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Más de 1,5 millones de ucranios han huido en el éxodo más rápido en Europa desde el fin de la II Guerra Mundial

Refugiados en Dorohusk, en la frontera de Polonia con Ucrania, el sábado 5 de marzo.

Con 1,53 millones de personas huidas en apenas semana y media de guerra, el éxodo ucranio es ya el más rápido de los ocurridos en Europa en ocho décadas, ha anunciado este domingo la agencia de la ONU para los refugiados, Acnur. “Más de 1,5 millones de refugiados desde Ucrania han cruzado a países vecinos en 10 días; es la crisis de refugiados que crece más rápido en Europa desde la II Guerra Mundial”, ha tuiteado el máximo responsable de Acnur, Filippo Grandi.

El pasado miércoles Acnur calculó en cuatro millones las personas que “podrían escapar en las próximas semanas y meses de Ucrania”, un país que antes del conflicto tenía 44,3 millones de habitantes. El éxodo, sobre todo, afecta a mujeres y niños, ya que la ley marcial impide abandonar Ucrania a los hombres de entre 18 y 60 años.

El destino principal de la huida es Polonia, que ya ha recibido a más de la mitad del total de refugiados. Se espera que el número total de ucranios que atraviesen esa frontera sobrepase el millón este domingo, después de las 129.000 entradas de la víspera. El sábado se alcanzó el máximo diario de refugiados llegados a Polonia desde el inicio de la ofensiva rusa, el pasado 24 de febrero, y el total de huidos de Ucrania a territorio polaco llegó a 922.400. Muchos ucranios escapan a Polonia porque es la frontera occidental ―es decir, en sentido contrario al avance ruso―, porque es un borde amplio ―mide más de 500 kilómetros― y porque muchos tienen allí familiares o amigos. Un millón de ucranios, principalmente migrantes económicos, residen en Polonia, donde la lengua es parecida.

Hungría, Eslovaquia, Moldavia, Rumania y Rusia suman un tercio de las llegadas de refugiados de la guerra. Los que llegan generalmente continúan su trayecto hacia otros países europeos. El Consejo Europeo dio luz verde este jueves a la activación de un mecanismo especial de protección temporal que permitirá que los refugiados ucranios puedan permanecer legalmente en la UE hasta tres años, con derecho a trabajar y a la asistencia social que precisen.

Refugiados en Dorohusk, en la frontera de Polonia con Ucrania, el sábado 5 de marzo. WOJTEK JARGILO (EFE)

Alemania, Holanda, el Reino Unido o Italia son algunos de los destinos más mencionados por quienes cruzan a través del paso fronterizo de Siret, en el norte de Rumania. Desde el inicio de la guerra han entrado en Rumania más de 252.000 ucranios, 24.846 en las últimas 24 horas, un 9,3% más que el día anterior, según datos difundidos en la tarde de este domingo por la policía de fronteras del país. El Gobierno rumano pretende instalar cerca del aeropuerto de Suceava —la principal ciudad de la región donde está el paso de Siret— un centro operativo para la llegada y envío de ayuda internacional humanitaria a Ucrania.

Los accesos por carretera a los países fronterizos están atascados por largas colas de coches, que suelen ir de los 10 a los 20 kilómetros, según el relato de quienes cruzan. Es habitual que los hombres acerquen en coche a familiares o conocidos lo máximo posible al cruce. Muchos refugiados optan, de hecho, por bajarse del vehículo y caminar los últimos kilómetros, pese al frío y la nieve. Las temperaturas en la tarde de este domingo eran de un grado bajo cero y se prevé que lleguen a menos ocho grados a mitad de la próxima semana.

Al principio de la guerra cruzaban la frontera con Rumania, a menudo a través de Moldavia, principalmente quienes vivían en el sur de Ucrania y, por tanto, esta era su vía de salida más rápida. Luego empezaron a llegar también desde Kiev, ante el atasco de la vía polaca. Aunque se dirigiesen finalmente a Polonia, preferían escapar cuanto antes de la guerra y moverse hacia allá, ya desde dentro de la UE.

