Italia se ha embarcado en un proceso de modernización histórico en el que invertirá unos 230.000 millones de euros para cambiar el destino del país. Una buena parte de ese dinero procede de las arcas de la Unión Europea, ya sea a fondo perdido o en forma de préstamos. Pero las reformas estructurales que el país no emprendió en los últimos 50 años son ahora una condición básica para tener acceso a los fondos. La garantía de que se harán, en una nación cuya credibilidad a la hora de cumplir promesas contraídas en Bruselas es altamente cuestionable, tiene la forma de una moneda con el rostro por las dos caras del presidente del Consejo de Ministros, Mario Draghi. El problema es que nadie sabe si a partir de febrero de 2022 seguirá al frente del país. Y algunos comienzan a buscar respuestas.
El próximo mes de julio comienza el llamado semestre blanco. Un periodo de seis meses que preceden a la elección del presidente de la República. Un tiempo durante el que no pueden disolverse las Cámaras y en el que todos los partidos comienzan las negociaciones para elegir al hombre que ocupará el palacio del Quirinal los siguientes siete años. Sergio Mattarella, su actual inquilino, acabará en febrero su mandato y el principal nombre para sucederle es Mario Draghi. Su entorno no lo niega. Más bien ignora qué le pasa por la cabeza. Pero algunos de los ministros de carácter técnico del Ejecutivo, como ha publicado recientemente La Stampa, ya admiten que tenían una previsión de trabajo de un año y fijan ese límite.
El perfil del expresidente del Banco Central Europeo (BCE), nadie lo duda, sería idóneo. Más después de los servicios prestados este año aceptando liderar un Gobierno de unidad con un Parlamento fragmentado con más de 216 casos de transfuguismo en tres años. El único problema es que en febrero el país se encontrará todavía iniciando sus reformas. De modo que la única manera de que ese puesto continuase siendo para él sería prorrogar un año el mandato de Mattarella, tal y como ya sucedió con su predecesor, Giorgio Napolitano. Hoy muchos recuerdan cómo el viejo jefe de Estado tenía ya hechas las cajas de la mudanza cuando decidió quedarse un tiempo más.
Los partidos han comenzado a posicionarse. Cada uno tiene su preferencia. En la Liga, explican fuentes del partido, estarían dispuestos a apoyar la candidatura a la presidencia de Draghi, pero solo si el relevo en el Quirinal se produce en febrero y luego se convocan elecciones anticipadas en Italia. El partido podría liderar un apoyo de toda la coalición de centro y extrema derecha, que incluye a Forza Italia y a Hermanos de Italia. “Hemos aplazado ya demasiadas elecciones. Si es Draghi, estupendo. Pero que sea en el periodo natural”, dijo abiertamente a este periódico el miércoles pasado el líder de la Liga, Matteo Salvini. Una posición que se explica también por la imperiosa necesidad de Salvini de ir a elecciones antes de que Giorgia Meloni, líder de Hermanos de Italia, le adelante y tome las riendas de la coalición de derechas. Y su postura, más o menos, coincide con la de uno de los interesados.
Mattarella no quiere repetir ni prorrogar su despedida. Si hubiese una debacle, si no se lograsen candidatos de consenso, como sucedió con Napolitano, podría estudiar una petición de este tipo. Pero no es lo que ahora mismo le gustaría, señalan fuentes de su entorno a este periódico. En el Quirinal son conscientes de los distintos intereses en el Parlamento para elegir en febrero al siguiente presidente o pedir una prórroga. Para algunos partidos con peso específico y líderes en caída libre, como Italia Viva (Matteo Renzi) o Forza Italia (Silvio Berlusconi), sería la última oportunidad de hacer valer su nutrido grupo de parlamentarios para una gran decisión antes de confirmar el ocaso de sus formaciones en unas elecciones. Pero la partida es muy compleja.
El Partido Democrático (PD) y el Movimiento 5 Estrellas (M5S), en plena remodelación, no quieren que la cuestión se resuelva en febrero. “Es evidente que eso significaría que habría que convocar elecciones. Especialmente si es Draghi quien finalmente va al Quirinal. Sería ya demasiado enrevesado optar por un tercer primer ministro no salido de las urnas en esta legislatura. Pero Enrico Letta acaba de llegar a la secretaría del PD y necesita tiempo para reconstruirlo”, señalan fuentes de los socialdemócratas. Algo parecido le sucede al M5S, en plena reconstrucción con Giuseppe Conte al frente.
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Los grillinos —que preferirían como presidenta de la República a la actual ministra de Justicia, Marta Cartabia— necesitan tiempo para rearmarse y las elecciones anticipadas que provocarían el salto de Draghi al Quirinal no lo permitirían. Han perdido un centenar de parlamentarios solo en esta legislatura y las fuerzas están divididas. Además, ambos partidos abogan por una reforma de la ley electoral antes de que se vaya de nuevo al voto. Si se mantiene la actual, son conscientes de que la coalición de derechas arrasaría y podría construir un Parlamento a su medida.
La figura de Draghi, la garantía esgrimida para el cumplimiento de las reformas, tienen claro todas las partes, podría volverse algo borrosa a partir de febrero. Y muchos de sus grandes promotores en Europa, como Paolo Gentiloni (uno de los principales promotores de su llegada al palacio Chigi), preferirían que se quedase un tiempo más en su puesto de primer ministro. El juego de carambolas que se abrirá a partir de julio, sin embargo, no permite asegurar nada.
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