La música parlamentaria comenzó a sonar el pasado jueves, cuando Mario Draghi decidió presentar su dimisión. Es la tercera vez en esta legislatura que el incómodo sonido de la crisis regresa a las cámaras. Y seguirá haciéndolo hasta el miércoles, cuando el primer ministro italiano deberá ratificar su decisión o dar marcha atrás para poner a salvo al país y los intereses de Europa en los próximos meses. La puesta en escena será una moción de confianza en el Parlamento donde cada partido deberá significarse. Algunos se quedarán fuera y otros seguirán dentro de la mayoría de gobierno. Esa foto, después de cinco días de esperpento político que han tenido en vilo al país y a Europa, servirá al expresidente del Banco Central Europeo para tomar la decisión final. Un vodevil al que no ha logrado escapar ni el mismísimo salvador de la moneda única.
El primer ministro italiano viajó el lunes a Argelia para terminar de cerrar el acuerdo que permitirá a Italia reducir enormemente su dependencia del gas ruso, que pasará del 40% al 25%. El compromiso internacional, recordaban en el Palacio Chigi enfriando el optimismo, es el motivo por el cual no había dimitido todavía. Pero la demora se explica también en el intento del presidente de la República, Sergio Mattarella, de crear unas condiciones en Italia y fuera del país que le empujen a reconsiderarlo.
La presión exterior ha sido enorme estos días: desde Bruselas a Washington, pasando por el presidente ucranio, Volodímir Zelenski. Los partidarios, como Matteo Renzi, se multiplican en las últimas horas pidiendo su continuidad; 1.000 alcaldes han firmado una petición para que no dimita; y varias manifestaciones espontáneas recorrieron las calles de algunas ciudades de Italia para pedir a Draghi —el sexto primer ministro consecutivo que no ha salido de las urnas: el último en superar ese ritual democrático fue Silvio Berlusconi en 2008— que no se vaya.
El lunes, además, se formalizó el método con el que se escenificará la decisión final. El Parlamento organizará una votación de confianza en las cámaras que permitirá mostrar numéricamente el apoyo que tiene Draghi. El primer ministro expondrá su visión del asunto, escuchará la réplica de los partidos y constatará si existe esa unidad que reclama. Una puesta en escena institucional que complicará todavía más la espantada que tenía planeada el jueves. Especialmente si la votación, que comenzará en el Senado, es positiva. Por eso, una gran parte de los parlamentarios consultados el lunes por este periódico veía con optimismo la continuidad del expresidente del BCE al frente del Gobierno. “Es el momento de pedirle responsabilidad”, señaló el ex primer ministro Matteo Renzi.
Margen para la acción política
El entorno de Draghi aseguraba en la tarde del lunes que no hay novedades y que lo importante sigue siendo constatar si hay margen para la acción política en caso de que no renunciase, algo que no está garantizado. En caso de marcha atrás de su anunciada dimisión, el equipo de Draghi tendrá que preparar el terreno para ofrecerle una salida digna después de haberse mostrado inflexible durante varios días. La unidad total que reclama no existe. El M5S, de hecho, tuvo que suspender su asamblea telemática del domingo cuando comenzaron a encenderse los ánimos y sus miembros se arrancaron con los insultos. Hubo gritos de “traidores” a los que abogaban por seguir en el Gobierno y amenazas. “Os escupiremos en la cara”, seguían amedrentándose unos a otros. Su líder, el ex primer ministro Giuseppe Conte, tuvo que apagar la cámara y el sonido para evitar que el ridículo les devorase. Una muestra de la descomposición acelerada que vive el partido del que depende ahora mismo el futuro de Italia y parte del de Europa.
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El lunes, los reproches regresaron a la reunión. Pero cada vez más voces, como la del influyente jefe del grupo parlamentario de M5S, Davide Crippa, piden que los grillinos voten a favor en la moción de confianza. Esta oposición interna está a punto de crear otro cisma. La operación que algunas formaciones patrocinan —liderada por el propio Crippa— consistiría en provocar otra fuga de parlamentarios de sus filas. La semana pasada ya perdieron a unos 60 diputados y senadores, que se fueron con el ministro de Exteriores y exlíder del M5S, Luigi Di Maio, a una nueva formación. La idea es que este martes se anuncie la fuga de dos decenas más de parlamentarios, que dejarían al M5S como un cascarón vacío; y a Conte como un general sin tropas. De este modo ofrecerían a Draghi la cabeza del líder grillino y a la nueva formación surgida de la escisión como sustituta del partido antisistema. “Con eso sería suficiente. Habría un nuevo partido que sustituiría al 5 Estrellas y Conte quedaría fuera de juego. Ha dejado de ser una persona en la que se pueda confiar. Y pensamos que Draghi aceptará”, señala un influyente diputado del Partido Democrático.
La clave que lo desencallará todo será esa fractura de M5S. La Liga y Forza Italia ya han advertido que no aceptarán estar en otro Gobierno con los grillinos. De modo que si se produce la escisión, el escenario sería también favorable para ambos partidos. El problema es que unos comicios ahora supondrían una gran oportunidad para la derecha. Matteo Salvini, líder de la Liga, fue a visitar el domingo a Silvio Berlusconi a su mansión en Cerdeña. Los sondeos les favorecen: la izquierda ya no cuenta con el M5S para concurrir en coalición y no tendría tiempo de rearmarse. El único inconveniente es que Salvini perdería el liderazgo de la coalición y quedaría en manos de Giorgia Meloni, líder de Hermanos de Italia y tercer socio de la coalición. Por eso, en las últimas horas, está tejiendo una estrategia con Il Cavaliere para concurrir en una única lista a las hipotéticas elecciones. Sería una manera de superar a Meloni y reclamar el puesto de primer ministro en caso de ganarlas. Pero la posibilidad de unos comicios adelantados volvía a alejarse a última hora del lunes.
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