Kujar Yaroslava, de 19 años, y su amigo Vlad Drevinskii, de 17, representan un último grupo: aquellos que no sentían urgencia de escapar, porque no vivían en un punto caliente, pero la guerra ha acabado por alcanzarlos. “No estábamos decididos a huir porque nunca creímos que fuera a llegar la guerra, pero empezaron a atacarnos ayer por la mañana [sábado] y tuvimos constancia de que mataban también a civiles”, cuenta Yaroslava a escasos metros del lado rumano de la frontera, donde se avista una ristra de vehículos ucranios. Vienen de la ciudad de Vinitsia (360.000 habitantes), en el centro del país y cuyo aeropuerto ha sido destruido por los bombardeos rusos, según ha señalado este domingo el presidente ucranio, Vladímir Zelenski, en un vídeo. “Ocho misiles fueron lanzados contra nuestra ciudad, contra nuestra pacífica y buena Vinitsia, que nunca ha amenazado a Rusia”, ha añadido.

Kujar Yaroslava (en el centro) y Vlad Drevinskii, a la derecha, este domingo en el paso fronterizo de Siret, en Rumania.Alex Onciu

La empresa estadounidense de nuevas tecnologías en la que trabaja Yaroslava fletó un autobús para sacarlos de Ucrania. “No teníamos otra opción. Dejé a mis padres, que nunca querrán abandonar su tierra, y a mi marido, que debe quedarse”, añade mientras espera a varios amigos para proseguir su camino hacia Bucarest. Llevan solo una mochila y una maleta amarilla grande, con la esperanza de regresar lo antes posible a su país. “Estaremos de vuelta en unos meses”, afirma Drevinskii.

Otra cosa ha cambiado en el paso de Siret. Está más organizado que a principios de semana, con casetas de ayuda de distintos colectivos, como distintas ONG, Cruz Roja, el Arzobispado de Suceava (la capital de la provincia de Bucovina). Hay también una clínica veterinaria, una representación de los testigos de Jehová y una carpa conjunta de la organización judía conocida como Joint y la agrupación de comunidad judías de Rumania, en la que se ofrecen tarjetas SIM de móvil, cargadores, comida. También se ayuda con los trámites para establecerse en Israel. Más de 200.000 ucranios pueden obtener la nacionalidad de forma automática al tener al menos un abuelo judío.

“En Odesa, mi hija solo lloraba”

ALEJANDRA AGUDO (CHISINÁU)

En Moldavia había, según datos de Acnur, algo más de 84.000 refugiados el domingo. Unos 20.000 menos que el día anterior, pues muchos pasan a la UE por Rumania por carretera o tren, ya que el espacio aéreo está cerrado para vuelos comerciales. 

En los centros de acogida temporales en la capital, Chisináu, es fácil encontrar numerosos refugiados de países como Azerbaiyán, Marruecos o Túnez que, en algunos casos, esperan arreglar los papeles con la Embajada de su país de origen para regresar. 

Es el caso de Sagrat, que después de tres décadas en Ucrania, se ve forzado a volver a Azerbaiyán, la tierra que abandonó cuando tenía 20 años. Lleva cuatro días con sus hijos en el refugio instalado en la feria de Moldavia Moldexpo, en Chisináu, y esperan marchar en cuanto consigan pasaportes.

“Moldavia alberga el mayor número de refugiados en comparación con su población: 4 refugiados por cada 100 habitantes”, ha tuiteado este domingo su primera ministra, Natalia Gravilita, tras su reunión con el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken. 

Hasta ahora han podido cubrir las necesidades básicas de los recién llegados. En un espacio gestionado por la entidad local Areap, que habitualmente sirve comidas a personas vulnerables de su comunidad, Edinet, se ha empezado también a distribuir alimentos y artículos de higiene donados a los refugiados como Olesia, de 32 años y madre de dos hijos, uno de 12 y una de cuatro con problemas cardíacos. “No nos podíamos quedar en Odesa porque no puede sufrir estrés”, explica abrazando a la niña. La zona estaba siendo bombardeada. “Pasamos tres días en un refugio subterráneo, sonaba la sirena cada 10 minutos”, rememora. Llegaron hace tres días y acuden al centro de Areap a por alimentos y juguetes. “No imaginé que acabaría dejando mi país, a mis padres y mi marido”, rompe a llorar. “Pero mi hijo veía la televisión y pensaba que iban a atacar nuestra casa. La niña solo lloraba”.

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