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Me falta


“Escribo prosa mientras junto valor para los versos”, dice Fabio Morábito en A cada cual lo suyo, su último libro. Por mi parte, vivo la vida mientras junto valor para morir. El verso es la muerte en la medida en la que no se puede ir más allá. No hay nada al otro lado del verso como no hay nada al otro lado de la muerte. El verso es al poeta lo que la llama de la vela a la mariposa: se abrasa en el momento de alcanzarlo, no hay otro modo de nombrar lo esencial. Dos páginas más tarde, Morábito empieza de este modo otra composición: “¿Qué importa más: un diente o un poema?”. Prosa-verso / diente-poema: he ahí dos dicotomías enloquecedoras y solo voy por la página 13 de su libro. “¿Es peor perder un buen poema o perder un diente?”, continúa. No revelaré el final porque está mal visto, pero me gustaría que el CIS se ocupara del tema.

De hecho, si yo fuera Pedro Sánchez sustituiría a Tezanos por Morábito, que tal vez no tenga ni idea de estadística, pero sabe lo que nos interesa a los contribuyentes y que nada tiene que ver con los índices de fidelidad ni con la intención de voto. Lo que yo necesito averiguar ahora es si mis contemporáneos prefieren la pérdida de un diente o de un poema. De ese dato se pueden deducir todos los demás, incluidos el de quién ganará las elecciones, el salario mínimo y la pensión media.

El caso es que voy leyendo el libro de Morábito a sorbos, en el metro. De vez en cuando levanto la mirada, observo el rostro de mis conciudadanos y trato de adivinar cuántos de ellos darían un diente por un poema y cuántos un poema por un diente. Por lo que a mí respecta, quizá caería en la mezquindad de preguntar si hablamos de un incisivo o de un canino. Mientras negocio, repaso la dentadura con la punta de lengua para ver si falta alguna pieza. Pero lo que de verdad me falta es un poema.

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