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Mélenchon se consolida en las elecciones legislativas de Francia como principal rival de Macron

Mélenchon se consolida en las elecciones legislativas de Francia como principal rival de Macron

Jean-Luc Mélenchon, a los 70 años y quizá en la última batalla de una larga carrera en la política, vive su hora de gloria. El domingo, en la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas, la coalición de izquierdas que lidera empató con la candidatura del presidente Emmanuel Macron. Y quedó en una posición óptima para convertirse, tras la segunda vuelta del próximo domingo, en la segunda fuerza en la Asamblea Nacional.

La gloria, sin embargo, no es completa. Ningún instituto de sondeos le da una mayoría de diputados. Era el objetivo que se fijó cuando, tras las presidenciales de abril, planteó las legislativas como una revancha y una elección que forzase al presidente a nombrarle primer ministro. Mélenchon, que hace unos meses parecía a punto de caer en la irrelevancia política, es hoy el primer opositor a Macron.

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El objetivo de Mélenchon y de los candidatos de la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES) es ahora movilizar a la mayor parte posible del 53% de votantes censados que se abstuvieron el domingo y dar la vuelta a las predicciones el día 19. No lo tiene fácil. Pero si la NUPES –alianza de los euroescépticos y anticapitalistas de Mélenchon con socialistas, comunistas y ecologistas– forma el primer grupo opositor en la Asamblea Nacional, ya será un éxito que habría sido inimaginable hace unos meses.

El éxito de Mélenchon refrenda el tópico según el cual la unión hace la fuerza. En solitario, ninguno de los partidos de izquierda habría empatado con Ensemble (Juntos), la candidatura de Macron, ni podría aspirar, como señalan las proyecciones, a tener entre 175 y 205 escaños. Es decir, más del triple que tenían los partidos de la NUPES por separado en la legislatura que ahora termina.

“Es el resultado de haber conseguido entendernos y haber puesto fin a décadas de desunión”, resume por teléfono Caroline Mecary, candidata mélenchonista en París frente al actual ministro de Europa, Clément Beaune. En la primera vuelta, Mecary sacó un 39,5% de votos; Beaune, un 34,7%. Ambos pasaron a la segunda vuelta.

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“La izquierda solo puede ganar elecciones si se une”, corroboraba hace unos días, durante un acto electoral en el que acompañó a Mecary, el antiguo diputado socialista Patrick Bloche. Hablaba por experiencia. Desde que el socialista François Hollande abandonó el Elíseo en 2017, el Partido Socialista (PS) no había dejado de encogerse. La candidata de su partido, la alcaldesa de París Anne Hidalgo, sacó un 1,7% de votos en las presidenciales.

Posición de fuerza

Mélenchon, desde la posición de fuerza que le otorgaba haber quedado tercero en la primera vuelta de las presidenciales y a 400.000 votos de clasificarse para la final, impuso a principios de mayo y en cuestión de días un acuerdo a los debilitados socialistas, ecologistas y comunistas. Estos tuvieron que tragar algunos sapos, como el programa euroescéptico del líder izquierdista (en el caso de socialistas) o su oposición a las centrales nucleares (en el caso de los comunistas).

A cambio, los socialistas obtuvieron las garantías de formar un grupo propio en la Asamblea Nacional, lo que resultaba más complicado si se hubiesen presentado cada uno por su lado. La novedad del acuerdo, respecto a otras uniones de la izquierda en décadas recientes, es que esta vez no se hizo bajo la tutela de su ala moderada, el PS, sino del ala radical: La Francia Insumisa (LFI) de Mélenchon.

Mélenchon también demostró su habilidad al proclamar en abril: “Elíjanme primer ministro”. Las legislativas eligen una mayoría parlamentaria, no directamente a un primer ministro. Pero, con esta declaración, el líder izquierdista quitó a la jefa de la extrema derecha, Marine Le Pen, la bandera de primer opositor a Macron. Y, pese a haber quedado fuera por tercera vez de la segunda vuelta de las presidenciales, de repente todos los focos se centraron en él. Fijó un marco mental: esta era su elección, aunque paradójicamente no se presenta para revalidar el escaño que ocupaba. En todo caso, se ofrecía como el único en condiciones de laminar el poder del presidente. “Era una manera de repolitizar el debate y fijar un objetivo”, señala la candidata Mecary. “Se trata de una fórmula, una imagen que permite dar sentido al compromiso y al voto”.

Los frutos del plan

El plan ha dado frutos. En la primera vuelta, la NUPES ha obtenido un 25,66%, a muy poca distancia del 25,75% de los macronistas de Ensemble. Para el presidente, este resultado supone una caída de dos puntos respecto a la primera vuelta de las presidenciales de abril y de casi siete respecto a las legislativas de 2017. Mélenchon coloca a sus candidatos en la segunda vuelta en 384 de las 577 circunscripciones. Varios ministros de Macron, entre ellos Beaune, podrían perder el domingo ante candidatos de Mélenchon, lo que los obligaría a dimitir del cargo, según ha ordenado el presidente.

El éxito de Mélenchon, al mismo tiempo, oculta que el porcentaje es casi el mismo que el que los partidos que forman la NUPES obtuvieron en las legislativas de hace cinco años. Y puede quedarse corto ante el objetivo de alcanzar la mayoría parlamentaria y ser el nuevo primer ministro.

Ante la segunda vuelta del domingo, la ventaja de los macronistas, en los distritos donde se enfrentan a candidatos de la NUPES, es que pueden apelar a votantes de Los Republicanos, el partido de la derecha tradicional. La NUPES, en cambio, no dispone de tanto margen para crecer, salvo entre los abstencionistas. La abstención es mayor entre jóvenes, un 69%, y este es un caladero propicio para la izquierda. “Para ganar en la segunda vuelta, debemos estar sobre el terreno, explicar el programa y convencer a quienes no han ido a votar de que es imperativo votar por su vida de cada día”, afirma Mecary. “Hay que conseguir que los abstencionistas regresen”.

Caroline Mecary habla con Patrick Bloche en un mercado de París, antes de la primera vuelta de las legislativas, el pasado jueves.STRINGER (REUTERS)

Quedan cinco días de campaña, y Macron y Mélenchon afinan los argumentos. “Ante los extremos, no cederemos en nada”, dijo en la noche electoral la nueva primera ministra, Élisabeth Borne, con una fórmula que parecía equiparar a la extrema derecha y a la izquierda radical.

La incógnita era qué consigna de voto darían los macronistas en las 58 circunscripciones donde se enfrentan candidatos de Mélenchon con de Le Pen. En un primer momento, el domingo por la noche, titubearon: la consiga era “caso por caso”. Una equidistancia que casa mal con la retórica del cordón sanitario ante la extrema derecha. Horas después, rectificaron. “Seamos claros: ni un solo voto debe ir al Reagrupamiento Nacional”, subrayó la portavoz del Gobierno, Olivia Grégoire. Es la misma fórmula que Mélenchon empleó en abril cuando Le Pen y Macron se clasificaron para la segunda vuelta de las presidenciales.

Mélenchon, que el domingo erróneamente dijo que más de 500 candidatos de NUPES habían llegado a la segunda vuelta y proclamó la derrota de Macron, cuestiona el resultado final publicado por el Ministerio del Interior, que da una ligera ventaja de poco más de 21.000 votos a Ensemble. Sostiene que el recuento no incluye algunos de sus candidatos y que obedece a un plan para perjudicarle. “NUPES ha ganado”, aseguró su mano derecha, Manuel Bompard. “La contabilización del Ministerio del Interior es una nueva forma de manipulación”.

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