El olor a cigarrillos de marihuana se ha convertido en algo habitual en Toronto. La legalización y la primavera permiten ver a tranquilos fumadores en los parques, donde ya no temen ser sorprendidos por la Policía. Desde hace medio año, Canadá realiza un experimento sin precedentes en el mundo industrializado: la legalización total del consumo de cannabis.
“Es un gran día para avanzar la política pública sobre drogas en todo el mundo. Deberíamos estar muy orgullosos del papel de líderes que estamos jugando”, declaró el 17 de octubre de 2018, el día de la legalización, Mark Zekulin, el presidente y consejero delegado de Canopy Growth, una de las mayores compañías de marihuana del mundo. Desde que pronunció estas palabras, las principales ciudades canadienses han visto aparecer en sus calles tiendas que venden legalmente marihuana.
Las estadísticas más recientes indican que 5.3 millones de personas, un 18 % de los canadienses mayores de 15 años, ha consumido marihuana en los últimos tres meses. Antes de la legalización, el porcentaje era del 14 %. Otro dato: el 40 % de los consumidores siguen recurriendo al mercado negro.
Y en los próximos meses, el Gobierno canadiense tiene previsto legalizar la venta de productos comestibles y bebidas inyectadas con tetrahidrocannabinol (THC, el componente psicoactivo del cannabis) y cannabidiol (CBD que no es psicoactivo y tiene propiedades médicas para el tratamiento de enfermedades como la epilepsia), lo que ampliará enormemente el número de potenciales usuarios.
UN BUEN NEGOCIO
“Es un buen negocio”, asegura a Efe Heather Conlon, la propietaria de Nova Cannabis, una de las cuatro tiendas de marihuana que operan en la zona más céntrica de Toronto, quien se vio sorprendida por las colas de clientes que aguardaban su turno durante los primeros días de apertura.
Esta empresaria ganó en un sorteo una de las 25 licencias otorgadas para establecer tiendas de venta de productos de cannabis. Sin experiencia en el sector, entendió que el comercio legal de marihuana era una oportunidad real de negocio.
“Mi esposo y yo hemos sido empresarios desde hace 20 años, y en los últimos 10 hemos tenido relaciones con Alcanna en la provincia de Alberta. Cuando en octubre abrieron allí cinco tiendas, lo contemplamos con detenimiento, observamos las colas, escuchamos todos los comentarios y vimos los medios de comunicación. Cuando se presentó una oportunidad aquí en Ontario, decidimos optar por una licencia y ver qué pasaba. Y ganamos”, explica.
La empresa Alcanna se ha dedicado durante 25 años a la venta bebidas alcohólicas en Canadá y Estados Unidos, y ahora se ha lanzado a la comercialización del cannabis.
Ambos sectores se regulan de una forma similar. El Gobierno federal ha traspasado la gestión del sistema de venta de marihuana a las 10 provincias del país, cuyas autoridades establecen los detalles, como la edad mínima de consumo o los canales de distribución.
En Ontario, la edad mínima de consumo es de 19 años, como la del alcohol. Las tiendas que venden marihuana sólo pueden adquirir sus productos de cannabis a la Junta de Control de Alcohol de Ontario (LCBO por sus siglas en inglés), una empresa pública. A su vez, la LCBO compra a los productores autorizados por el Ministerio de Sanidad de Canadá para cultivar y procesar marihuana, como Canopy Growth.
Además, en todas las provincias excepto Quebec, la ley permite a cualquier persona en edad legal de consumir cannabis cultivar hasta cuatro plantas de marihuana para su consumo personal.
Jennifer Lee, está a cargo de la unidad de Minoristas y Analíticas de Consumo de la firma Deloitte y es una de las principales expertas del país en el sector de la marihuana.
Antes de la legalización, Lee elaboró un informe sobre el nuevo sector con el evocador título de “Una sociedad en transición, una industria lista para florecer”, en el que señala que el mercado legal canadiense está valorado en 5,400 millones de dólares y tiene una gran proyección de crecimiento.
“A pesar de todos los problemas, el modelo canadiense puede ser replicado en otras partes del mundo. Muchos de los socios del G7 están atentos a lo que está pasando porque el cannabis no se limita a las tiendas sino que afecta bancos, la industria farmacéutica, el sector inmobiliario y el de salud y bienestar”, explica a Efe.
UN PRODUCTO FLOJO Y CARO
El pasado 4 de mayo, Toronto acogió la Marcha Global de la Marihuana, una protesta que se celebra en la ciudad desde hace 20 años para reclamar la legalización del cannabis. Este año, y a pesar de la legalización, se mantuvo la convocatoria.
