Manuel Castells, el ministro fuera de combate


Al ministro de Universidades, Manuel Castells (Hellín, Albacete-1943) , uno de los sociólogos más reputados y citados del mundo, no le duelen prendas en reconocer que no le interesa leer lo que se dice de él. Ni sobre sus escasas pero sonadas apariciones ni sobre sus polémicas ausencias. Apenas se le ha visto desde mayo —más allá del Consejo de Ministros—, aunque al menos ahora se sabe que se recupera de una intervención “no grave pero sí urgente” —según explicó ayer su equipo de prensa—, lo que le impidió este lunes presidir la reunión con una representación de los consejeros autonómicos de universidades. Verle se ha convertido en un reto y casi en una quiniela para los universitarios que ven arrancar el curso sin su ministro.

La pasada semana y durante dos días seguidos los estudiantes consiguieron que Castells fuese trending topic con una idea machacona: ¿dónde se ha metido Castells con la que está cayendo? Sin embargo, desde que comenzó la pandemia y hasta mediados de julio, este diario tiene constancia de que todas las semanas el secretario general de Universidades, José Manuel Pingarrón —y en muchas ocasiones Castells— se han ido reuniendo con los rectores y los estudiantes, y en menor medida con los sindicatos, con los que el ministro mantiene una relación más tensa.

¿Qué ocurre entonces? Su actividad de comunicación es deliberadamente nula y su poder competencial —como reconoce con sorna— prácticamente ninguno. El ministerio tiene poco más de un centenar de funcionarios y un presupuesto escaso, pues sus becas las gestiona el Ministerio de Educación.

El presidente de los rectores, José Carlos Gómez Villamandos, no pone reparos a Castells: “Desde que empieza la pandemia, CRUE hace propuestas al ministerio, este las acepta y ha ido funcionando bien. Nos hemos sentido cubiertos”. Tampoco se queja Andrea Paricio, nueva presidenta de la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas (CREUP), quien este martes se verá con Pingarrón. “Nosotros como representantes sabemos lo que hace el ministerio, pero los estudiantes no lo perciben. Por eso hay tantos memes. Los alumnos al final del curso pasado nos hemos sentido muy poco acompañados por los docentes y los rectores buscan a alguien que les diga qué tienen que hacer. Pero el ministro no tiene esas competencias”.

En cambio, los sindicatos critican su falta de diálogo para discutir el estatuto del PDI (personal docente investigador). A mediados de junio, llegaron a publicar un comunicado conjunto CC OO, UGT y CSIF en el que urgían al ministerio a convocar la mesa de negociación. Decían estar cansados de conocer las noticias por la prensa. Encina González, secretaria general de Universidades e Investigación de Comisiones, relata que para la redacción del protocolo anti-covid tampoco se ha contado con ellos. “Es paradójico que una persona que afirma no querer saber de ruedas de prensa y comparecencias, siga publicando como sociólogo. Pero no es nuestra competencia ocuparnos de eso”.

Castells tomó posesión del cargo en enero criticando en público la separación en dos del Ministerio de Ciencia y Universidades. “Hablando muy claro: yo personalmente no estoy de acuerdo”. Los periodistas se frotaron las manos, tenían delante a una fábrica de titulares, a la altura del exministro José Ignacio Wert. Pero las altas expectativas pronto se apagaron. Hubo un primer y único desayuno de prensa a mediados de febrero y su equipo explicó entonces —él no apareció— que la intención de Castells era quedarse en la trastienda, para que la Universidad fuese la protagonista. Su deseo era visitar las 50 universidades públicas en maratonianas jornadas de trabajo sin cámaras. La ronda tenía nombre, como el Trini Maratón: El ministro escucha. “¿Cuándo empezaría la gira por los campus?”, se interesaron los medios. “En las próximas semanas”, contestó con imprecisión su equipo. Al día siguiente, Castells visitó casi de incógnito la Universidad del País Vasco. Queda huella en Twitter.

Sus comparecencias en el Congreso y el Senado han llenado titulares (“Hay profesores asociados con sueldos de miseria”) y han causado una buena impresión a sus interlocutores. En su última intervención —fue en el Senado para hablar de las tareas de reconstrucción en la Universidad— lejos de contestar a bulto las preguntas, Castells dedicó a cada uno su tiempo con toda la parsimonia del mundo. Tanta, que la sesión duró ocho horas y ocho minutos.

Castells ha dado una sola rueda de prensa en ocho meses. Fue el 23 de abril y telemática. Horas antes de su convocatoria, el líder de Podemos y vicepresidente Pablo Iglesias, que le eligió para el cargo, había tenido que defenderle: “Comparecerá muy pronto para dar cuenta del enorme trabajo que su ministerio está llevando a cabo”. Y, si nada se tuerce, en dos días protagonizará un acto conjunto con el presidente de los rectores. Segunda oportunidad de preguntarle en todo el mandato.

Desde abril, Castells se ha prodigado algo en los medios, pero más como contertulio de lujo en alguna radio y televisión que como ministro de Universidades. Ha contestado por escrito a cuestionarios de varios periódicos y ha dejado claro que jamás abrirá un perfil en Twitter, aunque tuvo un suplantador unos días que triunfó en las redes.

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