Los secretos del galeón ‘San Giacomo’ salen a la luz contra viento y marea

Ribadeo está anclado en la orilla occidental de una verde y frondosa ría. En 1989, el municipio lucense amplió los muelles de su pequeño puerto, lo que modificó la línea de costa y las corrientes marinas que se adentraban en este estuario que comparten Galicia y Asturias. La inesperada fuerza de las aguas durante las mareas comenzó a horadar el fondo arenoso y en 2011 afloraron unas desconcertantes piedras volcánicas nunca vistas y unos objetos cerámicos que no se correspondían con los tradicionales de la zona. El Museo del Hombre de París determinó pronto que las rocas procedían del lejano Vesubio (Nápoles, Italia), lo que permitió a los arqueólogos darse cuenta de a lo que se enfrentaban: eran el lastre que se colocaba en las bodegas de los galeones para mantener su estabilidad. El San Giacomo di Galizia, la nave de guerra del siglo XVI mejor conservada del mundo, acababa de ser localizado a solo ocho metros de profundidad.

Diez años después, y tras cinco campañas de excavación y toma de datos, la última en junio, los secretos de la capitana de la escuadra que en 1597 intentó el asalto de Inglaterra empiezan a desvelarse ante la admiración de los especialistas dirigidos por el arqueólogo Miguel San Claudio. Provienen de las universidades de Texas (EE UU), Nova de Lisboa (Portugal), Trinity Saint David (Gales), Valencia, el Institute of Nautical Archaeology de Texas, el CSIC y el Maritime Archeology Trustde Southampton (Reino Unido). Y eso pese a que el presupuesto para devolver a la luz el gigante de los mares es exiguo: 15.000 euros este año, que ha puesto sobre la cubierta la Universidad de Texas para extraer los secretos de un galeón que portaba 91.000 ducados de oro (120 millones de euros al cambio actual) para comprar voluntades en el campo enemigo. Solo la ayuda y apoyo de la Armada española ―cada campaña del equipo de submarinistas militares está valorada en 18.000 euros, aunque lo hacen de manera altruista―, la Asociación de Amigos del Galeón de Ribadeo, la Xunta de Galicia, el Real Club Náutico de Ribadeo, el Centro de Actividades Subacuáticas de la Costa de Lugo y el Ayuntamiento, que ofrecen apoyo material y humano, permite que los trabajos continúen. Fernando Suárez, el alcalde, lo explica así: “Todos son voluntarios. No hay fondos de las administraciones gallega y nacional. Poco más que decir”.

Restos arrojados por los tripulantes del ‘San Giacomo’ a la entrada de la ría.FOTO: BRAIS LORENZO/ VÍDEO: PAULA CASADO

El primer intento de invasión de Inglaterra, en 1588, fracasó por las condiciones meteorológicas. De los 137 barcos que Felipe II envió para provocar la rebelión de los católicos en el reino anglicano, 35 no regresaron. El temporal afectó principalmente a las naves adaptadas a la navegación en el Mediterráneo y que no estaban preparadas para el Mar del Norte. Por eso, el monarca se dio una segunda oportunidad ocho años después, en 1596: una flota mayor que la anterior (196 barcos) lo intentaría de nuevo.

El imperio no contaba esos años con una flota real, así que a Felipe II solo le quedaban dos opciones: requisar barcos o alquilarlos (“contrato de asiento”, se llamaba en la época). El croata Pedro de Ivella le ofreció 12 naves de guerra, la escuadra de la República de Ragusa (Dubrovnik), de la que él sería el almirante y que capitanearía el San Giacomo di Galizia. Inicialmente, el San Jerónimo iba a ser la capitana, pero se hundió en aguas de Corcubión, en plena costa de la Muerte en octubre de 1596.

