Las vacaciones acostumbran a ser ese periodo en que todos se permiten un relajo: el despertador no suena temprano, el calor estival invita a retrasar la hora de dormir… Este año, sin embargo, nuestro cuerpo viene ya maleado por una circunstancia hasta ahora inaudita: los meses de confinamiento. Ese desorden, que llegó de repente y se quedó luego durante meses, hizo que muchos, según el jefe de la Unidad del Sueño de la Fundación Jiménez Díaz, el doctor Nicolás González Mangado, alteraran sus ciclos habituales de sueño. La ciencia médica está empezando ahora a desentrañar estas anomalías cuyos efectos durarán meses. Por eso, y ante lo que pueda venir de nuevo, el consejo del especialista es firme: hay que dedicar el verano a entrenar un sueño saludable.
Un tercio de la población activa duerme menos horas de las necesarias, porcentaje que aumenta hasta el 50% en las grandes urbes. Muchos ni siquiera llegan a las seis horas diarias. De acuerdo con esta premisa, dice González Mangado que la cuarentena podría haber propiciado hábitos un poco mejores entre aquellos que pasaron a trabajar desde casa y, al menos, se ahorraron el tiempo del trayecto hacia sus puestos.
Sin embargo, como reacción al estrés de la situación, lo que terminó por darse fue un desajuste en el descanso: siestas largas o varias siestas diarias, insomnio nocturno, un aumento considerable de las horas pasadas frente a las pantallas de ordenadores o teléfonos móviles, con el efecto nocivo que acarrean de retrasar la secreción de melatonina, la hormona que induce al sueño…
“Sería prudente dedicar los días de vacaciones de este año a reeducarnos para adoptar una rutina higiénica de sueño, siguiendo consejos que no son en absoluto nuevos”, dice González Mangado, que pasa a enumerar: “No retrasar demasiado los ciclos de sueño, no convertirnos en búhos, despegarnos de las pantallas al menos una hora y media antes de ir a dormir, desayunar con calma y a la luz solar –esto además de placentero es muy importante–, no descuidar la dieta y hacer un poco de ejercicio y mantener una rutina más o menos fija”. Y, por supuesto, dormir siete u ocho horas y una siesta máxima de veinte minutos o media hora. Ni excederse ni quedarse cortos, nada nuevo.
Con unas semanas siguiendo un ritmo como el anterior, pronostica González Mangado, la población general, aquellos que no hayan estado expuestos a riesgos particulares por el virus ni hayan afrontado traumas graves, podrá reponerse y sus cuerpos volverán a reaccionar como un reloj.
Para aquellos colectivos que como los sanitarios estuvieron más saturados y en primera línea o para quienes padecieron sufrimientos físicos o psicológicos más severos cuenta González Mangado que “todavía es pronto para especular”. “Las secuelas emocionales dejan huella en el sueño y todavía tardaremos un tiempo en paliarlas”.
La importancia de un ambiente
Para conciliar el sueño, el factor ambiental es determinante. Oscuridad, silencio, una temperatura fresca pero agradable. El reloj biológico de nuestro cuerpo, que regula los ciclos de sueño y vigilia, induce en las horas vespertinas la somnolencia,y la temperatura corporal baja entre 0,5 y 0,8 grados. En esos instantes, sentir frío o calor puede ser un impedimento tal para caer dormido como escuchar de pronto ruidos que nos despierten y nos pongan en guardia o un fogonazo de luz.
Noelia Esteban, además de dirigir el hotel La Figar en Villaviciosa (Asturias), es la presidenta de la asociación de Casonas Asturianas, una de las dos marcas de calidad de turismo rural asturianas, junto con Aldeas. Entre ambas suman 76 alojamientos. Fue de hecho en Taramundi, en Asturias, en 1985, donde se inauguró el primer hotel rural de España, un modelo que marcó el devenir del tipo de viajero que se acerca al Principado y lo que allí busca. “Aunque todos los hospedajes son muy distintos entre sí, hay casas del estilo de la mariña asturiana, indianas, en medio de reservas naturales o junto al mar, todas comparten el asentarse en un entorno tranquilo y con encanto. En cualquiera de ellas te adentras en un espacio de descanso que te hace olvidar lo demás”, dice Esteban.
Este año, tras lo vivido durante el confinamiento, la demanda de esta clase de alojamientos está siendo más alta. Cuenta Esteban que mucha gente que antes habría preferido un turismo de sol y playa ha optado por el retiro rural. “Algunos siguen, aun así, tomándose las vacaciones como antes, salen pronto de la casa y regresan tarde, intentando ver todo lo posible. Pero aquí les intentamos mostrar que la magia de alojarse aquí consiste en dedicarse realmente a desconectar, pudiendo permanecer tranquilamente en el porche o disfrutando de leer sentado en un columpio desde el que alcanzas a ver el mar”.
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