El Senado de Estados Unidos ha ofrecido este lunes la que probablemente será la última imagen, antes de las elecciones presidenciales el próximo 3 de noviembre, de la polarización que ha lastrado la Cámara estos cuatro años, al confirmar sin un solo voto demócrata a Amy Coney Barrett como la 115ª juez del Tribunal Supremo, la quinta mujer en sentarse en una de sus butacas en los 231 años de historia de la institución. La entrada en el Supremo de Barrett, que ocupará el sitio que dejó vacante la muerte el pasado 18 de septiembre de Ruth Bader Ginsburg, leyenda del feminismo e icono de las causas progresistas, consolidará la mayoría conservadora en la más alta instancia judicial del país, mucho más allá de las elecciones que se celebran dentro de ocho días e independientemente del sentido de los votos que los estadounidenses están ya depositando en las urnas.
Barrett, de 48 años, devota católica e intérprete ortodoxa de la Constitución, es la tercera juez que el presidente Trump coloca en el Supremo, todo un récord para un solo mandato. Es la punta de lanza de una insólita oleada de jueces jóvenes y conservadores, 162 de distrito y 53 del circuito de apelaciones, con la que los republicanos, después de bloquear sin contemplaciones decenas de nombramientos del presidente demócrata Barack Obama, han transformado en estos cuatro años la justicia federal. “Esto es algo de lo que estar realmente orgullosos y por lo que sentirse bien”,ha dicho el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, pieza clave en esta operación de años por parte de los republicanos de aferrarse al poder a través de los tribunales.
“El pueblo estadounidense nunca olvidará este descarado acto de mala fe. Nunca olvidarán vuestra completa indiferencia hacia las voces de la gente que está ahora mismo votando por su elección, no la vuestra”, ha dicho a los republicanos Chuck Schumer, líder de la minoría demócrata en la Cámara alta. “La razón por la que hemos podido hacer lo que hemos hecho en 2016, 2018 y 2020 es que tenemos la mayoría. Ninguna regla ha sido quebrantada. Así que todas estas reclamaciones estrafalarias son completamente absurdas, y cuanto más alto griten, más inexactos son”, ha dicho McConnell.
El proceso de confirmación de Barret ha transcurrido en poco más de cuatro semanas, un tiempo récord, y mientras los estadounidenses votaban en numerosos Estados. Más de 60 millones de ciudadanos lo han hecho ya para cuando Barrett ha recibido la conformación del Senado, bajo la noche cerrada ya en el Capitolio Washington, por 52 votos a 48. Ni un solo apoyo demócrata ha recibido. Es la primera vez en la historia moderna que el Senado confirma a un juez del Supremo sin voto alguno del partido minoritario. Una senadora republicana, Susan Collins, que se enfrenta a una reelección complicada en Maine, también ha votado contra la confirmación de la juez.
Nunca antes un puesto en el Supremo se ha aprobado tan cerca de las elecciones. Hace cuatro años, los republicanos se negaron siquiera a tomar en consideración al juez propuesto por Obama para cubrir una vacante, a 10 meses de las elecciones. Alegaron que no procedía hacerlo en año electoral y que correspondía al presidente que saliera de las urnas democráticas nombrar al juez.
En esta ocasión, ni siquiera una pandemia ha frenado a los republicanos. La recepción que Trump ofreció a la juez Barrett, el 26 de septiembre en el jardín de rosas de la Casa Blanca, en la que la mayoría de los invitados estaba sin máscara, se convirtió en un evento superpropagador de la covid, tras el que el propio presidente y la primera dama dieron positivo. También algún senador, como Mike Lee, miembro además del Comité Judicial del Senado, al que no dudó en acudir en persona durante las audiencias de confirmación de la juez. El vicepresidente Mike Pence, que preside el Senado, no ha asistido a la Cámara, después de que los demócratas pidieran que no compareciera en vista de los cinco positivos detectados en su círculo profesional más próximo durante el fin de semana. Su oficina explicó que solo acudiría si se necesitaba su voto para romper un eventual empate.
El presidente Trump no ha querido desaprovechar la oportunidad de exhibir una victoria a solo ocho días de las elecciones, y ha celebrado una ceremonia en la Casa Blanca en la que la juez ha jurado el cargo esta misma noche. Llamativa decisión dado el precedente del último acto en homenaje a la juez en el mismo escenario.
“Este es un momento trascendental para Estados Unidos, para la Constitución y para el imperio de la ley justo e imparcial”, ha dicho el presidente, que después ha saludado desde el balcón de la Casa Blanca junto a la juez Barrett, mientras el público aplaudía desde el jardín.
A partir de hoy, los jueces conservadores tienen en el Supremo una mayoría de seis votos contra tres. Atrás quedan los años de un empate técnico entre conservadores y progresistas que debía romper caso por caso un juez considerado bisagra. Solo una semana después de las elecciones, el nuevo Supremo celebrará la vista sobre el destino de la reforma sanitaria impulsada por la Administración demócrata de Obama, e impugnada por diversos Estados republicanos y la Administración Trump, que quiere derogarla pero no ha presentado un plan alternativo.
Los demócratas advierten de la posibilidad de que millones de estadounidenses se queden sin cobertura médica en medio de la pandemia. Sabedores de que carecían de recursos para frenar la confirmación de la juez, un senador demócrata tras otro han repetido la advertencia y han preguntado a Barrett cuál es su postura en el caso. La juez se ha negado a adelantar su posición, como tampoco ha querido evaluar los precedentes de la corte en temas como el aborto o los derechos de las personas homosexuales. No se guiará por “la ley de Amy”, se limitó a decir, sino por la del pueblo estadounidense.
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