Todos los que trabajan aquí son voluntarios, porque no hay fondos de las administraciones gallega y nacional. Poco más que decir

Fernando Suárez, alcalde de Ribadeo

El San Giacomo tenía ―”tiene”, replica San Claudio, “porque sigue ahí”― 34 metros de eslora y 11 de manga, movía 1.800 toneladas (la nao Santa María de Colón rozaba las 100) y transportaba una tripulación de unos 500 hombres, de los que 138 eran marinos. Fue construido en los astilleros de Castellammare di Stabia (Nápoles) por el armador Giovanni di Polo ex profeso como buque de guerra. A diferencia de otros de su categoría, fue forrado con un casco mucho más ancho de lo habitual (12 centímetros, frente a seis) para que sus maderas pudieran resistir mejor las andanadas de la artillería enemiga. Los análisis han confirmado que, al menos, parte de sus tablones proceden del monte Gargano (en la región italiana de Apulia). La nave iba artillada, además, con 40 cañones de fabricación italiana, lo más puntero tecnológicamente de la época.

No hay dudas de que se trata del San Giacomo porque en el siglo XIX el historiador local Fernando Méndez San Julián, que además fue regidor del municipio, escribió Apuntes de Ribadeo, donde recuperó antiguos documentos municipales y uno de ellos hacía referencia a la llegada del galeón. El equipo de historiadores de Miguel San Claudio comprobó los datos en los archivos de Simancas (Valladolid) y Mondoñedo (Lugo), mientras que el Ayuntamiento encontraba más viejas actas confirmando el nombre. Actualmente, están disponibles en la página municipal.

Construido en 1590, el San Giacomo arribó a Lisboa en 1595 con su escuadra de protección, pero no fue hasta 1596 cuando pudo reunirse con el resto de la flota real. La capital portuguesa no resultaba el puerto más apropiado, a causa de los vientos dominantes de componente norte en el verano, para el asalto de Inglaterra. De hecho, 25 de las naves encallaron en su intento de acercarse a la Gran Bretaña y estrellaron sus cuadernas contra las costas del noroeste de Galicia. Los arqueólogos han localizado en los últimos años cinco de ellas, como el Santa María Anunciada (Finisterre) o el San Jerónimo (Corcubión).

Los barcos supervivientes se reagruparon en Ferrol (A Coruña) y en 1597 salieron 136 con destino a Blavet, en la Bretaña francesa, en manos de Felipe II entre 1590 y 1598. Allí, los barcos reales fueron reabastecidos y reparados. Ya preparados para el ataque, partieron para Cornualles (Inglaterra) y se situaron frente a las costas del municipio de Falmouth. Pero nuevamente un temporal desbarató la flota, que se mantuvo, no obstante, durante días “a la capa” esperando que pasase la descomunal tormenta. Pero las averías eran enormes y hacían imposible el ataque final.


El recorrido del San Giacomo di Galizia

Periplo realizado por el galeón desde que

salió de los astilleros italianos hasta que se

hundió en la ría de Ribadeo, en Galicia.

El galeón llega desde Castellammare di Stabia, en Italia, a Lisboa para concentrarse junto con una flota de 196 barcos

La flota trata de acercarse a Inglaterra, pero 25 naves encallan al norte de Galicia

La flota se concentra en Port-Louis

Tras apostarse en Cornualles, frente a Falmouth, una tormenta hace que el galeón tenga que regresar a España

Por el camino, el San Giacomo se enfrenta a tres barcos holandeses y uno inglés en el golfo de Vizcaya

Sufre graves daños y finalmente se hunde frente al muelle de Ribadeo

Año de construcción: 1590

Armador: Giacomo di Polo

Almirante: Pedro de Ivella

Tripulación: 500

Cañones: 40

Grosor del casco: 12 centímetros

(lo habitual eran 6)

Localización actual de los restos

Fuente: Universidad de Texas y CSIC.

EL PAÍS

El recorrido del San Giacomo di Galizia

Periplo realizado por el galeón desde que salió de los

astilleros italianos hasta que se hundió en la ría de

Ribadeo, en Galicia.

El galeón llega desde Castellammare di Stabia, en Italia, a Lisboa para concentrarse junto con una flota de 196 barcos

La flota trata de acercarse a Inglaterra, pero 25 naves encallan al norte de Galicia

La flota se concentra en Port-Louis

Tras apostarse en Cornualles, frente a Falmouth, una tormenta hace que el galeón tenga que regresar a España

Por el camino, el San Giacomo se enfrenta a tres barcos holandeses y uno inglés en el golfo de Vizcaya

Sufre graves daños y finalmente se hunde frente al muelle de Ribadeo

Año de construcción: 1590

Armador: Giacomo di Polo

Almirante: Pedro de Ivella

Tripulación: 500

Cañones: 40

Grosor del casco: 12 centímetros

(lo habitual eran 6)

Localización actual de los restos

Fuente: Universidad de Texas y CSIC.

