Durante el transcurso de la entrevista, los expresivos ojos de Macarena Gómez (Córdoba, 43 años) se empañan hasta en dos ocasiones. Una sensibilidad que contrasta con la frialdad de la nubosa mañana que decora la capital, que ha llevado a la actriz a ocultar su traje de tweed de inspiración Chanel bajo un abrigo. También con la formalidad de la sala en la que tiene lugar el encuentro, presidida por una de esas larguísimas mesas de madera nacidas con la única misión de dejar claro que sobre su tabla se toman decisiones. Quizá tenga sentido que sea ahí donde la intérprete explique los motivos que la empujaron a acometer la resolución que durante años no se atrevió a perseguir: debutar como cantante. “Era por falta de confianza, pero estoy flipando con el resultado. No sabía que iba a tener la capacidad de cantar así de bien”, admite Gómez, que aceptó el reto que le propuso la Academia del Perfume de poner banda sonora a la nueva edición de su gala anual de premios. El resultado es Tu fragancia vuela (Smell Song), una canción con aires disco, producida por Carlos Jean, que celebra la emoción de volver a encontrarnos —y olernos, claro— tras los meses de distanciamiento forzado.
Es precisamente el recuerdo de la reclusión uno de los instantes que hacen que la actriz andaluza, una de las más populares de la televisión reciente gracias a su papel de Lola en La que se avecina, tenga que controlar sus emociones. “Lo pasé muy mal. No sabía qué iba a pasar con mis seres queridos ni conmigo a nivel personal o profesional. Era como una distopía. A veces echo la vista atrás y me pregunto cómo puedo ser tan feliz ahora cuando hace ocho meses no lo era”. Y eso que ella, sostiene, tuvo el lujo de vivirlo en plena naturaleza, en la granja del Alto Ampurdán en la que se instaló a principios de 2020 con su pareja, el polifacético empresario, pintor y dj Aldo Comas. Rodeada de alpacas, cerdos vietnamitas y emúes, se congratula de poder educar “en un mundo de olores animales maravillosos” a su hijo, Dante, que con seis años ya emula sus pasos: “Tengo claro que va a ser artista porque se pasa todo el día interpretando. Hace cosas como ponerse a llorar para conseguir algo y sonreír en cuanto lo tiene. Es tremendo”.
Su progenitora también descubrió la vocación a una edad temprana. Formada como bailarina desde los cuatro años, nada más cumplir la mayoría de edad se marchó a Londres para estudiar Arte Dramático. Atrás dejó su Córdoba natal y un olor a jazmín y azahar que apenas puede describir sin que las lágrimas hagan acto de presencia. “Se me ponen los pelos de punta al recordarlo. Cuando camino por el Patio de los Naranjos de la Mezquita me entran unos recuerdos nostálgicos de mi infancia… Voy a llorar si sigo hablando”, avisa, sonriendo. De las huellas que aún perviven de aquella adolescente, Macarena Gómez se muestra taxativa: “Yo me veo igual de joven que cuando tenía 18 años. Tengo las mismas amigas de entonces y siempre me dicen que estoy igual que cuando iba al colegio”.
Triunfó sin padrino. Con el único apoyo de sus padres —”no tenía referentes que me guiaran, pero ellos confiaron en mí”— y de una “autoestima” que califica como esencial para no derrumbarse ante el rechazo. “Cuando me decían que no a un proyecto no me iba a casa a llorar, pero te tienen que dar la oportunidad”, explica. “Hay grandes talentos que no llegan a salir a la luz, que se pierden por el camino. Yo creo que tengo talento y que supe aprovechar mi oportunidad”. Más allá de la popularidad de su trabajo en La que se avecina, Gómez se ha labrado un estatus de actriz de género en el cine gracias a películas como Sexykiller, Musarañas o Las brujas de Zugarramurdi,de un Álex de la Iglesia con quien acaba de repetir en la serie de HBO 30 Monedas. También en una plataforma de streaming —Netflix— se emitirá su nuevo proyecto de ficción, Sagrada familia, en el que comparte reparto con Nawja Nimri y Alba Flores.
Pero basta con echar un vistazo a su filmografía, compuesta por cuatro o cinco proyectos anuales entre películas, series y cortos, para entender la hiperactividad de una trayectoria sintomática de su forma de ser. Incapaz de “sentarse en el sofá observando la nada”, Gómez finiquita ahora los últimos detalles de Polar, su primer largometraje como productora y que también protagoniza. Dirigida por el debutante Alberto Palma, este thriller policial supone una ocasión para que la cordobesa cuente “las historias que le gustan [al director], a su manera” y devolver algo de lo recibido: “Igual que a mí me ayudaron cuando era una total desconocida, yo ahora quiero ayudar a estos jóvenes a sacar sus proyectos adelante”.
La experiencia, reconoce, le ha enseñado una nueva faceta del séptimo arte. “He aprendido a lidiar con egos y voluntades. Tienes que entender la forma de trabajar de técnicos, jefes de equipo y, de repente, me doy cuenta de que no solo somos los actores los problemáticos”, evoca. Pese a su uso de la primera persona, Macarena Gómez finaliza la charla cuestionando, medio en broma medio en serio, que su faceta como actriz vaya a seguir siendo la hegemónica en su carrera profesional. El gusanillo de la canción le ha picado y su pareja ya le propone hacer un tema juntos. “Si me subo ahora a un escenario, me como el mundo”, concluye, lanzando un reto al periodista siempre ávido de titulares: “Si te ha gustado mucho Smell Song, te digo que saco un disco”. A tenor del historial de empeño y obstinación de la artista, bien harían las radios musicales en irle reservando un hueco en sus listas.
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