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Los seis meses más difíciles de Dani Rovira


Hace seis meses Dani Rovira se echaba sobre la espalda una mochila muy pesada que tenía nombre y apellidos: un cáncer, concretamente un linfoma de Hodgkin que le detectaron después de que le apareciera un extraño bulto en la clavícula y varios amigos médicos le dieran un toque de atención. Pero hace justo una semana sorprendió a todos con la noticia de que lo había superado. Está curado. Atrás quedan las largas jornadas de hospital, las molestas sesiones de quimioterapia y radioterapia. Ahora vislumbra un horizonte lleno de proyectos que el malagueño, de 39 años, mira con entusiasmo y también con menos pelo, la secuela física más visible y de la que, haciendo gala de esa raza humorística que le caracteriza, presume galante llamándose a sí mismo cabeza de kiwi.

El humor ha sido clave para Rovira en estos tiempos convulsos en los que ni por una enfermedad que machaca física y anímicamente ha bajado la guardia. El torbellino de er Dani, como le conocen en el barrio de su Málaga natal, no ha parado de dar vueltas pese a llevar seis meses encerrado en la casa que hace un año se compró en la sierra de Madrid. Hasta entonces la utilizaba para evadirse del mundanal ruido de la capital cuando el trabajo se lo permitía. Allí se trasladó para pasar el confinamiento impuesto debido a la pandemia del coronavirus y es donde continúa estos días de verano. Al formar parte del grupo de personas de riesgo ante la covid-19 el actor no ha podido disfrutar de vacaciones ni visitar a los suyos. Apenas ha salido de su guarida. Solo lo ha hecho para hacer deporte, siempre al caer la tarde porque no puede darle el sol, y para acudir al hospital en unas visitas que formaron parte de su rutina diaria y de las que prefiere recordar solo los amigos que hizo. “Llegaba a las nueve de la mañana y salía a las tres y media de la tarde. Haces amistad con todos”, contaba hace unas semanas en la cadena Ser.

Quiénes le conocen saben que tal vez ha sido esa soledad lo que más le ha podido afectar en los momentos más vulnerables, pero su fortaleza y sus ganas de comerse el mundo ha imperado ante la debilidad. Y es que además de convertirse casi en un experto de medicina que conoce al dedillo cada uno de los procesos por los que ha pasado, este tiempo también le ha servido para reencontrarse consigo mismo. Han sido meses de reflexión en los que ha podido pararse a pensar qué quiere de la vida a partir de ahora. La positividad ha sido su máxima. Amante declarado del cine de terror, estos meses lo ha cambiado por infinitas comedias con las que ha ocupado sus ratos de desconexión, que han sido pocos. Rovira es insaciable y en este tiempo ha continuado con algunos de los proyectos que tenía en marcha antes de recibir la noticia que convulsionó su vida, como los programas Mi año favorito, en Podium Podcast, o En tu taza o en la mía, en Instagram, además de algunas sesiones de improvisación también a través de las redes sociales y de su labor solidaria con la Fundación Ochotumbao que creó junto a Clara Lago, la actriz que no se ha movido de su lado en todo este trance.

Acostumbrado a mantener su vida personal en un discreto segundo plano y después de años toreando preguntas indiscretas sobre su intimidad, Rovira quiso romper esa barrera el pasado 25 de marzo con el anuncio de su enfermedad a través de sus redes sociales, en las que también confirmaba que había retomado su relación con la que había sido su pareja durante cinco años tras una ruptura que llegó en mayo de 2019. Juntos, y con los tres perros del actor, han superado todas las adversidades que ya comienzan a mirar con distancia. Si todo sigue bien, en septiembre el protagonista de Superlópez comenzará a rodar en Atenas una película sobre la ONG Open Arms de Óscar Camps. Gente de su entorno confirma a este periódico que es uno de los proyectos que más ilusiona al actor y uno de los incentivos para curarse del cáncer, esa mochila de la que Dani Rovira ha logrado desprenderse.

Reconoce que el camino no ha sido fácil y admira a todas las personas que han pasado por lo mismo, algunas con mucha menos suerte que la suya, como su amigo Pablo Ráez, el joven que falleció en 2017 por una leucemia pero que cautivó al actor y a otras muchas personalidades famosas y anónimas por su optimismo ante la vida. “Siempre fuerte”, era el lema vital de Raéz que Rovira ha hecho suyo durante su ardua batalla. “Va por ti, querido amigo, héroe y profeta. Gracias por guiarme, Pablo. Tu mensaje y tu lucha sigue más presente que nunca”, le dedicó el actor en su mensaje de recuperación.




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