Pocos en Lviv quieren expresarlo en voz alta, pero la idea está presente entre la población: si el asedio ruso hiciera imposible dirigir el país desde Kiev, o si la capital cayese en manos del enemigo, su ciudad tendría que asumir la capitalidad de la Ucrania libre. “Si la guerra continúa, creo que Lviv puede ser la retaguardia del Gobierno y de la Comandancia del Ejército”, resume el novelista Andrei Kurkov, presidente de la delegación ucrania de la asociación de escritores PEN Internacional. Kurkov es uno más de los cientos de miles de compatriotas que han huido del frente de guerra para refugiarse en la provincia de Lviv. Muchos cruzan hacia la Unión Europea; otros, como Kurkov, permanecen en Ucrania a la espera de los acontecimientos.
Muchas potencias han codiciado Lviv a lo largo de la historia: la ciudad cambió ocho veces de dominio solo entre 1914 y 1946, en un juego de poder en el que participaban el desaparecido Imperio Austrohúngaro, Polonia y Ucrania, Alemania y la Unión Soviética. “Las calles de Lviv son un microcosmos del tumultuoso siglo XX de Europa, escenario de conflictos sangrientos que hicieron pedazos sus culturas”. Así lo escribió Philippe Sands, jurista y ensayista, investigador sobre el Holocausto y crímenes de lesa humanidad, en su célebre novela Calle Este-Oeste.
Sands, en unas reflexiones escritas para EL PAÍS, ve en la situación actual una recuperación trágica de Lviv como crisol de culturas: “Lviv es la intersección entre el Este y el Oeste, esto se ve en los cafés y en las sopas, en la literatura y en la música, en los edificios y en la gente”. Este académico no se refiere únicamente a la trayectoria histórica o a la localización geográfica de la urbe, también piensa en las masas de toda Ucrania que desde hace una semana, empujadas por la violencia en Kiev y en el este del país, se han ido asentando en la región o que han seguido su periplo rumbo a la UE.
La mayoría del millón de desplazados a otros países que ha provocado la guerra han pasado por Lviv. En su estación de tren, edificio de 1904 de bello art nouveau, también se concentran estos días miles de estudiantes extranjeros, sobre todo de África y Asia, que huyen del conflicto.
Nuevo golpe a la urbe ucrania más europea
La guerra golpea de nuevo a la urbe ucrania más europea (725.000 habitantes), aunque sin la virulencia de los acontecimientos en Kiev, Járkov o Mauripol. A 400 kilómetros de la capital, los enfrentamientos quedan todavía lejos de Lviv. Pero a medida que avanza el frente, su protagonismo irá a más. Las primeras señales de este papel llegaron hace dos semanas, cuando potencias como Estados Unidos y el Reino Unido desplazaron allí sus embajadas. Desde que Rusia inició la invasión de Ucrania han seguido el mismo camino otras delegaciones diplomáticas: los últimos en llegar son Estados europeos como Francia, Italia, Holanda o Noruega, u otros países como la India o Marruecos. España no ha dado el paso de trasladar su Embajada a esta ciudad.
Los edificios administrativos e institucionales de Lviv, también sus monumentos del casco viejo, van blindándose paulatinamente: un día se protegen las vidrieras de la basílica renacentista de la Asunción, al siguiente se colocan planchas de metal en los ventanales del museo Etnográfico o se instalan nuevas vallas en los accesos al Ayuntamiento.
En Lviv, como en el resto del país, los ciudadanos consumen información de manera compulsiva, sobre todo canales de mensajería en Telegram o WhatsApp. Estos alimentan una rumorología constante, en muchos casos sin fundamento, que afirman que este diputado o ese ministro ya se ha instalado en la ciudad. Algunos departamentos gubernamentales, viceministerios como el de Cultura, sí se han mudado a la región.
Kurkov recuerda que “Lviv fue y continúa siendo la capital cultural de Ucrania”. Pero la autocracia rusa también alimenta bulos, como cuando el presidente de la Duma (el parlamento ruso), Vyacheslav Volodin, aseguró la semana pasada que el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, había huido de Kiev a Lviv. Más de un transeúnte interrogado por este diario decía creer en algunos de estos rumores, creencias que reflejan el sentir local de que su ciudad podría tener que tomar el relevo de Kiev en una siguiente fase del conflicto, en el caso de que Rusia controlara la capital y la mitad oriental del país.
Lviv es el principal nudo ferroviario que lleva a Polonia, a tan solo 70 kilómetros de distancia, y también conexión de acceso a Eslovaquia, a 200 kilómetros. Es la puerta ucrania a Europa, por donde llega material humanitario, médico y militar, además de la vía de acceso de los miles de ucranios en el exterior que regresan a la patria para alistarse voluntariamente en el Ejército.
Sands intuye que la ciudad volverá a ser protagonista: “Lviv refleja las más grandes esperanzas de Europa, pero también sus peores miedos”. En un punto de la ciudad con una zona de paseo para perros, la municipalidad reabría este jueves un búnker sellado de la II Guerra Mundial. Un grupo de voluntarios limpiaban los accesos del refugio y preparaban el interior para volver a ser utilizado. Extraían de su interior objetos abandonados: zapatos, botellas, ollas e incluso un triciclo. Los fantasmas del pasado reaparecían con cada golpe de pala que daba Alexandr Lesziuk, voluntario para tareas de defensa.
Lesziuk era antes de la invasión el proyeccionista del cine Planeta de Lviv: “Espero que los rusos no lleguen hasta aquí, pero tenemos que estar preparados ante cualquier amenaza”. El objetivo, aseguraba este hombre de 29 años, es que la ciudad siga siendo el cordón umbilical de la resistencia ucrania con Europa.
Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.
Contenido exclusivo para suscriptores
Lee sin límites