3.2 millones de niños y adolescentes de 5 a 17 años trabajan en México, de acuerdo con la medición 2017 del Inegi; 70 mil están expuestos a explotación sexual.
Tiene entre nueve y 10 años y se arrastra entre los vagones del Metro. Vestida con ropa desteñida y sucia, una y otra vez trata de limpiar, con un pequeño trapo, los zapatos de los pasajeros.
A cambio espera una moneda, pero la mayoría de las veces sólo recibe indiferencia o desprecio. Cansada después horas de arrastrarse por el suelo, prosigue su andanza de mendicidad forzada.
No es el único caso. Descalzo y con ropa desgastada, un pequeño campesino de seis o siete años de edad que se comunica en su idioma reparte volantes que dicen: “Venimos de la Sierra Norte de Puebla, somos muy pobres y por eso nos vemos obligados a pedir su ayuda”.
Una y otro son ejemplos de los 3.2 millones de niños y adolescentes de cinco a 17 años que trabajan en México, de acuerdo con la medición 2017 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Esto ubica a México como el segundo en América Latina con más infantes laborando expuestos a riesgos mecánicos, biológicos, físicos, químicos o relacionados con prostitución, y hasta cooptados por la delincuencia organizada.
El trabajo infantil trasciende el ámbito familiar porque se da por una problemática estructural, donde la desigualdad y la pobreza juegan un papel sumamente importante, señalaron investigadores entrevistados por Notimex.
De los 3.2 millones de menores que laboran, 2.1 millones trabaja en actividades que no están permitidas, y el restante (1.4 millones) lo hace en labores domésticas no adecuadas, informó el doctor en Derecho del Trabajo y Seguridad Social, Alfredo Sánchez Castañeda.
El también integrante del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) indicó que los menores realizan largas jornadas de trabajo y al menos 50 por ciento no recibe salario, situación que se agrava porque tampoco tienen prestaciones ni derechos laborales.
Agregó que un factor fundamental es la pobreza, pues más de la mitad de estos menores necesita aportar económicamente a la familia o para sufragar sus actividades cotidianas.
Para más detalles, señaló que de 29 millones de niños entre cinco y 17 años, hay 2.1 millones que no va a la escuela; asimismo, hay 70 mil menores sujetos a explotación sexual.
Franeleros y limpiaparabrisas
Trabajo infantil es cualquier actividad que atenta contra el adecuado desarrollo de niñas, niños y adolescentes, explica Carmen Gabriela Ruiz Serrano citando a la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
La doctora en Trabajo Social por la UNAM explicó que el trabajo infantil tiene como características que es peligroso, interviene contra la escolarización y atenta contra derechos como la recreación, el libre esparcimiento y el disfrute de espacios libres de violencia.
Si bien, dijo, hay que diferenciar entre las actividades de cooperación en labores que tienen que ver con el contexto familiar o comunitario, lo cierto es que los niños están siendo incorporados a actividades que son muy visibles, pero al mismo tiempo son muy opacas y sólo provocan la indiferencia social, como es la mendicidad forzada.
Objeto de este tipo de “empleos” son los niños franeleros o limpia-parabrisas, quienes por su vulnerabilidad son fácilmente enganchados por la delincuencia organizada para vender droga o prostituirlos.
Ruiz Serrano consideró que la inclusión de menores en actividades ilícitas, como podrían ser los niños sicarios o las adolescentes prostituidas, por ley deben mirarse como víctimas de trata de personas y de actividades que flagelan la dignidad humana.
Estos menores no deben ser criminalizados, porque muchos provienen de familias donde hay violencia, no cuentan con condiciones económicas para su sustento, manutención, cuidado y crianza, de tal manera que los grupos criminales aprovechan su vulnerabilidad.
La especialista no está de acuerdo en bajar la edad penal a los 16 años, porque se criminalizaría a este sector y de acuerdo con las neurociencias, el cerebro termina de desarrollarse hasta los 20 o 21 años.
Sobre la condición de infantes indígenas, mencionó que la situación todavía es más grave porque nueve de cada 10 no logra satisfacer sus necesidades fundamentales, además, en las personas del rango de cero a menos de 18 años, una de cada dos ha sufrido violencia psicológica.
“Halcones” o “burreros”
En México está prohibida la contratación de menores de 15 años, aunque ya se reconoce el derecho al trabajo a partir de los 16, sin necesidad de recibir algún permiso de padre, madre o tutor, dice la investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, María Carmen Macías Vázquez.
Sin embargo, es común ver a los menores en labores del campo ayudando a la economía familiar o, dado que no tienen reconocimiento legal, incorporándose a la informalidad como vendedores ambulantes o vagoneros en el Metro.
Según datos del Inegi, se estima que 30.5 por ciento de los infantes trabajan en el sector agropecuario, 25.9 por ciento en el comercio, y 24.6 por ciento en el sector servicios.
Al referirse a los infantes que trabajan en la calle, Macías Vázquez dijo que están expuestos a ser atropellados, lastimados o ser víctimas de abuso y explotación.
Lo que es peor, insistió, es que al salir solos a la calle a trabajar pueden caer en las manos de los delincuentes, cooptándolos para servir como “halcones” o “burreros”, es decir, traficando enervantes, e incluso, llegar al extremo de convertirse en niños sicarios.
La también especialista en Derecho Social y al Trabajo declaró que existen redes que se dedican a obtener beneficios por los servicios de los niños, sin importar su seguridad, pues además de ser fácilmente manipulables, su minoría de edad les da cierta protección ante la ley.
Expuso que al carecer de la suficiente conciencia y los valores necesarios para discernir entre lo bueno y lo malo, los niños carecen de voluntad propia y, por su estado de vulnerabilidad, pueden ser abusados en todos los sentidos por adultos que se aprovechan de estas circunstancias.
Deserción escolar
Aquí se da otro problema, porque al verse en la necesidad de trabajar casi siempre dejan la escuela y se quedan con un nivel de educación muy bajo, ya que existe una alta deserción entre los menores que laboran, porque al ocuparse en otras actividades, ya no llenan los espacios en las escuelas.
Mencionó que son pequeños que trabajan más de ocho horas, en condiciones inhumanas, como es el caso de los niños que por muchas horas deambulan por los vagones del Metro, donde sufren un enorme desgaste físico y por ello, cuando llegan a tener oportunidad, ya no pueden rendir en la escuela.
De acuerdo con datos oficiales de 2018 en la pasada administración del gobierno capitalino, sólo en la Ciudad de México casi 85 mil niños se emplean en diversas ocupaciones. Además, de los menores que trabajan, aproximadamente 60 mil son niñas, quienes sufren mayor explotación que los varones.
También hay casi 500 niños que trabajan prácticamente todo el día en las líneas del Metro, situación que como sociedad no se puede permitir y el Estado está obligado a atender para garantizar su educación, alimentación y su derecho a la salud, sobre todo por la vulnerabilidad en el que se encuentran. (Raúl Adorno Jiménez / Notimex).
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