La leche materna es el mejor alimento para el bebé en sus primeros meses. Así lo señalan las recomendaciones de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Lo ideal es que, en sus primeros seis meses de vida, el recién nacido se alimente exclusivamente mediante lactancia materna y que, a partir de los 6 meses, empiece a incorporarse paulatinamente a la dieta de un adulto a base de una combinación de la leche materna con alimentos adecuados y nutritivos para su edad.
La comunidad científica y pediátrica es unánime respecto a la superioridad de la leche materna sobre cualquier otro alimento, incluidas las llamadas ‘leches de fórmula artificial’. Sin embargo, la lactancia materna no siempre es posible. Bien por problemas fisiológicos, por condicionantes sociales como una pronta incorporación al trabajo, o por decisión de la madre de no dar el pecho, en muchas ocasiones es necesario recurrir a leches infantiles (de inicio y de continuación), que se administran al lactante bajo supervisión pediátrica durante el primer año de vida.
Al cumplir el año, ¿con qué hacer el biberón?
Coincidiendo con el primer cumpleaños del niño se produce una especie de paso del Rubicón. Ya le han salido los primeros dientes, la fase de introducción a la alimentación sólida avanza y puede que hasta haya dado sus primeros pasos. Las exigencias nutricionales en este período requieren una alimentación equilibrada, completa y variada para que el pequeño siga su desarrollo de forma adecuada. Es aquí donde surgen las dudas sobre si puede beber la misma leche que el resto de la familia o conviene apostar por una leche de crecimiento adaptada a sus necesidades nutricionales.
La respuesta no es categórica. Depende de cómo y qué se coma en cada familia. La Sociedad Española de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica (SEGNP) recalca que a partir del año un niño se puede alimentar con leche de vaca, siempre y cuando tome del resto de los alimentos en cantidad y en calidad apropiada para asegurar todas las ingestas necesarias de macro y micronutrientes. “Sin embargo, muchas familias se alejan de ese patrón de variedad. Por eso algunos pediatras sugieren tomar leche adaptada. Tiene un perfil de distribución de nutrientes similar al de la leche materna, pero con algo menos de proteínas para hacerla más fácil de digerir, más ácidos grasos esenciales y un suplemento de minerales y vitaminas. De esta forma, hasta los tres años nos aseguramos de que el niño está tomando cantidades apropiadas de esos nutrientes”, señala el doctor Ángel Gil, presidente de la Fundación Iberoamericana de Nutrición y Catedrático del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular II de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada y coordinador del Estudio EsNuPi (Estudio Nutricional en Población Infantil Española).
La leche adaptada tiene un perfil de distribución de nutrientes similar al de la leche materna, pero con algo menos de proteínas para hacerla más fácil de digerir, más ácidos grasos esenciales y un suplemento de minerales y vitaminas. De esta forma, hasta los tres años nos aseguramos de que el niño está tomando cantidades apropiadas de esos nutrientes
Ángel Gil, presidente de la Fundación Iberoamericana de Nutrición y Catedrático del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular II de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada y coordinador del Estudio EsNuPi (Estudio Nutricional en Población Infantil Española)
Leches enriquecidas, pero sin azúcar
En los últimos años, las leches de crecimiento (dirigidas a niños entre 12 y 36 meses) han sufrido una campaña de descrédito, sugiriendo que contienen mucho azúcar añadido. No es así. Lo primero que hay que tener en cuenta es que la leche ya contiene un azúcar naturalmente presente, la lactosa. Este tipo de azúcar no se considera un azúcar libre y, por tanto, su consumo no está limitado (salvo casos de intolerancia). Por tanto, si eliminamos este contenido en azúcar natural, veremos que las leches de crecimiento contienen cantidades muy limitadas de azúcar e incluso algunas de ellas no contienen nada de azúcar añadido.
