Las elecciones municipales del Reino Unido, en las que se eligen centenares de concejales y representantes locales, son siempre un voto de castigo para el partido en el poder. Se interpretan más como un desahogo de los electores que como un pronóstico para las generales. Pero si se acepta que dibujan un estado de ánimo, el de muchos conservadores es de profunda irritación con Boris Johnson. Con la declaración de resultados en más de setenta de los 200 ayuntamientos que convocaron este jueves a las urnas, la formación del primer ministro se encamina a una pérdida aproximada de casi trescientos puestos. Un duro golpe, aunque por debajo de los 800 que vaticinaban algunos sondeos. El batacazo, con todo el simbolismo que supone, ha ocurrido en tres barrios de Londres: Wandsworth, Westminster y Barnet, gobernados por los conservadores desde hace casi medio siglo.
El primero fue siempre el preferido de Margaret Thatcher, donde los impuestos locales eran más bajos y el respaldo a la Dama de Hierro, constante; el segundo aloja el Parlamento, el Ejecutivo y todas las instituciones del poder central británico; el tercero, Barnet, acoge una importante población judía, y la victoria supone una cierta redención para el Partido Laborista, después de años de turbulencias por las acusaciones de antisemitismo en su seno. La capital británica ha sido semillero de rechazo a Johnson y sus políticas en los últimos años por culpa del Brexit, pero el hecho de sufrir un varapalo de esta dimensión en la ciudad donde fue alcalde durante ocho años, y cosechó gran parte de su popularidad política, es un aviso serio. “Creedme, esto es un enorme punto de inflexión para el partido. Salimos del foso en que caímos en las generales de 2019, hemos cambiado el partido y comenzamos a ver los resultados”, ha comentado este viernes el líder laborista, Keir Starmer, a un grupo de seguidores en Barnet. “Resulta increíble escuchar estas victorias en Londres”, les ha dicho.
La derrota de Londres no se ha visto reflejada en el resto de Inglaterra, donde los conservadores parecen aguantar el tipo mejor de lo previsto, incluso en aquellas zonas del norte, con tradicional voto de izquierdas ―el llamado “muro rojo”―, que logró conquistar Johnson en 2019. “Si observas el panorama general, la foto completa de los resultados, nada parece indicar que el laborismo haya capturado la fuerza necesaria para aspirar a formar el próximo Gobierno”, ha defendido el presidente del Partido Conservador, Oliver Dowden, en la BBC. “Tony Blair arañó unos 1.800 representantes municipales en el 95, dos años antes de ganar las generales”, ha apuntado. Nada que ver con los cerca de 300 puestos que puede acabar ganando el laborismo de Keir Starmer, que debe además competir con los liberales demócratas. Redimidos ya con creces del castigo sufrido durante años por su coalición con el Gobierno conservador de David Cameron, la formación centrista ha ganado más de 60 representantes, sobre todo en el afluente sur de Inglaterra, y se consolida como una alternativa moderada para aquellos votantes recelosos de virar a la izquierda. El Partido Verde también ha aumentado en más de 20 puestos su representación municipal.
Los políticos conservadores cuyos distritos municipales han sufrido la peor derrota se han apresurado a cargar toda la responsabilidad de lo sucedido en Boris Johnson, y en el escándalo del partygate. “Los ciudadanos están preocupados por asuntos nacionales serios. La crisis del coste de la vida está preocupándoles severamente, y debo decir que asuntos como el partygate distrae mucho la atención de los asuntos locales más urgentes”, ha dicho este viernes John Mallinson, un histórico concejal de Carlisle, al norte de Inglaterra, donde el laborismo ha triunfado en las urnas. “Está claro que el primer ministro debe responder algunas preguntas muy complicadas”, ha dicho a The Times el diputado conservador de la circunscripción de Londres Norte, David Simmonds. “La gente estaba reaccionando de un modo muy positivo a las políticas del Gobierno, pero no está nada feliz con todo lo que ha oído sobre el partygate. Necesita dar la cara y responder”, ha reclamado a Johnson.
Esperando a Irlanda del Norte
A partir de las nueve de la mañana de este viernes ha comenzado el recuento de las papeletas depositadas en las urnas de Irlanda del Norte, donde 24 horas antes se celebraron unas elecciones que pueden resultar históricas. Todos los sondeos han vaticinado una victoria del partido Sinn Féin, el que durante décadas fue el brazo político de la organización terrorista IRA, y que en los últimos años ha moderado su mensaje para dotarlo de un atractivo contenido social. Sería la primera vez en casi un cuarto de siglo de autonomía en la región en que los republicanos, partidarios de la reunificación de Irlanda, son el partido más votado. De acuerdo con lo establecido en el Acuerdo de Viernes Santo de 1998, que trajo la paz a la zona, ocupa el puesto de Ministro Principal la formación con más apoyos. La segunda asume el cargo de Viceministro Principal, pero el Partido Unionista Democrático (DUP, en sus siglas en inglés) no ha dejado claro si se mostrará dispuesto a seguir las reglas del juego o volverá a boicotear la formación de las instituciones autonómicas. Los primeros resultados se conocerán a primera hora de la tarde del viernes.
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