Los Dorados de Maradona han caído. El equipo dirigido por el exfutbolista argentino ha perdido su segunda final y supone el fracaso de su proyecto por alcanzar la primera división en México. El Atlético de San Luis, la franquicia del Atlético de Madrid, le ha despojado la posibilidad de ascender por marcador 1-0 (2-1). No hubo resquicio para alguna gesta heroica por parte de los pupilos de El Diez, quien arañó lo que hubiese sido su primer título como entrenador.
Diego Armando Maradona ha pasado los últimos nueve meses ligado a los Dorados de Sinaloa, de la segunda división. Le ficharon para agitar a la plantilla. Para que un club pueda ascender en México debe disputar dos torneos cortos. Si ganan los dos, suben automáticamente; si solo consiguen triunfar en uno deben jugar una final absoluta contra el otro campeón. Seis meses atrás, los de Maradona perdieron la final contra el Atlético de San Luis y, ahora, tenían la posibilidad de forzar una final absoluta. En el partido de ida terminaron 1-1, con un penalti de Dorados que no debió ser válido tras un error arbitral. En la vuelta, nada fue suficiente para los muchachos del argentino que lucía taciturno.
Los Dorados argentinizados -con siete futbolistas nacidos en Argentina – se aferraron más al tesón que al juego atractivo del San Luis -donde jugaron cuatro españoles -por las bandas. A los de Sinaloa les faltó un capataz en la cancha que supiera cómo guiar a los suyos a un vendaval de oportunidades ofensivas. El partido, con un sedante 0-0, tuvo que dirimirse en el alargue. El Atlético de San Luis sacudió la meta de los Dorados hasta que se rompió el frágil muro de cristal. A unos minutos del fin del primer tiempo extra, para que Unai Bilbao hiciera el gol de la ventaja, el que sepultó cualquier dejo de esperanza para Maradona.
En la historia del fútbol mexicano ninguna final de la segunda división había tenido tenido importancia fuera de sus fronteras. El factor Maradona ha revolucionado esa categoría. Ha hecho, con su sola presencia, que medios argentinos, japoneses e ingleses se interesaran en los últimos nueve meses del astro argentino en Dorados.
La primera final que sacudió la laureada vida de Diego Armando Maradona fue en diciembre. Sus chicos tenían prácticamente ganado el campeonato con una ventaja, en marcador global, de 3-1 y los del Atlético de San Luis les dieron la vuelta 4-3. La debacle en el campo se trasladó en la impotencia del entrenador argentino que tuvo que verlo desde un palco por irse expulsado un partido antes. En medio de la derrota, el Pelusa se enfrascó en una discusión con varios aficionados del Atleti mexicano que empezaron a insultarle. Un semestre después, la escena se repitió y también el mismo cántico peyorativo: “¡Maradona se la come!”. El aludido se limitó a pasar corajes desde el banquillo y después a consolar a cuanto jugador se le cruzara con la cara salpicada en lágrimas.
El sollozo de Maradona contrastó con el triunfo de la tenacidad del Atlético de San Luis. Uno de los últimos proyectos internacionales del Atlético de Madrid ha dado el paso a la primera división. El Atleti mexicano ha sufrido una mutación en los últimos dos años: cambiaron sus colores, amarillo y azul, por los rojiblancos. En Dorados han entrado a la zona de la incertidumbre de no saber si la siguiente temporada podrán volver a seducir a El Diez para que siga como el líder de la tribu.
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