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Los primeros pasos de la contraofensiva de Ucrania: pocos avances y muchas expectativas

EL PAÍS

La cautela y la expectación envuelven los primeros avances de Ucrania en la actual contraofensiva contra la ocupación rusa, que dentro y fuera de Ucrania se considera crucial para el devenir de la guerra. Las regiones de Zaporiyia (sur) y Donetsk (este) son escenario de pírricas victorias anunciadas por las autoridades de Kiev en un puñado de pueblos ante un enemigo al que no pillan por sorpresa. Nadie duda de que esos avances a cuentagotas evidencian que la operación puede llevar meses. Prueba de ello es el balance diario de la viceministra de Defensa, Hanna Maliar, que llega a evaluar los éxitos en centenares de metros. Mientras, los aliados siguen de cerca esa evolución a la espera de saber si el armamento entregado a Kiev es suficiente para derrotar a Rusia. De momento, el apoyo a Ucrania no tiene fisuras, pero las expectativas sobre la contraofensiva también son altas.

Conseguir recuperar el corredor terrestre a orillas del mar de Azov de manos rusas sería un gran éxito, señalan los expertos consultados por . Lo ven más práctico que retomar Bajmut, la localidad de la región de Donetsk, en el este, ganada por los invasores rusos en mayo tras largos meses de una batalla con miles de bajas en ambos bandos y donde siguen los intensos combates. Pero la gran losa de la ocupación sigue pesando sobre Crimea. Que Ucrania libere esa península, ocupada ilegalmente por Moscú desde 2014, es visto como una entelequia a corto y medio plazo. Nadie piensa en una posible renuncia del presidente ruso, Vladímir Putin, a la que considera su joya de la corona en este conflicto.

Lo que persigue Ucrania es dar un giro a la guerra y que su ejército pase a tener la iniciativa tras meses con los frentes de batalla casi inmóviles. ¿Cuáles son las claves de esta operación militar? ¿Está Kiev bajo la presión de sus aliados? ¿Qué territorios marcarán el futuro de la contienda? Analistas ucranios y occidentales ahondan en la actual coyuntura, en la que Ucrania encara una especie de ahora o nunca planificado y anunciado durante meses.

Como telón de fondo, el desastre causado por la destrucción de la presa de Nova Kajovka, en la región de Jersón, cuyas consecuencias siguen aflorando en forma de desastre ecológico y humano. Las primeras investigaciones apuntan a un ataque ruso como responsable del desastre para así complicar que Jersón forme parte de la contraofensiva.

“Romper las líneas fortificadas rusas” es, en estos momentos, “la clave para Ucrania”, entiende el coronel estadounidense Mark Cancian, analista del Centro para los Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, según sus siglas en inglés). Para ello, las tropas locales tienen ante sí una “tarea desafiante” como es la de “conseguir que los tanques, la infantería, la artillería, los ingenieros y la fuerza aérea se coordinen juntos”, añade este veterano militar con amplia experiencia en guerras desde Vietnam a Irak. Esas líneas de defensa rusas con trincheras, campos minados, dientes de dragón y otras barreras ocupan unos 1.000 kilómetros en diferentes regiones ucranias y “son las más extensas en Europa desde la II Guerra Mundial”, según uno de sus últimos informes.

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Con esta campaña militar, “Ucrania está ante la última oportunidad de mejorar su posición sobre el terreno para poder llegar a una mesa de negociaciones. Esto significa asumir que no va a ganar la guerra tal y como lo planteaba [el presidente Volodímir] Zelenski en términos de expulsar a todos los soldados rusos de toda Ucrania, incluida Crimea”, señala Jesús Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). Este experto es el único de los consultados que apunta a la vía negociadora y reconoce, pese a la expectación que genera la guerra, que hacer cálculos es arriesgado.

August, de 26 años, que luce en su uniforme un peluche que perteneció a un compañero caído en Mariupol, fotografiado el jueves en el frente de Zaporiyia.Luis De Vega Hernández

“No hay una píldora mágica” que explique las claves de la contraofensiva, todo es un juego complejo que no depende solo de tanques o cazas, “pero diría que una entrega adecuada de suministros, municiones, fuerza moral, entrenamiento y finalización es probablemente lo que necesitamos ahora”, argumenta Alina Frolova, exviceministra de Defensa de Ucrania y vicepresidenta del Centro de Estrategias de Defensa, un instituto de investigación de Kiev. Frolova destaca una diferencia con los rusos: “Sabemos por lo que estamos luchando más que nuestros enemigos”.

El hito más ambicioso que Kiev intenta reconquistar a medio plazo, según los analistas, es el pasillo a orillas del mar de Azov a través de las ciudades de Melitópol, Berdiansk y Mariupol, que permite a Moscú mantener comunicada la península de Crimea con Rusia a través de territorio ucranio. “Es obvio que el más preciado objeto de deseo ucranio es el corredor terrestre del sur. La derrota rusa en este punto traería efectos importantes y duraderos”, señala Illia Ponomarenko, reportero y analista militar del periódico The Kyiv Independent. “Pero el arte de la guerra consiste en golpear donde el enemigo menos lo espera. Nada está escrito de antemano y la batalla se encuentra solo en su principio”, añade. Que las tropas ucranias logren tomar Melitópol (en la región de Zaporiyia), a las puertas de Crimea, “sería lo más exitoso”, estima Frolova en consonancia con Núñez Villaverde.