Lo que sí se añaden son ácidos grasos Omega 3 DHA, hierro, calcio y vitaminas A, C y D. Estos nutrientes son clave para el desarrollo físico e intelectual del niño y lo deseable es que se adquieran con las comidas diarias. Sin embargo, según ha revelado recientemente el mayor estudio de nutrición infantil en España, el estudio EsNuPI, promovido por la Fundación Iberoamericana de Nutrición (FINUT) y la Fundación Española de la Nutrición (FEN), la dieta habitual de buena parte de los niños españoles no cubre esos requerimientos esenciales.
En concreto, 3 de cada 4 niños entre 1 y 3 años no alcanzan ni las recomendaciones de Omega 3 DHA, ni las de calcio. En el caso de la vitamina D se constata que el 100% de los menores de 3 años no alcanzan los niveles recomendados de esa vitamina. En esta franja de edad, la incorporación de leches infantiles enriquecidas y adaptadas a los requerimientos de esta edad (las leches de crecimiento) mitiga esas carencias. “En el estudio EsNuPi constatamos que los niños que toman estas leches de crecimiento, o, en el caso de los niños entre 3 y 10 años, leches enriquecidas, presentan un perfil alimentario más próximo a las recomendaciones pediátricas”, destaca el profesor Gil.
Más calcio y hierro
Uno de los grandes quebraderos de los padres con la incorporación de la alimentación sólida y completa es que sus hijos coman, y que, cuando lo hagan, coman lo más variado posible. Sobre el papel es fácil. En la vida real, no todos los niños aceptan de buen grado algunos alimentos, como el pescado, y esto complica que se alcancen las ingestas recomendadas de ácidos grasos como el omega-3 DHA, claves para el desarrollo cerebral. Algo tan simple como sustituir el vaso de leche normal por uno de Puleva Peques 3 aporta más del 60% de la cantidad diaria recomendada de Omega 3 DHA.
Algo similar sucede con el calcio y el hierro. El calcio interviene en la formación y crecimiento normal de los huesos, y el hierro, según algunos estudios, es muy importante para el desarrollo cognitivo del ser humano. “El hierro, además, no solo participa en la hemoglobina necesaria para el transporte de oxígeno a las células, también es necesario para la generación de los citocromos, unas proteínas importantes en la respiración”, destaca el profesor Gil. Incorporar un vaso (o biberón) al día de Puleva Peques 3 asegura el 43% de las ingestas de hierro diarias recomendadas entre el año y los tres años de edad.
Para ayudar a los padres a salir de dudas sobre si sus pequeños están tomando las cantidades recomendadas de nutrientes, el Instituto Puleva de Nutrición ha desarrollado una sencilla calculadora gratuita. Su uso es muy intuitivo: basta con ir respondiendo a las preguntas sobre cuántas raciones de carne, pescado, verduras o lácteos, entre otros, toma el niño cada semana.
Mucho sol, pero poca vitamina D
Los científicos llevan años advirtiendo que la población española adulta e infantil presenta carencias de vitamina D. Resulta paradójico en un país con unas 2.500 horas de sol al año, ya que, en condiciones normales, el 85% de la vitamina D necesaria se sintetiza simplemente exponiéndonos a la luz solar. “Cada vez pasamos más tiempo en interiores y nos desplazamos en medios de transporte, no a pie. Además, van calando las recomendaciones de los dermatólogos de usar filtros solares a diario para protegernos de los rayos solares. Estas circunstancias reducen la exposición solar y, por consiguiente, tenemos menores niveles de vitamina D”, advierte el profesor Gil.
Esta vitamina liposoluble posibilita el metabolismo del calcio para la formación de los huesos. Además, participan en el mantenimiento del sistema inmunitario. “Unos niveles bajos de vitamina D podrían reducir la resistencia a ciertas enfermedades del menor”. El estudio EsNuPi revela que los niños españoles tampoco alcanzan las ingestas recomendadas de vitamina D. “Por eso se puede complementar con alimentos enriquecidos, como la leche, cuyos niveles de vitamina D en ningún caso van a provocar problemas de salud por hipervitaminosis D”, señala Gil. Estos alimentos enriquecidos no deben confundirse con los complementos alimenticios, que solo deben administrarse por una razón pediátrica y bajo supervisión del médico.
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