Por Diario de Cuba y CONNECTAS
La pandemia provocada por el coronavirus se convirtió en una coyuntura ideal para reactivar la venta de servicios médicos cubanos, que había sufrido un declive entre 2018 y 2019 tras el fin de los gobiernos afines al régimen en Brasil, Bolivia y Ecuador. En octubre de 2021 la viceministra de Salud de Cuba, la doctora Regla Angulo Pardo, anunció que 57 brigadas integradas por 4.982 profesionales de la salud han colaborado en la lucha contra la covid-19 en 41 territorios de América Latina y el Caribe, África y Europa.
En febrero del mismo año, el ministerio de Salud afirmó que en los últimos 60 años los médicos cubanos han realizado más de 14,5 millones de operaciones quirúrgicas en todo el mundo, atendido cerca de 4,5 millones de partos, y salvado 8,7 millones de vidas. Además de reanimar las contrataciones en el exterior, la pandemia sirvió de marco a La Habana para reactivar la propaganda alrededor de las misiones médicas, lo que incluyó una campaña por el Nobel de la Paz para el contingente del que forman parte los profesionales enviados a trabajar en la contención de la covid-19.
Pero esta campaña tuvo su contraparte. Organizaciones de la sociedad civil cubana, que cuentan entre sus miembros a médicos que han participado en las misiones, enviaron una carta al comité del Nobel: “El Estado cubano nos presiona a firmar un contrato de trabajo con el Ministerio de Salud de Cuba o empresas del Estado que no precisa adecuadamente las condiciones y el lugar de trabajo, nuestra compensación y muchos otros aspectos que nos competen”, se lee en la carta. Durante “el servicio en el extranjero (el Gobierno) nos obliga a separarnos de nuestras familias en Cuba por muy largos períodos y no se nos permite viajar a Cuba incluso en casos de enfermedad grave o muerte de hijos, cónyuges y padres”, agrega.
La ilusión del Nobel no prosperó. En contraste, lo que sí se dio fue el hartazgo de los cubanos, cuyas manifestaciones figuraron en las primeras planas de los principales medios en el mundo. Uno de los detonantes de la histórica protesta del 11 de julio de 2021 fue la salud: el colapso hospitalario y la escasez de medicamentos, reconocida incluso por un gobierno que no acostumbra a admitir sus fallas. También influyó el repunte de los contagios y muertes por covid-19 a partir de mediados de abril de este año, a pesar de ser Cuba el único país latinoamericano que ha anunciado el desarrollo de vacunas propias, dos de ellas aprobadas ya por el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, pero ninguna validada internacionalmente.
La reactivación de la propaganda cubana no ha sido suficiente para acallar las irregularidades que rodean al modelo de las misiones médicas de ese país desde hace años, ni para paliar la situación del sistema de salud nacional. Diario de Cuba y CONNECTAS investigaron y encontraron numerosos testimonios de profesionales que han participado de dichas misiones en Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador y hasta Arabia Saudita, y que denuncian violaciones de derechos humanos. (Ver La otra cara de las misiones médicas cubanas). Los profesionales también dan cuenta de cómo este programa se ha utilizado para fines que nada tienen que ver con salvar vidas, y las particularidades de los acuerdos de estas “misiones de salud” en Uruguay, Panamá y México.
También se recogen testimonios que revelan el panorama actual del sistema de salud en Cuba: el contraste entre el servicio de salud para los cubanos –cuyo deterioro lleva años, pero se ha acelerado con la pandemia–, y el “turismo de salud” para los extranjeros, que sigue gozando de buena reputación internacional (Ver Candil de la calle, oscuridad de la casa).
¿Cómo surge esta contradicción? ¿Cómo es que Cuba, una isla del Caribe con una población de 11 millones de personas, posee, según cifras del Banco Mundial, más médicos por cada mil habitantes (8,4) que potencias como Alemania (4,2), Suecia (4), EEUU (2,6) o Japón (2,4)? Y al mismo tiempo, ¿cómo es que, si en 2010 los médicos destinados a los Consultorios de la Familia en la isla llegaron a ser 36.478, en 2017 solo quedaban 13.131; es decir, una reducción del 64 por ciento en menos de una década?
En 1984 el gobierno cubano creo el programa del Médico y la Enfermera de la Familia, con el objetivo de dar cobertura sanitaria a toda la población de la isla. Aunque el programa se convirtió en un referente mundial, la caída de la Unión Soviética y la crisis que sobrevino en Cuba demostraron que carecía de un plan de sostenibilidad.