Las imágenes del primer armamento occidental en manos de Ucrania destruido han levantado mucha polvareda en los primeros compases de la contraofensiva. “¿Deberíamos preocuparnos por la pérdida de estos Leopard? Esto es una guerra. Esto es el comienzo de una ofensiva. En una guerra se pierden equipos. Son dos, es inevitable. No hemos visto imágenes de una veintena. Esto no es algo que vaya a cambiar la situación de manera crucial”, defiende la exviceministra de Defensa de Ucrania. Se refiere a los vídeos que fuentes rusas se apresuraron a hacer públicos la semana pasada y que fueron confirmados por diversos expertos. Se ven tanques de fabricación alemana Leopard y vehículos estadounidenses de transporte de tropas Bradley siendo destruidos en el frente de batalla de Zaporiyia.

Conscientes de que la contraofensiva será larga, los analistas consultados no creen que el apoyo armamentístico y de todo tipo que recibe Kiev de sus aliados vaya a cambiar, al menos, en lo que queda de 2023. Eso no significa, añaden, que no haya presión por asistir a victorias en el campo de batalla. “Hoy no hay duda de ese apoyo. La duda vendrá en octubre, noviembre… en función de que no consiga resultados y el cansancio de la guerra acabe provocando una mayor presión”, calcula Núñez Villaverde.

Miembros de las Fuerzas Armadas de Ucrania que se dedican a localizar con drones objetivos rusos en la línea del frente y atacarlos, el 15 de junio en Mala Tomachka (Zaporiyia)Luis De Vega Hernández

Para Ponomarenko, Ucrania ha de aprender de errores del pasado que condujeron al país a “sufrir graves pérdidas”. Por eso, “la receta más adecuada ahora es ser cuidadosos e inteligentes” al administrar unos recursos “preciosos y limitados”. “Todo el mundo está viendo la contraofensiva y reconoce que se necesita tiempo para que haya resultados”, aunque “el riesgo llega si la contraofensiva se detiene” y se convierte en una “guerra eterna”, piensa Mark Cancian. “Por supuesto, entendemos que hay expectativas”, añade Frolova, consciente de que la evolución en el campo de batalla está siendo seguida a nivel mundial: “Nuestros socios han de entender que sin la derrota de Rusia ellos también corren peligro”.

A nivel estratégico, Cancian sostiene que Ucrania ha de medir sus pasos y “centrar su esfuerzo donde parezca que la resistencia rusa es más débil”. En este sentido, entiende que “el área alrededor de Zaporiyia parece con más posibilidades, ya que hay mucha línea de frente donde no ha habido muchos combates recientemente y hay una perspectiva de llegar al mar de Azov, lo que reduciría las fuerzas rusas a la mitad”. Pero, según el militar estadounidense, “los ucranios deben tener cuidado de no extender demasiado sus ataques”, pues los rusos ya cometieron el error de no concentrarse en objetivos concretos y “no pudieron lograr resultados decisivos en ningún área en particular”.

La actual contraofensiva se había anunciado durante meses, con lo que carece del factor sorpresa del que se benefició la llevada a cabo en Járkov el pasado septiembre. Al mismo tiempo, el ejército local ha recibido gran parte del armamento que reclamaba a los países aliados, cuenta con hasta 12 nuevas brigadas y sus hombres están mejor entrenados. “Es un hecho que no debemos esperar resultados rápidos”, ya que “ambas partes se han estado preparando”, señala Ponomarenko. Entiende que no es el momento de ver repetido “un ataque repentino y sorprendente” como el de Járkov. Cree que el apoyo de Occidente es “un plan estratégico a largo plazo” y que, gracias a ataques como los efectuados en el mismo corazón de Moscú o dentro de las fronteras rusas, Ucrania consigue seguir siendo un foco de atención mundial permanente.

El hueso más duro de roer para Kiev es la ocupación de la península de Crimea desde 2014 y el Gobierno de Zelenski insiste en que su liberación es condición esencial para el fin del conflicto. Salvo algunos ataques, como el llevado a cabo en el puente que une ese territorio con Rusia a través del estrecho de Kerch el pasado octubre, la guerra no afecta al territorio que Moscú considera el mayor tesoro de su campaña en Ucrania.

“Siendo realistas, en este momento, no es la hora de Crimea. Pero, claro, una guerra está llena de sorpresas. Creo que es más probable que una operación en Crimea llegue por un bloqueo a gran escala y el aislamiento de las fuerzas rusas en la península en lugar de una lucha en el terreno”, opina Illia Ponomarenko, que cuenta con 1,2 millones de seguidores en la red social Twitter. Coinciden en su pronóstico con Núñez Villaverde: “Que ahora mismo la infantería o la caballería (de Ucrania) puedan pisar allí me parece muy improbable, pero cada metro que avancen les permitirá acercar material artillero que ya pone bajo su alcance partes de la península”. En todo caso, “será una tarea difícil”, concluye la exviceministra Frolova.

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