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Mariana Enriquez señala el camino

La escritora Mariana Enríquez en Venecia, Italia, en abril de 2017.Getty Images

“En edición diferente los libros dicen cosa distinta”. La famosa frase de Juan Ramón Jiménez suele leerse como un elogio de la buena tipografía, a la que era tan aficionado, pero también valdría para certificar el efecto que tiene sobre la lectura el hecho de que un libro aparezca en una editorial concreta. Nuestra parte de noche, de la argentina Mariana Enriquez, acaba de ganar el Premio de la Crítica —tan rácano con la literatura latinoamericana— y uno no puede pensar en sus 667 (o 666+1) absorbentes páginas sin preguntarse cómo las habría leído el jurado de no formar parte del catálogo de Anagrama sino del de Minotauro, Valdemar o Nocturna. O de los de Planeta o Plaza, con su sobrecubierta satinadísima y sus letras doradas en relieve.

Que los libros dicen cosas distintas en ediciones distintas lo saben bien los nuevos lectores de Ted Chiang, que ha recalado en la generalista Sexto Piso después de publicar en la especializada Alamut La historia de tu vida, que incluía el relato que Denis Villeneuve transformó en La llegada. También lo sabe la propia Enriquez. Poco después de anunciarse el galardón crítico respondía así a la pregunta de Página/12 sobre qué encuentran las lectoras y lectores en Nuestra parte de noche, anteriormente agraciado con el Premio Celsius a la mejor novela de fantasía, terror o ciencia ficción: “Lo que me dicen es que se fascinaron con los personajes; también les gustó la cuestión de que sea un libro político y al mismo tiempo de género. No es una mezcla tan rara, pero es una mezcla que por fuera del género los lectores no están tan acostumbrados a leer. Como está publicada en Anagrama, captó lectores que no son necesariamente los que hubiese tenido en otro contexto”.

En una charla entre Mariana Enriquez y Guadalupe Nettel celebrada el año pasado, la escritora mexicana vaticinó que se acercaba el final de “la ola” de escritura autobiográfica en favor de la literatura fantástica. Pues bien, Nuestra parte de noche es ya un hito en ese camino, transitado también por autoras como la peruana Jennifer Thorndike, la ecuatoriana Mónica Ojeda o la boliviana Liliana Colanzi. La apuesta de Enriquez es, no obstante, total porque se instala en los códigos del género sin recurrir al subterfugio de esos acomplejados que dicen escribir, pongamos, novela negra para “trascender” la novela negra.

Con todo, los puristas con mala conciencia siempre podrán leer Nuestra parte de noche como una alegoría de la dictadura argentina o del capitalismo, literalmente, salvaje. “¿Qué cómo se enriqueció su familia?”, se pregunta el personaje de Rosario. “Lo habitual: saqueo, sociedades con otros poderosos, entender de qué lado estar durante las guerras civiles y aliarse con políticos poderosos”. Y más adelante: “Papá siempre creyó que la Orden y los rituales ayudan a mantener la riqueza, pero hay que ayudarla con herencias y buenos negocios”. El Ángel Caído regresa al cielo


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