EL PAÍS

El recorrido del San Giacomo di Galizia

Periplo realizado por el galeón desde que salió de los astilleros italianos hasta que se hundió en la

ría de Ribadeo, en Galicia.

Tras apostarse en Cornualles, frente a Falmouth, una tormenta hace que el galeón tenga que regresar a España

El San Giacomo se enfrenta a tres barcos holandeses y uno inglés en el golfo de Vizcaya

La flota se concentra en Port-Louis

Sufre graves daños y finalmente se hunde frente al muelle de Ribadeo

La flota trata de acercarse a Inglaterra, pero 25 naves encallan al norte de Galicia

El galeón llega desde Castellammare di Stabia, en Italia, a Lisboa para concentrarse junto con una flota de 196 barcos

Localización actual de los restos

Año de construcción: 1590

Armador: Giacomo di Polo

Almirante: Pedro de Ivella

Grosor del casco: 12 centímetros

(lo habitual eran 6)

Fuente: Universidad de Texas y CSIC.

EL PAÍS

El recorrido del San Giacomo di Galizia

Periplo realizado por el galeón desde que salió de los astilleros italianos hasta que se hundió en la

ría de Ribadeo, en Galicia.

Tras apostarse en Cornualles, frente a Falmouth, una tormenta hace que el galeón tenga que regresar a España

La flota se concentra en Port-Louis

El San Giacomo se enfrenta a tres barcos holandeses y uno inglés en el golfo de Vizcaya

Sufre graves daños y finalmente se hunde frente al muelle de Ribadeo

La flota trata de acercarse a Inglaterra, pero 25 naves encallan al norte de Galicia

El galeón llega desde Castellammare di Stabia, en Italia, a Lisboa para concentrarse junto con una flota de 196 barcos

Localización actual de los restos

Año de construcción: 1590

Armador: Giacomo di Polo

Almirante: Pedro de Ivella

Grosor del casco: 12 centímetros

(lo habitual eran 6)

Fuente: Universidad de Texas y CSIC.

EL PAÍS

Diego Brochero, el general de la Armada filipina, ordenó el regreso. Pero sus palabras no alcanzaron a todas las naves, y varias de ellas desembarcaron 400 soldados en las costas inglesas. Los tercios se fortificaron y esperaron refuerzos que nunca llegaron. Los ingleses, aterrorizados, ni intentaron atacarlos. El camino hacia Londres estaba expedito. Pero el resto del Ejército ya navegaba de vuelta hacia España, así que los conquistadores decidieron volver.

El San Giacomo, fallido el desembarco, navegaba hacia la Península, pero en su camino se topó en el golfo de Vizcaya con tres naves holandesas y una británica. Las desarboló con el fuego de sus cañones, las puso en fuga y, dañada, reemprendió la senda de vuelta a casa.

Ribadeo era el último puerto seguro de la costa cantábrica y con suficiente calado antes de llegar a Santander. El galeón, ante los daños, decidió no arriesgarse y entrar en la ría gallego-asturiana el 11 de noviembre de 1597, pero la noche se le echó encima. Los habitantes de Castropol (Asturias) y Ribadeo, al verlo llegar, encendieron fogatas en los montes para guiarlo. El San Giacomo finalmente logró arribar. “El galeón Santiago de Galizia [el San Giacomo] con otras dos urcas han llegado a Ribadeo, tan destrozado que se puede tener por milagro, viene la gente mal parada y enferma del mucho trabajo que han padecido”, describe un documento de 1597. El concejo ordenó hornear pan para alimentar a la hambrienta y enferma tripulación. Se conserva una carta firmada por el almirante Martín Padilla, del 16 de noviembre de 1597, donde da las gracias al regidor de la localidad gallega, por “el servicio que esa villa ha hecho a Su Majestad, en la ayuda que ha dado por salvar el galeón Santiago, que ha sido muy propio de los naturales y vecino de ella y del gobierno que tienen”.