La tabla de salvación llegó con el ascenso al poder de Hugo Chávez en Venezuela. El 30 de octubre de 2000, Cuba y Venezuela firmaron un acuerdo por el cual la parte cubana se comprometía al envío de médicos que ofrecerían servicios gratuitos en lugares con cobertura de salud deficiente, y al entrenamiento de personal venezolano. Venezuela se comprometía, por su lado, al envío de 53.000 barriles diarios de petróleo. Para 2012, según cifras oficiales, las exportaciones cubanas a Venezuela eran de 2.484 millones de dólares (principalmente medicinas y petróleo refinado), mientras que las exportaciones del país sudamericano a la isla sumaban 6.079 millones, más que todo en petróleo.
En 2011 el gobierno cubano llevó a cabo una serie de privatizaciones al estilo ruso, para hacer encajar la estatizada economía en un mundo de libre mercado. Así nació la Comercializadora de Servicios Médicos Cubanos, la sociedad anónima que asumió el negocio de exportación de personal de la salud. A través de esta entidad y gracias a la alianza con Venezuela, fue posible llevar a una escala masiva la exportación de mano de obra especializada cubana, así como consumar un sueño albergado por Fidel Castro: exportar la revolución y ampliar su influencia a nivel mundial. Así, además de moneda económica, las misiones médicas se convirtieron también en moneda diplomática (Ver: La diplomacia de las batas blancas).
La exportación masiva del personal de salud resolvió, paralelamente, un problema: la imposibilidad de emplear en Cuba a un número tan desmesurado de médicos. Pero lo que para el gobierno cubano fue una solución, para muchos de los médicos participantes ha sido un calvario. Testimonios de esta investigación periodística, como el de la doctora Elisandra del Prado Torres, revelan que los profesionales cubanos no eran libres de reunirse para profesar su religión ni de escoger una pareja sentimental.
Además de sufrir violaciones a sus libertades y derechos fundamentales, los profesionales cubanos de la salud denuncian haber sido obligados a hacer proselitismo político. Un médico que fue jefe de un Área de Salud Integral Comunitaria en Venezuela, relató cómo debieron inmiscuirse en la política local. “Yo estaba a cargo del Río Asic Caribe, Municipio Arismendi, Estado Sucre. Allí me vi obligado a apoyar al alcalde en la campaña por la reelección. Todos los días participé en reuniones para trazar las estrategias. Todo esto con un asesor de seguridad cubano llamado Miruslava. Prácticamente tuvimos que decirle al alcalde cómo actuar…”.
A pesar de las presiones a las que son sometidos los profesionales que participan en estas misiones, la opción de no ir es aún peor. La diferencia salarial entre permanecer en Cuba o integrar una misión es tan marcada, que incluso teniendo que entregar más del 75 por ciento del salario a las autoridades cuando se opta por trabajar fuera de la isla, sigue resultando una oportunidad de prosperar. Además, el que se niegue a ir a una misión puede ser señalado como contrarrevolucionario y recibir un castigo, como la asignación de un trabajo en una población alejada. Por otra parte, al que escape de una misión le queda prohibido volver a Cuba en ocho años.
El modelo que se implementó primero en Venezuela se replicó en varios países, pero se potenció especialmente en Brasil con el programa Mais Medicos, en el que participaron al menos 18.000 profesionales cubanos en un periodo de cinco años. Muchos de ellos han denunciado los atropellos a los que fueron sometidos con la connivencia de ambos gobiernos y de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
En noviembre de 2018, cuatro médicos cubanos que participaron en el programa entre 2013 y 2017 demandaron judicialmente a la organización en Miami, acusándola de haber facilitado una “red de tráfico humano” y “esclavitud” utilizando como pantalla el programa Mais Medicos. De acuerdo con informes oficiales presentados en la demanda en Miami, los médicos cubanos recibieron menos del 10 por ciento del dinero que Brasilia pagaba a La Habana por estos servicios, mientras que la OPS, con sede en Washington, y el Gobierno cubano, se quedaron con el resto. El organismo internacional habría recaudado más de 75 millones de dólares en comisiones por su participación como intermediaria y unos 1.300 millones de dólares habrían ingresado a las arcas del gobierno cubano utilizando cuentas bancarias de Estados Unidos.
En mayor o menor medida, estas denuncias se han repetido en los diferentes países a donde han ido las misiones médicas cubanas. Un caso singular es Arabia Saudita, donde el Gobierno sí paga directamente a los profesionales por su trabajo. En este caso, la maquinaria de explotación de La Habana ha creado un mecanismo que obliga a los médicos a entregar parte de su sueldo y a mentir sobre su verdadero destino.
Mientras tanto, la situación sanitaria para los cubanos no es mucho mejor. La falta de medicamentos, de oxígeno, de gasolina para las ambulancias y el deterioro general del sistema son ya lugar común en el país. Las redes sociales se han convertido en el escenario donde los ciudadanos se quejan de esta situación, incluso los adeptos al régimen.
