Los sondeos anticipan una pelea voto a voto por la presidencia de Perú

Algunos simpatizantes de Keiko Fujimori revisan sus móviles este domingo en Lima.
Algunos simpatizantes de Keiko Fujimori revisan sus móviles este domingo en Lima.GUADALUPE PARDO / AP

Las elecciones de Perú no tendrán un ganador claro hasta el último minuto. La igualdad es máxima. La victoria se fraguará voto a voto. Los dos sondeos que se dieron a conocer este domingo, después del cierre de urnas, arrojan un empate técnico. La candidata conservadora Keiko Fujimori logró una ligera ventaja en una encuesta a pie de urna (50,3% frente al 49,7), mientras que el izquierdista Pedro Castillo se impuso por muy poco en el conteo rápido (50,2% ante el 48,8%) de horas después. Los márgenes son demasiado estrechos para vislumbrar cuál de los dos candidatos se hará finalmente con la presidencia.

Fujimori, candidata conservadora que se presenta por tercera vez a unas elecciones, recibió los resultados de los sondeos en la sede de su partido, en Lima, en la capital, en la ciudad. Pedro Castillo en Tacabamba, en la sierra, en el mundo rural. Dos sitios distintos desde donde observar el país. Eso se ha notado en los resultados de las regiones, según estos sondeos. En los lugares donde ha ganado uno u otro lo ha hecho con holgura. En algún caso rozando el 90% de los votos

El primer sondeo que daba esa pequeña a diferencia a la candidata de derechas tiene un margen del 3%. Se elabora con entrevistas a 30.000 electores. En el segundo, el conteo rápido, su margen es menor, del 1%, porque se hace con planillas de mesas elegidas que sean representativas. Aunque los márgenes son muy estrechos y el conteo oficial podría alargarse durante días, en uno y otro lugar celebraron con euforia cuando las encuestas les dieron vencedores por décimas.

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Los Fujimori se abrazaron al conocer el primer sondeo. “Recibimos con alegría los resultados de boca de urna, pero al ver el margen es fundamental mantener la prudencia. Y eso lo digo para todos los peruanos”, dijo Keiko. Y entonces utilizó el mismo tono de concordia de sus últimas semanas, con el que ha atraído a un buen número de antifujimoristas: “Acá lo que se tiene que buscar es la unidad de todos los peruanos. Desde ya invoco a la prudencia, a la calma, a la paz. A los que votaron y no votaron por nosotros”.

Ese primer flash inquietó a Castillo, que hizo pública una carta dirigida a la autoridad electoral en el que exigía una revisión de todas las actas. De lado y lado se estuvo insinuando a lo largo de la jornada que podría haber un pucherazo. “Convoco al pueblo peruano de todos los rincones del país a asistir en paz a las calles para estar vigilantes en la defensa de la democracia. #ADefenderElVoto”, escribió el maestro en un tuit. Ese primer sondeo, aunque sugería un empate técnico, había dejado fríos a sus seguidores. El segundo los llenó de alegría. En la plaza de Tacabamba, desde donde siguió la jornada el candidato, la gente comenzó a gritar “sí se puede”.

En Lima, los seguidores de ambos tomaron las calles. Se encontraron en la plaza Bolognesi, un lugar cercano a los locales de ambos partidos, y se produjeron pequeños incidentes. La policía trató de evitar los enfrentamientos y los invitó a irse a casa, cerca de la medianoche. No se respetó el toque de queda, que estaba previsto para las 23.00.

La campaña ha dividido el país en dos corrientes. La tensión ha sido máxima. Castillo, ganador de la primera vuelta (el 2, 7 millones de votos, el 19%), lideró durante los primeros quince días los sondeos, pero Fujimori remontó en el último tramo. El resultado de este sondeo a pie de urna viene a reflejar esa tendencia. Se suele decir que en Perú nunca gana el favorito. La hija de Alberto Fujimori (1,9 millones de votos en la primera ronda, el 13%), el autócrata que gobernó el país entre 1992 y 2000, ha estado hiperpresente desde que lograra pasar a segunda ronda. A cualquier hora que se encendiera el televisor aparecía en pantalla vestida con la camiseta de la selección peruana, su uniforme de campaña. Paneles por todo el país lanzaron mensajes a su favor de forma indirecta (aunque muy obvia) para burlar la ley electoral.

Su principal arma ha sido alentar el miedo a una posible llegada de Castillo, que representa, para ella y el establishment peruano que la ha apoyado sin matices, una aventura hacia el comunismo y el estatismo económico. Fujimori, de 46 años, puede ser presidenta en el momento que menos capital político atesora. Sus últimos cinco años de obstrucción en el Congreso maltrataron su imagen. La acusación de un juez contra ella por lavado de dinero tampoco ayuda. Sin embargo, la oposición de una buena parte de la nación a lo que representa Castillo la ha aupado en las encuestas. Antifujimoristas históricos como el escritor Mario Vargas Llosa la han apoyado.

El perfil de Castillo, un sindicalista de izquierda radical, ha sido mucho más bajo que el de su oponente, en parte por decisión propia. El también profesor, de 51 años, apenas ha ofrecido entrevistas y tan solo ha entrado en una radio de Lima de vez en cuando para aclarar alguna de las polémicas que surgían durante la campaña. En los mítines se ha quejado de que no se estaba respetando la neutralidad que se le presupone a algunos sectores de la sociedad. Su mayor esfuerzo en el tramo final lo ha gastado en tratar de alejarse de Vladimir Cerrón, el presidente de partido Perú Libre, al que está adscrito, más como invitado que como militante real, un izquierdista dogmático y cercano a Cuba y Venezuela. Castillo ha tratado de atraer a última hora a un votante más centrado y urbanita, que podía tener la tentación de votar a Fujimori como mal menor.

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