Menos hormigón y más agua potable para América Latina y el Caribe



En Latinoamérica y el Caribe, más de 3,2 millones de personas han dado positivo por covid-19 y 118 millones han fallecido por la enfermedad hasta la fecha. La magnitud de las consecuencias económicas y sociales de esta crisis sanitaria están todavía por ver. La región no está aún siquiera en la fase de la salida de la pandemia. Así lo cree Alexandre Meira da Rosa, Vicepresidente de Países del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sin embargo, el organismo ya está pensando en ese momento, cuando pase la tormenta y toque reparar daños.
Con la mirada ya en un futuro pos-covid, el BID ha elaborado un análisis para cada una de las subregiones: Centroamérica, países andinos, el Cono Sur y el Caribe. En cada uno de estos estudios se hace un diagnóstico de situación y se observan cuáles son las oportunidades de actuación para que la región vuelva a crecer. Las nuevas tecnologías, que tan importantes se han demostrado en tiempos de confinamiento, permiten que Meira da Rosa comente desde el otro lado del Atlántico los principales hallazgos de estas publicaciones.

Pregunta. ¿Cuáles son las conclusiones más importantes de estos informes?
Respuesta. La primera es que la región puede estar enfrentando la coyuntura económica más compleja en décadas. Las proyecciones de crecimiento de Fondo Monetario Internacional estiman una caída para este año del 9,5 del PIB. Y aunque proyecta un crecimiento de 3,8% para el año que viene, viene de una base muy baja. Hay una temática que complica la situación y es que los países no están todavía, al contrario de otras áreas del mundo, en el período de recuperación. Están aún dentro de la emergencia y en la tarea de darle repuesta, las curvas no están estabilizadas. De hecho estamos viendo un incremento de casos y muertes.
P. ¿Cómo está siendo esa respuesta?
R. Hemos visto que las políticas que se han implementado en la región para atender a la emergencia, han sido en general, desde el punto de vista económico, correctas. Son mecanismos de ayuda a corto plazo para asegurar el ingreso a los más vulnerables y apoyo a las empresas que enfrentaban un shock de oferta tan grande. Y aunque esas políticas son necesarias, correctas en su tiempo para lo que fueron diseñadas, tienen dos limitaciones: no resuelven los problemas estructurales que la región ya enfrentaba antes de la pandemia, pero que la pandemia ha acentuado, como la informalidad, la baja productividad laboral y empresarial, los desequilibrios fiscales y el alto nivel de endeudamiento; y lo segundo es que son medidas importantes ahora, pero que no son sostenibles en el largo plazo.
P. ¿Cuáles son esos retos que habrá que abordar en el largo plazo?
R. La pandemia ha evidenciado, puesto en crudo, algunas de las vulnerabilidades de la región y la falta de preparación para enfrentar este tipo de shocks externos. Las exportaciones están altamente concentradas en pocos productos, los sistemas de salud son muy débiles y se ha agudizado la fragilidad del tejido social y productivo, las redes de protección social en la región existían pero eran muy frágiles. Y lo mismo se puede decir del tejido productivo: más del 60% de empleo formal viene de pequeñas y medianas empresas, y hemos visto que los sistemas regionales de apoyo a esas empresas eran muy frágiles.
P. ¿Qué soluciones proponen?
R. Vemos tres ejes de acción de cara a la recuperación en el futuro. Primero, seguir apoyando a la población más vulnerable y la clase media que recién había surgido en la región en los últimos años, para impulsar la demanda. Segundo, apoyar a la economía real a través de la protección del empleo, sobre todo de las pequeñas y medianas empresas. Y en tercer lugar, mantener la estabilidad macro-fiscal. Vamos a ver un deterioro de la posición fiscal de los países, vamos a ver un endeudamiento, es inevitable en el corto plazo; pero es muy importante que no se descontrole.
P. ¿Se ha confiado la región en la repuesta al nuevo coronavirus?

Vamos a salir de esta crisis más desiguales, más pobres y con desequilibrios más profundos. Tenemos que tenerlo claro para guiar la reacción en los próximos años