Un médico que prefirió mantener el anonimato, denunció a Diario de Cuba y CONNECTAS la crítica situación: “He visto llorar de impotencia a una doctora porque hay menos medicinas que en el Periodo Especial, he sabido de pacientes que han llegado en paro cardíaco y han tenido que ser reanimados en el piso porque no había cama disponible, y en la maniobra se han dado chuchazos eléctricos los compañeros porque no puedes alejarte del paciente para aplicarle la descarga con el desfibrilador… “Faltan hasta los medicamentos sencillos, no estamos hablando de antibióticos de cuarta generación, muchas veces ni penicilina hay. El faltante está hace rato, pero este año ha empeorado mucho”, agregó.
Además de la pandemia de la covid-19, en Cuba se ha extendido la escabiosis. Ante el desabastecimiento de farmacias y hospitales para tratar esa infección de la piel, la única opción son los remedios caseros. “Los médicos del cuerpo de guardia, en cualquier hospital, te lo dicen claro: ‘No hay medicamentos, resuelvan con hervir la ropa todos los días y bañarse con agua caliente dos veces’. Llevamos tres meses intentando con nuestros tres hijos, pero ya no podemos seguir hirviendo la ropa y las sábanas todos los días porque en este municipio entra el agua días alternos”, dijo Ezequiel Varona Díaz, cuyos tres hijos menores de edad estaban “infestados con sarna críticamente” desde hacía tres meses.
En contraste, la Comercializadora de Servicios Médicos Cubanos sigue ofreciendo servicios de alta calidad para los turistas extranjeros, quienes siempre han gozado de una atención especial. Así lo muestra el caso de un paciente que en 2002 acudió a los servicios médicos ofrecidos para extranjeros en Cuba. “Fue un tratamiento de rehabilitación para mi hijo que en ese momento tenía dos añitos”, dijo la mamá a periodistas de esta investigación. Acudió a los servicios en La Habana por recomendación de un amigo cubano que sabía que la isla ofrecía tratamientos de primera calidad para clientes extranjeros.
“Los cubanos nos hablaron de un trabajo integral de cinco semanas para mi hijo en el Centro Internacional de Restauración Neurológica de La Habana. El niño tenía terapias de ozono y fisioterapias todos los días, pero lo más importante es que nos devolvieron la esperanza frente a la recuperación de mi hijo. Hubo mucho trabajo emocional”, dijo y recordó que, si bien el lugar no era lujoso, los servicios eran de alta calidad. La familia, en este caso colombiana, no estaba sola. También había familias de México, España, Bielorrusia y República Dominicana: “Eso sí, nunca tuvimos contacto con pacientes cubanos porque ellos estaban en otro edificio al que no teníamos acceso, ni ellos al nuestro”, aseguró.
En julio de 2021, el presidente Miguel Díaz-Canel visitó uno de los 14 centros de salud para extranjeros, el Centro de Restauración Neurológica, y se fotografió con Aurora, una niña uruguaya que recibe tratamiento especializado y cuyo caso se ha hecho viral en las redes. El 25 de julio, pocos días después de las masivas protestas en la isla, el gobernante dedicó una publicación en Twitter a la niña: “¡Qué alegría saber de ti, Aurora: luz del domingo! Estamos muy contentos de tenerlas a ti y a tu mamá en Cuba. Ya sé que te debo una visita, hemos vivido días difíciles pero Lis y yo vamos a cumplir la promesa. ¡Un abrazo y sigue dándonos ejemplo!”, escribió.
Las contradicciones de la salud cubana se han agudizado con la pandemia, la misma que sirvió al gobierno para relanzar sus misiones por el mundo. A la par que escasean los medicamentos más básicos, se desarrollan más vacunas contra la covid-19 que en cualquier otro país latinoamericano. En septiembre, el gobierno cubano negoció la venta de 10 millones de dosis de la vacuna Abdala a Vietnam, cuando solo el 40,3 por ciento de la población tenía el esquema de vacunación completo. Al 31 de octubre, el 65,1 por ciento de la población cubana estaba vacunada.
¿A dónde van los cuantiosos recursos recabados en las misiones? durante el primer semestre del 2021, el gobierno destinó el 45,5 por ciento del presupuesto a servicios empresariales y actividades inmobiliarias enfocadas en el turismo internacional, mientras a la salud pública solo destinaba un 0,8 por ciento. Es decir, negocio y política afuera, abandono adentro.
Si le interesa saber más de las misiones médicas de Cuba, puede ingresar al especial completo aquí.
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