El entusiasmo dura siempre poco cuando del Brexit se trata. El Partido Democrático Unionista (DUP, en sus siglas en inglés) ha anunciado este lunes que sus diputados en la Cámara de los Comunes votarán en contra de las modificaciones acordadas entre Londres y Bruselas respecto al conflictivo Protocolo de Irlanda del Norte, el texto legal que definía el encaje del territorio norirlandés en la era posterior a la salida el Reino Unido de la UE.
“Hemos acordado por unanimidad que, dadas las reservas que aún mantenemos [respecto al nuevo acuerdo cerrado con la Unión Europea] y la necesidad que existe de nuevos avances y de futuras aclaraciones, cambios y remodelaciones [del texto], nuestros diputados votarán el próximo miércoles en contra del proyecto de ley presentado”, ha anunciado en un comunicado posterior a su reunión la dirección del DUP.
El rechazo de los unionistas complica notablemente la estrategia del primer ministro británico, Rishi Sunak. El líder conservador presentó su Acuerdo Marco de Windsor, firmado a finales de febrero en esa localidad inglesa con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, como la solución definitiva a un conflicto ente los dos bloques arrastrado durante dos años, y como la apertura de un nuevo capítulo en las relaciones entre Londres y Bruselas.
Sunak tiene garantizada la aprobación de su texto en la Cámara de los Comunes el próximo miércoles, porque la oposición laborista ya ha anunciado que respaldará el nuevo acuerdo. Pero los conservadores euroescépticos agrupados en el llamado Grupo de Investigaciones Europeas, que habían encargado su propio informe jurídico sobre el pacto alcanzado con Bruselas, han mirado siempre de reojo al DUP.
Su anunciado rechazo dará alas a una posible rebelión en el grupo parlamentario tory que, en cualquier caso, no parece que vaya a tener la dimensión que en su día tuvieron los motines internos contra la ex primera ministra Theresa May. Downing Street —que ya dejó claro al DUP días después de que Sunak y Von der Leyen sellaran su pacto que no era posible reabrirlo y modificarlo— calcula que no superará la veintena el número de rebeldes. Aunque sean capaces de hacer un serio rasguño a Sunak, defensor del Brexit desde sus primeros días, no tendrían capacidad de hacer descarrilar su mandato.
El avance del freno de Stormont
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La Cámara de los Comunes votará esta semana tan solo una parte de todas las modificaciones del Protocolo de Irlanda acordadas entre el Reino Unido y la UE, pero se trata de la parte que Downing Street presentó ante el unionismo norirlandés como el avance más relevante, que respondía a sus quejas de no haber sido tenidos en cuenta ni por Londres ni por Bruselas: el llamado “freno de Stormont”, en referencia al nombre con el que se conoce al Parlamento Autonómico de Irlanda del Norte. El nuevo mecanismo permitía, bajo la condición de que lo pidieran 30 diputados y dos partidos, que esa asamblea pudiera frenar la aplicación en territorio norirlandés de nuevas leyes de la UE que afectaran a su Mercado Interior. Dependería luego del Gobierno central de Londres invocar ese veto provisional y negociar con Bruselas.
El Protocolo de Irlanda, fundamental para sacar adelante el Acuerdo de Retirada de la UE del Reino Unido, retenía dentro del mercado interior y del espacio aduanero de los Veintisiete a Irlanda del Norte. Se trataba así de evitar la nueva imposición de una frontera física entre las dos Irlandas —la República, en el sur de la isla, es territorio comunitario— que resucitara la tensión sectaria a la que puso fin el Acuerdo de Viernes Santo de 1998.
“El llamado freno de Stormont no puede ser aplicado a toda la legislación de la UE ya vigente, que nunca obtuvo el consentimiento [de la Asamblea norirlandesa]. Aunque supone un progreso real, el freno sigue sin responder a la cuestión fundamental en todo este asunto, que es el hecho de que el protocolo impuso legislación comunitaria [en territorio británico]”, ha explicado Jefrey Donaldson, el líder del DUP, para justificar el anuncio de su voto en contra. Los unionistas han considerado desde un principio que el protocolo fue una traición del Gobierno conservador de Boris Johnson, y desde entonces se ha incrementado la violencia callejera sectaria en los barrios protestantes de las principales ciudades norirlandesas (Belfast y Londonderry) y se arrastra un bloqueo político en las instituciones de autogobierno.
En mayo del año pasado, el Sinn Féin —durante décadas el brazo político de la organización terrorista IRA— obtuvo una victoria histórica en las elecciones autonómicas de Irlanda del Norte. Correspondía a su candidata, Michelle O’Neill, ocupar la silla de ministra principal. El Acuerdo de Viernes Santo, sin embargo, obliga a católicos y protestantes a compartir Gobierno. El DUP, principal fuerza unionista, boicotea desde entonces la reanudación de la normalidad en el Parlamento y el Ejecutivo, bajo la excusa de su rechazo al protocolo. Donaldson no ha aclarado si el rechazo al Acuerdo de Windsor implica también la continuación del bloqueo de las instituciones norirlandesas.
El próximo 10 de abril se cumple el 25º aniversario de la firma de la paz en Irlanda del Norte. Londres, Dublín y Washington presionan duramente al DUP para que permita el regreso de la normalidad. El presidente estadounidense, Joe Biden, ha anunciado su intención de visitar la región, con motivo del aniversario, junto con el expresidente Bill Clinton —principal valedor de aquel acuerdo— y la exsecretaria de Estado Hillary Clinton.
El ala dura del partido, liderada por Ian Paisley —el hijo del famoso reverendo que aceptó firmar la paz con el Sinn Féin— se niega a aceptar el acuerdo alcanzado por Sunak, que consideran un mero maquillaje que sigue sin solucionar su principal crítica: la imposición de un control aduanero en el mar de Irlanda que separa a la región del resto del Reino Unido.
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