho del papel del Gobierno federal y la expansión de la red de protección social levanta ampollas en la oposición republicana. El choque de trenes cristalizó este miércoles en el primer discurso que el demócrata pronunció ante las dos Cámaras del Congreso, en la víspera de cumplir sus primeros 100 días de mandato. Biden pidió más artillería para apuntalar la recuperación y reforzar el Estado de Bienestar y los conservadores prometieron batallar contra el “despilfarro”.

Con el expresidente Donald Trump en Florida, la discusión política ha bajado de decibelios en Estados Unidos, pero las diferencias permanecen. Biden pidió apoyo a los republicanos para sus ambiciosos planes de infraestructuras y ayudas a las familias, que de salir adelante sumarían unos 4 billones de dólares y, en resumidas cuentas, entierran el credo neoliberal que ha reinado desde los años ochenta. “Estados Unidos está avanzando, no podemos parar ahora”, recalcó, sacando pecho también por los resultados obtenidos hasta ahora con su programa de estímulos en marcha, los 1,3 millones de empleos creados o la reducción de la pobreza infantil.

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Flanqueado por primera vez por dos mujeres —la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi y la vicepresidenta del país, Kamala Harris—, el demócrata hizo un alegato que difícilmente imaginó durante los 36 años que sirvió como senador en ese mismo lugar y donde se forjó una reputación de demócrata centrista. “Compatriotas, la economía del goteo nunca funcionó. Es el momento de hacerla crecer desde abajo”, subrayó, en una intervención de algo más de una hora, en la que también hizo un llamamiento a reforzar el sindicalismo y a subir los impuestos a los más ricos.

El último discurso de Trump ante el Congreso, en febrero de 2020, exhibió el clima de hostilidad dominante en la política estadounidense. Tuvo lugar justo un día antes de que se votase el veredicto —absolutorio— del primer impeachment y, nada más empezar, el republicano negó el saludo a Pelosi. Acto seguido habló durante más de una hora, defendiendo su gestión y arremetiendo contra la inmigración. Al terminar, Pelosi se levantó y rompió los folios del discurso de Trump con evidente desprecio.

Esta vez no hubo drama, nadie se rasgó las vestiduras ni los papeles, pero la brecha no se ha cerrado. El senador republicano Ted Cruz, que se sitúa en el ala derecha del partido y fue grabado dando alguna cabezada durante la velada, escribió en su cuenta de Twitter sobre Biden: “Está siendo aburrido deliberadamente, pero lo que está diciendo es radical”. Los planes demócratas también inquietan a los moderados, como la republicana Lisa Murkowski, que no ha tenido problemas en el pasado en plantarse ante Trump y romper filas con el partido. El miércoles por la noche, la senadora de Alaska apuntó que la única forma de lograr esas metas sociales es abrir el frente de los impuestos “y eso hará muy difícil un acuerdo bipartito”.

El republicano encargado de dar la réplica al presidente, el senador Tim Scott, representante por el Estado de Carolina del Sur, alertó contra los “sueños socialistas” e hizo su propia defensa de la doctrina neoliberal, esa que, en el lenguaje reaganiano, ve al Gobierno como un estorbo, no como una solución. “Más impuestos, más gasto. Washington estará más en tu vida. Desde la cuna hasta la universidad. La belleza del sueño americano es que las familias deben definir ese sueño por sí solas. Deberíamos estar expandiendo oportunidades para todas ellas, no arrojando dinero para resolver problemas”, se explayó.

El primer plan de estímulos de la era Biden, que sumó 1,9 billones de dólares (1,6 billones de euros), no logró el apoyo de la oposición porque se consideró excesivo habida cuenta de la recuperación económica que empezaba a experimentar el país. Sus dos nuevos programas también afrontan ahora dificultades en el Congreso. No sorprende que Biden haya decidido pasar el día 100 de su presidencia, este jueves, precisamente en Georgia, el feudo republicano que fue clave en su victoria electoral y en ese control exiguo del que gozan los demócratas en el Senado y que ha hecho posibles sus primeras medidas. Allí tenía previsto visitar al expresidente Jimmy Carter, de 96 años, y su esposa, Rosalynn, para luego dar uno de esos automítines —con los seguidores dentro de sus coches— que se han puesto de moda por la pandemia.


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