Luiz Inácio Lula da Silva regresa a Europa pero esta vez, como presidente de Brasil y con un discurso sobre la guerra de Ucrania que ha causado sorpresa y enfado a muchos en Occidente. El mandatario ha aterrizado este viernes en Lisboa, tradicional puerta de entrada para los brasileños y parada principal de una visita de Estado que le llevará también a Madrid. Lula da Silva, que se reunirá con los jefes de Estado y de Gobierno de Portugal y España, aprovechará este viaje para insistir en su llamamiento a hablar más de paz y salida negociada, y menos de seguir armando a los ucranios frente a la invasión rusa.
Necesitará desplegar buenos argumentos y todo su encanto para limar las asperezas que ha causado en EE UU y en la UE su sugerencia de que están interesados en prolongar la contienda, planteada tras su visita oficial a China, el principal aliado del presidente ruso, Vladímir Putin, en el conflicto. Su discurso se interpretó como más alineado con el bloque ruso-chino que con el occidental, lo que le restaría opciones para promover como país neutral una intermediación política dirigida a acabar con el conflicto.
El mandatario llega a Europa cuando esa polémica aún escuece. En un intento de aplacarla, el brasileño reiteró en un discurso ante el presidente rumano, Klaus Werner Iohanni, su condena de la invasión, postura de Brasil en la ONU. Su gira internacional coincide con un momento de debilidad porque acaba de sufrir la primera baja en el Gobierno: este miércoles forzó la caída del ministro encargado de la seguridad presidencial por su pasividad durante el asalto golpista. Un vídeo mostraba al general Marcos Gonçalves Dias, el único ministro militar del Ejecutivo, dentro del palacio presidencial, rodeado de bolsonaristas, sin hacer amago de impedir la invasión del pasado 8 de enero.
El brasileño busca en la península Ibérica alianzas para sus objetivos domésticos, como la captación de inversiones para una economía debilitada por la pandemia, así como animar a otros países a involucrase en la defensa de la Amazonia y la lucha contra el cambio climático. Pero en la agenda trae también su propuesta estrella en política exterior: obtener respaldo diplomático para impulsar una mediación en la guerra de Ucrania. Su propuesta consiste en crear un G-20 de países que no están directamente implicados en el conflicto para intentar convencer a los presidentes de Rusia y de Ucrania, Vladímir Putin y Volodímir Zelenski, de que negocien el fin de las hostilidades, un escenario que tras 15 meses de guerra resulta extremadamente remoto.
En las últimas dos semanas, el brasileño ha causado una formidable polémica por culpar de nuevo tanto a Zelenski como a Putin por el conflicto tras su visita oficial a China y antes de recibir en Brasilia al canciller ruso, Serguéi Lavrov, lo que le ha valido duras críticas tanto de la Administración de Joe Biden como de Bruselas y la acusación de que se ha colocado del lado de Rusia y de China en el conflicto. Brasil siente que hay un ambiente de guerra fría en el que se esperan alineamientos automáticos de los países. Y eso choca de frente con su tradición diplomática y sus intereses. Prefiere estar a buenas y hablar con todos.
Lula tiene ahora la oportunidad de explicar en detalle la posición de Brasil a varios interlocutores europeos con los que tiene especial sintonía como son el presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, el rey Felipe VI —ambos asistieron a su toma de posesión en Año Nuevo—, el primer ministro luso, António Costa, y el presidente español, Pedro Sánchez. Lula está convencido de que Brasil y otras potencias medias del sur global merecen mayor protagonismo en la escena internacional. Quiere estar en una liga de pesos medios e influir más en los asuntos globales. Defiende más multilateralismo en un mundo que ya no perpetúa el orden internacional del siglo XX.
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SuscríbeteLula, junto al presidente chino Xi Jinping, durante su visita a Pekín el pasado 14 de abril.
BRAZIL PRESIDENCY (Via REUTERS)
La agenda oficial de Lula, que viaja con siete ministros y su esposa Rosangela da Silva, conocida como Janja, comienza el sábado con la primera cumbre bilateral de alto nivel que celebran Portugal y Brasil desde 2016, cuando la presidenta progresista Dilma Rousseff fue desalojada del poder en un impeachment o juicio político. Las relaciones durante la etapa de Jair Bolsonaro fueron contradictorias y distantes, a pesar de los esfuerzos del presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, por mantener los lazos con el gigante sudamericano. En varias ocasiones, Rebelo de Sousa sufrió desaires diplomáticos de Bolsonaro, que llegó a cancelarle encuentros a última hora, pero el portugués siempre justificó su postura con un argumento poco dado al orgullo personal: “Lo que interesa es que hay un millón de portugueses viviendo en Brasil y 250.000 brasileños viviendo en Portugal, y continuarán viviendo sea cual sea el presidente y el Gobierno. Mi función es representar a la nación portuguesa”.
En cualquier caso, la comodidad de los portugueses tras el cambio de liderazgo en Brasil es obvia. La sintonía entre el brasileño y el primer ministro luso, António Costa, quedó patente en la reunión que tuvieron en noviembre de 2022 cuando se encontraron en Lisboa poco después de que Lula ganase las elecciones. Tanto el Gobierno como el jefe del Estado veían con buenos ojos incluso que el mandatario brasileño hiciese un discurso en la Asamblea de la República en los actos del 25 de Abril, cuando se conmemora por todo lo alto la Revolución de los Claveles, pero la oposición radical de la derecha cerró esta puerta. El presidente brasileño hará su discurso en la Cámara, pero al margen de los actos del 25 de Abril.
En esta gira europea, Lula viaja junto a una delegación empresarial. Además de la vertiente comercial, están previstos acuerdos bilaterales como la convalidación de la educación básica y secundaria y de los permisos de conducir en Portugal y Brasil, que se firmará durante la cumbre del sábado 22 en Lisboa. El lunes, Lula participará en la entrega del Premio Camões, el más importante de las letras en portugués, correspondiente en 2019 al escritor y cantante brasileño Chico Buarque, retrasado cuatro años por la negativa de Bolsonaro a firmar el decreto de concesión y por la pandemia.
El martes 25, Lula aterrizará en la capital española. La visita a Madrid tiene el componente añadido de que España asume en julio la presidencia de la Unión Europea, coyuntura que puede contribuir a dar un impulso a la ratificación del acuerdo comercial Mercosur-UE, pendiente desde hace casi cinco años. La firma permitiría reequilibrar el protagonismo atlántico dentro de la Unión Europea, muy inclinada hacia su vertiente oriental con la ampliación hacia el Este y la guerra de Ucrania.
En el capítulo de los negocios, Brasil tiene muy presente que España es el segundo inversor directo tras EE UU y, en Portugal, el protagonismo es para los aviones de carga KC-390 que Lisboa le ha comprado a Embraer y que quisiera vender a otros países europeos. Este viaje de cinco días se enmarca en la ofensiva diplomática emprendida por Lula nada más ganar las elecciones para anunciar al mundo que Brasil está de vuelta, una vez cerrada la oscura etapa de Jair Bolsonaro, cuando la potencia latinoamericana vivió un aislamiento inédito.
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