Medvedev y Nadal se estrechan la mano después de la final del Open de Australia.Andy Brownbill (AP)
Como competidor, Daniil Medvedev fue un ejemplo porque no puso una sola mala cara a Nadal, tampoco se recriminó a sí mismo nada ni levantó la voz en el encuentro, ningún mal gesto ni desespero en momentos de apuro, solo el disfrute de intentar ganar acompañado con algún puño al aire como festejo comedido. Pero otra cosa es que le perdieron los modales, también un público que desde que entró al estadio le dedicó pitos. Discutió con el juez de silla, puso malas caras a los recogepelotas e insultó a los aficionados para acabar menospreciando a la organización del torneo. “Voy a empezar con la historia de un niño que soñaba en grande. Cuando cogí mi primera raqueta con seis años, soñaba con los escenarios más grandes. Pero hoy, ese niño ha dejado de soñar”, resolvió el ruso, molesto por la actitud de los aficionados que pagaron la entrada por ver la final del Open de Australia y le tenían tirria. “Si incluso ha habido una vez que un niño ha dicho mi nombre y la grada le ha mandado callar”, lamentó Medvedev.
La tensa relación, sin embargo, venía del duelo anterior, durante las semifinales ante el griego Tsitsipas. Resulta que en ese encuentro, Medvedev perdió los nervios y la educación ante el juez de silla español Jaume Campistol, pues entendía que permitía que el padre de su rival le diera consejos desde la grada cuando es algo que está prohibido en todos los torneos menos en la Copa Davis, cuando el entrenador está a pie de pista. “Su padre está hablando cada punto. ¿Por qué puede hablar cada punto? ¿Eres imbécil? ¡Mírame, estoy hablando contigo! ¿Cómo puedes ser tan malo y estar arbitrando una semifinal de Grand Slam?”, le espetó el ruso, que se disculpó al acabar el encuentro. Pero en la final frente a Nadal también las tuvo de todos los colores.
Durante los dos primeros sets, aunque le silbaban con disimulo, Medvedev aguantó el tipo. Pero cuando el público, deseoso de que el partido no acabara en tres mangas, se posicionó claramente con Nadal, afloraron los nervios. Sobre todo cuando, tras fallar una bola fácil, los aficionados festejaron el punto. Algo que las normas de comportamiento del tenis y del deporte no escritas señalan como de mala educación porque no se celebran los fallos del rival sino que se aplauden los éxitos. En ese momento, la respuesta irónica del ruso fue aplaudir al público con la raqueta y una sonrisa torcida. E, instantes después, mientras se cambiaba de camiseta en uno de los intercambios de campo, se dirigió al juez de silla y criticó con dureza la reacción de los aficionados: “Cerebros vacíos… ¡sus vidas deben ser muy malas!”. No fue, sin embargo, la única vez que se dirigió al juez de silla.
Sucedió que el público le sacó de quicio porque gritaba a cada ocasión que fallaba el primer servicio y antes de que ejecutara el segundo. Harto, trató de frenarlo. “Tienes que hacer algo más que ‘por favor’, y decirlo las veces que hagan falta. Yo creo que ya es suficiente, ¿no? Esto es una final de Grand Slam”, le repitió con acidez al juez de silla, que así lo hizo en un par de ocasiones tras la queja del ruso porque no le faltaba razón.
Lo que sí le faltó fue paciencia y comprensión, hasta el punto de que lo lamentó después de la ducha y ante los medios de comunicación. “Empecé viendo torneos en la tele, luego jugué torneos en Rusia, pasé a Europa y al Olímpic Festival con 2.000 personas viéndolo. Soñé con escenarios grandes. Como júnior, ves a los profesionales. Ese es el momento en el que sueñas en estar en estos escenarios… Pero esta final es uno de los momentos en el que el niño dejó de soñar”, señaló Medvedev, que también se llevó un susto cuando una aficionada saltó a la pista con una pancarta en la que ponía: “Abolid la detención de refugiados”, en alusión al protagonismo que ganó el serbio Djokovic, en contraste con los propios refugiados, cuando tuvo que alojarse en un centro de asilados.
“Aburrido, aburrido”
Aunque él tampoco se calló en la gala de los premios a pie de pista, cuando la presidenta del Open de Australia, Jayne Krdlicka, cogió el micro. “Daniil, estabas decidido a hacer historia por segunda vez consecutiva —después de conquistar el US Open— y eso no sucedió esta noche, pero no hay duda de que estás en el camino de conseguir muchos récords para los libros de la historia del tenis”, señaló Krdlicka. Un discurso al que Medvedev respondió hasta en tres ocasiones con la misma palabra: “Boring [aburrido]”.
Ya más calmado atendió a la prensa. “Si hablamos de tenis no estoy decepcionado. Ha sido un partido tremendo que se ha decidido en los pequeños detalles. Claro que podría haberlo hecho mejor. Pero Rafa lo ha hecho de maravilla, ha incrementado el nivel de su tenis y me ha sorprendido. Aunque bueno, es Rafa y todos sabemos de lo que es capaz”, aceptó con deportividad.
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