Lula y Michelle Bolsonaro apuran las horas para conseguir votos en Minas Gerais, indispensable para ganar

Lula y Michelle Bolsonaro apuran las horas para conseguir votos en Minas Gerais, indispensable para ganar


El expresidente y candidato Lula da Silva, este viernes en Juiz de Fora (Minas Gerais), junto a Simone Tebet, adversaria en la primera vuelta y ahora aliada, y la exministra Marina Silva.RICARDO MORAES (REUTERS)

El Estado de Minas Gerais es históricamente un territorio vital para ganar los comicios presidenciales en Brasil porque, con São Paulo, aporta más electores que cualquier otro al cómputo nacional y porque, además, quien vence allí llega a la Presidencia. Los aficionados a las elecciones de EEUU dirían que es el Ohio brasileño. A medida que se acerca la elección del día 30, los viajes electorales allí se multiplican. El izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, que busca su tercer mandato al frente de una coalición en defensa de la democracia, celebra tres mítines allí entre este viernes y el sábado. El presidente Jair Bolsonaro estuvo también esta semana y su esposa, Michelle, protagoniza un maratón con seis actos allí en dos días, es parte de su gira centrada en las mujeres.

Minas es un trofeo nada fácil de conquistar, como dejaron claro sus electores en la primera vuelta, celebrada el pasado día 2. Aquel día se votaba presidente pero también gobernadores y parlamentarios. En la carrera presidencial, Minas Gerais colocó a Lula (48%) por delante de Jair Bolsonaro (43%) mientras reeligió como gobernador a un empresario que llegó al poder como aliado del presidente de extrema derecha. Romeu Zema logró un segundo mandato tras una campaña de calculada ambigüedad —sin decantarse por nadie para la presidencia—. A los dos días, con la victoria ya amarrada, oficializó su apoyo a Bolsonaro para la segunda vuelta. El presidente también cuenta con el respaldo de los gobernadores de São Paulo y Río de Janeiro, mientras Lula logró reclutar a los candidatos presidenciales que quedaron tercera y cuarto.

Los electores mineros, siempre valiosos por su volumen (12 millones), se han vuelto aún más preciados en el contexto actual, con una de las campañas más reñidas de las últimas décadas y sin duda la más polarizada. Los dos candidatos a la presidencia son viejos conocidos de los brasileños y por eso quedan muy pocos indecisos. Lula y Bolsonaro apuran las horas para conseguir cada uno de los preciados votos que les puedan allanar el camino hacia la victoria. Las encuestas ya apuntan a un empate técnico.

Lula ha dado este viernes dos mítines en Minas y tras pernoctar allí, tiene previsto dar otro mañana. En Juiz de Fora, ha acusado al gobernador Zema de “mentir, de intentar engañar al electorado” al revelar solo después de la primera vuelta a quién prefería para presidente “porque temía perder ese 40% de sus electores que me votaron a mí”. Esos son los votantes donde más apretado está el pulso.

Junto a Lula en los mítines este viernes, dos mujeres que se acaban de incorporar a su campaña con la vista puesta en atraer a votantes recelosos del PT por considerarlo demasiado radical o teñido por la corrupción y electores evangélicos: Simone tebet, candidata presidencial derrotada y representante del sector agropecuario, y la exministra Marina Silva, defensora del medio ambiente y miembro de la Asamblea de Dios, la mayor Iglesia evangélica de Brasil. En aras de suavizar su imagen y a petición de Tebet, el expresidente ha sustituido las camisas y gorras rojas por piezas blancas o azules.

Una de las paradas de Lula ha sido en Juiz de Fora una ciudad que también votó por él y por el gobernador Zema. Fue allí donde hace cuatro años un demente se abalanzó con un cuchillo sobre Bolsonaro mientras era paseado a hombros de una multitud y le hirió gravemente en el abdomen. Aquel ataque apartó a Bolsonaro de los debates electorales.

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Ahora su esposa ha cobrado un enorme protagonismo en campaña. Encabeza un grupo de mujeres bolsonaristas que se han embarcado en una intensa gira por todo el país para intentar convencer a las electoras más reacias de que, por encima de sus formas, Bolsonaro es el mejor defensor de la familia, los valores ultraconservadores y un dique frente a la amenaza comunista. “No mire a mi marido, míreme a mí, que soy una sierva del señor”, dijo la señora Bolsonaro, que es una ferviente evangélica, en un acto con correligionarias. Su esposo es católico, pero mantiene una estrecha alianza política con los líderes de las Iglesias protestantes que más rápido crecen en Brasil.

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