“La razón por la que tenemos que seguir protestando es porque se ha producido un toma hostil corporativa y se han olvidado de la gente. Muchos pacientes de marihuana medicinal han sido arrollados.
Si hubiesen creado un mercado libre e inclusivo, no estaríamos protestando. Pero no lo han hecho. Lo han absorbido, lo han monopolizado y todavía tenemos duros castigos penales”, comenta a Efe Michael “PuffDog” Thomas, un veterano activista de la ciudad.
“PuffDog” nunca comprará marihuana en tiendas como Nova Cannabis. No sólo por razones “éticas”, sino también por cuestiones prácticas. “Disfruto del valor terapéutico de cultivar mi propia marihuana. Pero también entiendo la importancia de cultivar cannabis orgánico, como lo proporciona la naturaleza. Cuando utilizas 24 pesticidas, va en contra del propósito. Prefiero mantener mi cannabis orgánico”, dice.
Tiene otra queja, una de las más habituales entre los consumidores: la “debilidad” de la marihuana oficial. “Tienen un THC limitado. Yo creo variantes con elevado THC, de hasta el 34 %. Para mi, esa es la forma de hacerlo. No quiero algo que es básicamente cáñamo”, argumenta.
Growers World es una tienda situada en la zona este de Toronto dedicada a la venta de productos para los que quieren cultivar sus plantas de marihuana. Thomas, su propietario, coincide con lo expresado por “PuffDog”.
En las tiendas legales no sabes realmente lo que te están vendiendo. Me gusta conocer quién lo cultiva y todo lo posible sobre la variante. No confío para nada en la marihuana del Gobierno”, explica a Efe.
Thomas también desvela el mayor de los problemas del sistema oficial: el precio. “Un gramo de marihuana en la web del Gobierno cuesta 22,6 dólares, lo que es el doble o cuatro veces más de lo que debería ser y de lo que cuesta en el mercado negro”.
“El sistema no funciona”, incide Kevin, un usuario de la marihuana medicinal. Este antiguo cocinero en baja permanente por discapacidad la consume para aliviar los intensos dolores que padece en sus cervicales. “Hemos legalizado el consumo recreativo para la elite, pero los usuarios medicinales no pueden pagarla a pesar de tener una receta”, protesta.
También critica la escasa potencia del producto oficial, que no le da para calmar sus dolores. “Necesito cannabis potente. No lo puedo obtener legalmente y no lo puedo pagar”.
Lee, la analista de Deloitte, entiende estas quejas. “La única forma de que el mercado negro empiece a convertirse al mercado legal es que haya una variedad adecuada de producto. ¿Por qué vas a abandonar el mercado negro a menos que ofrezcamos algo completamente diferente?. Los consumidores están dispuestos a pagar un 10 % más sí ofrecemos lo que están buscando”, asegura, aunque admite que siempre existirá algo de mercado negro.
COMESTIBLES Y BEBIDAS DE CANNABIS
Tiendas modernas como Nova Cannabis están atrayendo a muchas personas que por primera vez consumen marihuana. “Son de todas las edades, por supuesto de la edad legal, hasta gente de 70 ú 80 años que quieren pastillas de CBD o aceites.
Algunos, obviamente, han estado comprando en el mercado negro desde hace mucho tiempo y están contentos de tener una tienda legal a la que pueden venir y sentirse seguro. O gente que prueba por primera vez, ahora que es legal, y están aprovechando la oportunidad”, relata Conlon.
Ahora, el próximo reto del experimento canadiense es la legalización de comestibles y bebidas. “Los comestibles tendrán un enorme impacto. Con tiempo, será uno de las categorías más importantes del mercado porque va a haber una variedad de productos atractivos para una mayor cantidad de consumidores, al no tener que fumar o utilizar los concentrados. Es más discreto y es más accesible en formato”, vaticina Lee.
“Nunca tuvimos una mejor posición de liderazgo en nada desde Graham Bell. Ahora la cuestión es si podemos aprovecharlo. ¿Podemos llegar a todas las esquinas? Tenemos más pacientes de marihuana medicinal que el resto del mundo.
Eso debería significar que podemos hacer mejor ciencia con mayores grupos de estudio y encontrar todas las respuestas”, observa Bruce Linton, fundador de Canopy Growth.
Para Lee y para Linton, el futuro del sector canadiense de la marihuana va mucho más allá de lo que pasa en el país. Sus ojos están puestos en todo el mundo.
Julio César Rivas/EFE
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