Un arqueólogo graba en alta definición restos de madera del galeón hundido.
Un arqueólogo graba en alta definición restos de madera del galeón hundido.
MARITIME ARCHAEOLOGY TRUST

El barco quedó fondeado a la entrada de la ría, pero el 14 de noviembre encalló por el “mal gobierno de sus mandadores”, según se quejó el armador. Las continuas subidas y bajadas de la marea durante cuatro jornadas terminaron por romper el casco y lo arrastraron ría adentro, a menos de 30 metros de la costa y a ocho de profundidad. No obstante, toda la tripulación alcanzó tierra y salvó la carga de dorados ducados que guardaba para comprar voluntades. En ese momento, en Inglaterra se estaba produciendo una temible persecución ―incluidas torturas y muertes― de miles de católicos y la población dudada sobre si alzarse o no contra la reina Isabel.

A las afueras del casco urbano de Ribadeo, entre un frondoso bosque de pinos, se halla un centro de interpretación de la ría en desuso que se construyó con fondos europeos hace dos décadas. El Ayuntamiento lo ha cedido a los investigadores para que lo utilicen como laboratorio. Los expertos analizan los restos encontrados, entre los que se hallan balas de cañón de piedra y hierro, suelas de calzado —hay algunas muy pequeñas que corresponden a grumetes o pajes―, numerosas vasijas de formas y colores diferentes, botellas y hasta maderas de la nave. Estas últimas se mantienen sumergidas en agua, porque si se secasen se desintegrarían. El agua ha sustituido, con el paso de los siglos, a la celulosa que las compactaba. Cuando se extraigan, se cambiará el líquido marino por un compuesto de polímeros que mantendrá para siempre su forma. Tânia Casimiro, profesora de la Universidad Nova Lisboa y especialista en cerámica europea del siglo XVI, examina cada recipiente de forma minuciosa. Así ha descubierto que entre las vasijas encontradas bajo las aguas de la ría se han extraído cerámicas del siglo VI antes de Cristo, lo que confirma que Ribadeo ―como se creía― no fue solo un puerto romano, sino que se usó desde la Edad del Hierro.

La extracción de los elementos y la carga del barco solo es posible gracias a la cooperación de un equipo formado por una treintena de personas, entre las que se encuentra la Unidad de Buceo de Ferrol de la Armada, que capitanea en esta campaña el teniente de navío Ángel Lozano. “Es un buque de Estado”, recuerda este militar especializado en buceo y desactivación de explosivos. Los vestigios marinos se recogen con el máximo cuidado.

El arqueólogo Miguel San Claudio, el segundo por la izquierda, dirige un equipo de 25 personas que trabaja en la recuperación del barco.
El arqueólogo Miguel San Claudio, el segundo por la izquierda, dirige un equipo de 25 personas que trabaja en la recuperación del barco.
Brais Lorenzo

La situación administrativa de la nave es bastante complicada. Por un lado, y con las leyes de Navegación Marítima y de Defensa Nacional 5/2005, la responsabilidad de proteger el patrimonio subacuático corresponde al Ministerio de Defensa ―propietario legal de la nave al ser un buque de Estado―, pero las competencias patrimoniales están cedidas a la Xunta de Galicia. El Ayuntamiento solo puede actuar hasta el borde marino, aunque esté en su término municipal. No obstante, la cooperación es total y armónica. “Y eso que la Xunta es del PP y yo del Bloque”, bromea el regidor del BNG.

Los expertos civiles han dividido la ría en cuadrículas de 20 por 20 metros. San Claudio explica cada día, antes de comenzar la búsqueda, el plan de la jornada. “Vamos a hacer una ele hacia el este, donde están los pilares del puente”. Todos guardan silencio y escuchan con atención. Se asemeja a una operación militar, donde cada uno conoce su misión. Lozano no dice nada. Solo mira a su equipo fijamente. Una mirada lo dice todo.

Cada punto donde bucean está marcado con un sistema de GPS. Los militares serán los encargados de trasladar a los arqueólogos en embarcaciones rígidas inflables (RHIB) hasta el lugar exacto donde comenzarán la búsqueda. Una vez llegados, expertos y soldados se sumergen hasta el fondo del estuario llevando unas redes donde depositarán todos los objetos que vayan encontrando. Otra lancha militar queda como vigía y aparta del área a los veleros turísticos que se adentran en la zona de trabajo.