R.  Sin duda que, como en cualquier región del mundo, la reacción ha sido más rápida o de mejor calidad en algunos países que en otros. Pero trabajamos con una realidad desconocida. Lo que vemos es que no importa la calidad de la reacción, sino que la región entró en la pandemia en una situación no muy favorable, con elevadas desigualdades que se han hecho más profundas y más evidentes. Vamos a salir de esta crisis más desiguales, más pobres y con desequilibrios más profundos. Tenemos que tenerlo claro para guiar la reacción en los próximos años.
P. ¿Cómo combinar la respuesta de urgencia con las soluciones a largo plazo?
R. No creo que las dos cosas sean incompatibles. Aquí es importante el papel de instituciones como la nuestra, que no estamos en la gestión de los problemas inmediatos y que tenemos una visión estructural, para seguir pensando en el futuro, al mismo tiempo que apoyamos a los países en su acción inmediata y redireccionar recursos. Les ponemos sobre la mesa las agendas de transformación que quedaron pendientes y las que se necesitan para el futuro. Aquí es donde las instituciones multilaterales tienen un papel fundamental para levantar la mirada de las urgencias inmediatas hacia desafíos que les van a llegar más temprano que tarde.
P. Al ser la región eminentemente de renta media, ¿hay riesgo de que se quede fuera de los planes globales de ayuda internacional?
R. Lo de que es una región de renta media es verdad cuando miramos los números agregados, pero hay que tener en cuenta que Latinoamérica es profundamente diversa. La realidad de Haití y la de Chile son completamente distintas. Países como Brasil, que es continental es de renta media si observamos los números agregados, pero tenemos operaciones en todas las provincias, y las hay que tienen índices de desarrollo humano similares a los de Haití. Así que primero quiero poner en jaque ese concepto de región de renta media. Y lo que estamos viendo es que, al final del proceso que ojalá sea en breve, posiblemente va a ser de las más impactadas por la epidemia. Las tres mayores economías, que son México, Brasil y Argentina, van a perder más del 9% de su PIB cada una. Esto se va a traducir en un aumento de la migración y de la inseguridad. Si
el impacto no justifica una mirada atenta de la comunidad internacional, va a ser difícil encontrar argumentos mejores.
P. Pero el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha tenido que realizar un llamamiento especial para que se apoye a Latinoamérica. 
R. El llamamiento del secretario general va exactamente al encuentro con lo que acabo de decir. La comunidad internacional reconoce la importancia del apoyo a la región, hemos visto eso en nuestros socios, los accionistas del banco no regionales. Compartimos la lectura del secretario general acerca de la fragilidad social en la región y la importancia de apoyar a los grupos más vulnerables. Veíamos además una clase media que había surgido en el progreso de los años 2000, pero muy vulnerable. Sostenerla es muy importante para mantener la demanda en la región. También compartimos su análisis en cuanto a que el impacto de la pandemia no ha sido el mismo para los hombres y las mujeres. Ellas han sido las más afectadas, por los distintos roles en la familia y también por un aumento sustantivo de la violencia. Y los jóvenes sufren porque tienen opciones de inserción laboral mucho más limitadas. Muchos de los trabajos de servicios de la región nunca más van a volver y eso puede incrementar el empleo precario.
P. Aun siendo una región diversa, ¿es posible  implementar medidas a nivel regional?

Dado el gran número de países que tenemos, va a ser más efectivo tratar el acceso a las vacunas desde el punto de vista regional que individual

R. Sí. El caso de la pandemia es un ejemplo perfecto porque el virus no respeta fronteras y hemos aprendido que mantener los sistemas de salud y control sanitario es una cuestión regional; y no solo se trata de atender bien a la población local. Tener sistemas de salud sólidos y la preparación para estos eventos es un bien público regional. Otro tema es el de las vacunas. ¿Cómo asegurar que la región, en lo que se anticipa va a ser una carrera de acceso, puede posicionarse para asegurar acceso a esas vacunas y a costos asequibles? Dado el gran número de países que tenemos, va a ser más efectivo tratar este tema desde el punto de vista regional que individual.
P. ¿Cuál es, en su opinión, el horizonte de la recuperación pos-covid de la región?
R. Va a ser lenta y más larga de lo que inicialmente se esperaba. Muchos discuten si el mundo se va a
recuperar en una curva en forma de V o en U. Nosotros creemos que será una recuperación en U. Pero más que los indicadores económicos, nos preocupan los sociales. Los primeros reaccionan más rápido que los segundos. Y no hemos visto todavía la extensión total del impacto social en la región. Por lo tanto, la recuperación económica va a ser más lenta y más larga. Y la social creemos que va a tomar mucho más tiempo particularmente si no se mantienen algunas de las acciones que se han tomado ahora de corto plazo, pero que tienen que ser trabajadas en el mediano plazo. En el BID nos hemos preparado para desembolsar este año un 43% más de lo que desembolsó el año pasado. Es un aumento sustantivo del apoyo que vamos a dar a la región. Y nos hemos preparado para operar en esos niveles de respuesta durante un par de años más por lo menos. 
P. La ONU calcula que a nivel global se pueden perder hasta dos décadas de desarrollo. ¿Tienen alguna estimación en este sentido para la región?
R. Es difícil medir cuánto tiempo perderemos. Pero lo que es cierto es que va a haber una pérdida profunda de las ganancias sociales. Por eso insistimos en que las redes de protección social deben ser un foco de las políticas públicas de los próximos años, porque el impacto social es profundo y no hemos visto toda la película todavía.
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