En el mundo de la viña defienden que Dios creó el tiempo el primer día, y después descansó. Al menos es lo que piensan los viejos vignerons, esos artesanos franceses de la uva. Viticultores con las líneas de la mano hundidas como surcos de arado y que protegen sus antiguas cepas de la mayor helada de las últimas décadas encendiendo velas entre las plantas a las dos de la mañana. Cuentan los días de cosecha, que “si quieres hacer una pequeña fortuna en el vino empieza por una grande”. Cuentan con una sabiduría que bastantes deberían recordar. Sobre todo hoy, cuando existe una demanda creciente por bodegas y viñedos entre el hobby y el negocio. La pandemia ha impulsado la búsqueda de terrenos de calma y tranquilidad. El fenómeno resuena fuerte en Francia, Italia, California e, incluso, más atemperado, en España.
Más información
Desde luego, quien compra los viñedos como diversión en principio no debería preocuparse por las pérdidas o las ganancias. La casa, el château, suele ser la mitad del valor de la transacción y hay deseos de una nueva vida. Incluso se planta a las afueras de París. “Con la crisis hemos visto que una de las propiedades que se sitúan muy arriba en la lista de la compra es un pequeño viñedo”, observa Tim Swannie, director de Home Hunts, una agencia especializada en la venta de cepas como hobby en Francia. Y precisa: “La mayoría de los clientes [sobre todo, holandeses, alemanes y estadounidenses] no buscan un viñedo comercial, sino una hermosa casa con mucho espacio alrededor y una o dos hectáreas de vides donde elaborar su propio vino”. O sea, aproximadamente 7.000 botellas si se quiere producir con calidad.
Resulta una pasión cara. Plantar vides nuevas cuesta unos 30.000 euros por hectárea y al menos hay que esperar cuatro años para obtener cualquier tipo de vino. Y si, además, se quiere cultivar de forma orgánica sube el coste. Los precios oscilan por zonas. En Burdeos algo parecido a ese anhelo cuesta entre 3,5 y 4 millones de euros. La margen derecha y Entre-deux-Mers —aseguran los expertos— son las tierras donde existen las mejores oportunidades. “Existe un mercado de venta de château de Burdeos dirigido a inversores asiáticos”, confirma Charlie Foley, especialista en vinos de la casa de pujas Christie’s.
Más información
La Provenza es una de las zonas con mayor demanda. El éxito de la variedad rosé justifica parte de las ventas. “Hemos presenciado algunas operaciones importantes recientemente, por ejemplo, el empresario Stéphane Courbit, uniendo fuerzas con la familia de Burdeos, Prats, para comprar Château d’Estoublon y el dueño de Château Cos d’Estournel, Michel Reybier, ha adquirido Château La Mascaronne”, analiza la revista Decanter. Y los precios son elevados. Cerca de la Costa Azul, la hectárea vale 150.000 euros. Muy lejos de los más accesibles 32.300 euros que se piden en la región de Loira.
Pasión por la Toscana
Aunque la vida tal vez sea una carretera con curvas cerradas que atraviesa el paisaje más hermoso imaginable. Entonces, eso es la Toscana (Italia). Un destino donde aparcar la existencia. “Es la principal zona que buscan los compradores extranjeros que quieren un vino propio. No es solo la calidad de los viñedos, es el entorno, la cultura, el estilo de vida”, narra Gemma Bruce, cofundadora de la agencia italiana Casa & Country. Y detalla: “Las fincas pequeñas privadas empiezan en 1,5 millones de euros, mientras que las más grandes, y comerciales, pueden superar los 20 millones”. Soñar la Toscana. Apenas salen al mercado las famosas viñas de Brunello di Montalcino. “Pero un viñedo de Chianti Classico entre Florencia y Siena podría costar por encima de 150.000 euros la hectárea, mientras que en Montalcino (donde se elaboran los caldos de Brunello y Sassicaia) se duplica ese precio”, sostiene el agente inmobiliario Jeremy Onslow-Macaulay en el periódico Financial Times.
Más información
En España, el sueño viaja más calmado; aun así, viaja. El antiguo banquero de inversión alemán Walter Kraushaar y su socio estadounidense, William Stanley, lo buscan en Inca, un municipio en el centro de la isla de Mallorca. El abuelo de Walter era viticultor en Alemania y “lleva el vino en la sangre”, explica. “Nosotros estamos entre el hobby y el negocio”, asegura Stanley. La bodega se llama Finca Los Dos Caballeros y han plantado garnacha, merlot y sauvignon blanc. Viven en el terruño, donde una hectárea cuesta 35.000 euros. Este año producirán 5.000 botellas y su estrategia pasa por exportarlas a Estados Unidos.
Sin embargo, de los sueños se despierta todas las mañanas. Lo advierte Peter Sisseck, el mítico elaborador de Pingus (Ribera de Duero). Estos meses trabaja en crear un fino (Viña Corrales, 1.200 botellas) en Jerez. “La gente piensa de forma muy romántica, pero esto es muy duro y exige mucha dedicación y disciplina”, reflexiona. “Estoy buscando un joven, que me recuerde a mí, con esa pasión, y que quiera vivir en la España o la Francia vaciada, que es donde elaboramos; y no aparece”, se queja. Esa es la realidad, y los entre 20.000 y 30.000 euros que cuesta una hectárea en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Números bajos comparados con otras zonas. En Ribera de Duero no se encuentra nada por menos de 30.000 euros. De hecho, la horquilla va desde los 40.000 a los 80.000. En El Bierzo (León) anda en 70.000 y el récord lo marcan las cepas viejas de La Rioja, que pueden alcanzar hasta 150.000 euros. “En 10 o 20 años, un viñedo bueno y bien escogido seguro que valdrá más. Es una aritmética que suma calidad y demanda”, prevé Mariano García, otro de los maestros del vino.
Si Dios creó el primer día el tiempo, sus manecillas actualmente marcan nuevas lindes. Por ejemplo, comprar viñedo y que una cooperativa elabore con tu etiqueta. O, si se tienen recursos, contratar a un equipo profesional para que la pasión refleje la ambición de una compañía. “Aunque aún pesa el prestigio social: ¡tengo mi propia bodega! Y ya hemos visto lo que sucedió con bastantes en las que entraron deportistas, actores, cantantes; personas sin experiencia”, recuerda un experto, que pide no ser citado. Quizá un viejo vigneron de manos duras diría que adquirir una viña por afición es el negocio más profesional del mundo.
El valle de Napa está por las nubes
La contaminación y los incendios han ennegrecido este año y el pasado el cielo de California. La viña quedó herida, pero aguantó. La pandemia ha generado un flujo constante, revela Kevin McDonald, representante de Sotheby’s International Realty en la zona, de compradores de la bahía de San Francisco hacia los condados norteños de Sonoma, Mendocino y Napa. “Buscan más espacio y viñedos como hobby”, apunta Kevin. Son cepas caras comparadas con las europeas. En Sonoma, el precio medio, acorde con el experto, es de unos 130.000 dólares (108.000 euros) por acre (0,4 hectáreas). Y las de Mendocino varían. En el interior alcanzan los 35.000, pero si la plantación es de pinot noir, una de las variedades favoritas de los estadounidenses, como en el Valle de Anderson, sube a 100.000 dólares. Mientras, el mito de Napa brilla en un cielo sin final. Los precios empiezan en 300.000 dólares (unos 251.000 euros) y, según la denominación de origen, van ascendiendo… a las nubes.
Source link