Fundamentalmente, los arqueólogos que encabeza Miguel San Claudio actúan en dos lugares: a la entrada del estuario, donde el barco fondeó varios días hasta que fue arrastrado por las corrientes ría adentro, y el lugar donde finalmente se partió y encalló. En el primero, separado unos 300 o 400 metros del segundo, los tripulantes del galeón fueron arrojando los objetos de uso diario que ya no creían útiles. “Para ellos era basura; para nosotros, un tesoro”, afirma el arqueólogo investigador de la Universidad de Texas, mientras saca del mar, con una gran sonrisa, enfundado en un traje de submarinista, las botijas de media arroba y platos que va hallando.

Restos cerámicos y botellas arrojados por los tripulantes del ‘San Giacomo’ a la entrada de la ría antes de su hundimiento.
Restos cerámicos y botellas arrojados por los tripulantes del ‘San Giacomo’ a la entrada de la ría antes de su hundimiento.Brais Lorenzo

En el segundo punto se encuentra todo lo que la tripulación no pudo salvar antes de que el barco se hundiera: el pecio, el armamento y pertenencias de uso diario militar y civil. De hecho, no es extraño ver cómo los arqueólogos arrastran hasta la superficie, y gracias a la ayuda de globos de aire, balas de cañón, tanto metálicas como de piedra, que quedaron en el fondo. De momento, no se ha hallado entre los centenares de objetos ninguna moneda, ya que su capitán logró salvar el tesoro de 91.000 ducados que portaba la nave.

A pesar de estar tan cerca de la costa, el equipo no teme posibles saqueos por parte de desaprensivos. “Los vecinos siempre están mirando hacia el mar. Y si ven que alguien desconocido está buceando en la ría, inmediatamente llaman a la Guardia Civil. En eso no hay ningún temor”, dice el subteniente buzo Óscar Labora, al tiempo que asciende a la superficie con una bolsa llena de objetos cerámicos la arqueóloga estadounidense Megan Crutcher. Los buzos permanecen bajo el agua entre 30 y 60 minutos en cada inmersión.

El 28 de enero de 2016, el pleno de Ribadeo acordó “poner en marcha un proyecto museístico con el que poner en valor todo el legado arqueológico” extraído. Los concejales ofrecieron a la Xunta el fuerte de San Damián, una construcción del siglo XVII en desuso, pero no han obtenido respuesta. Todos los vestigios arqueológicos que se están desenterrando se guardan en el Museo do Mar de Galicia, en Vigo, ante la incredulidad del alcalde, Fernando Suárez, que los reclama para su municipio.

Los vecinos siempre están mirando hacia el mar. Y si ven que alguien desconocido está buceando en la ría, llaman a la Guardia Civil

Óscar Labora, subteniente buzo

Ribadeo es conocida turísticamente por la playa de las Catedrales, un espacio natural con rocas colosales con perfiles que asemejan grandes arcos y torres. Sin embargo, la playa está a 10 kilómetros del centro urbano, lo que hace que los visitantes no se acerquen al bello municipio a comer o de compras. Por ello, el Ayuntamiento reclama crear su propio museo del galeón y que la oficina de turismo local pueda mostrar algo más que las impresionantes fotos subacuáticas del barco que cubren sus paredes.

“Nosotros no tenemos fondos para ello”, dice. “Los pedimos, los pedimos, pero nunca llegan. Nuestro presupuesto lo dedicamos a la limpieza, a mantener las instalaciones municipales, a las actividades culturales, a los baches, a los ancianos… Nosotros tenemos el emplazamiento adecuado, ustedes [la Xunta] las competencias. Ayúdennos a crear el museo”.

El espíritu del intrépido barco, en contra de lo que pueda parecer, no terminó sus días bajo las aguas de la ría asturiano-gallega. Vecinos y soldados lograron salvar el 14 de noviembre de 1597 sus cañones antes de que se hundiera. Con ellos, el armador italiano volvió a construir otro galeón al servicio del rey de España, aunque los historiadores desconocen cómo fue bautizado y su destino. “Seguro que volvió a luchar”, concluye San Claudio. “Era un galeón de guerra y tenía su destino marcado. A veces rechazamos nuestra propia historia para aceptar las mentiras de los demás”.


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