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Mentiras para blanquear el fascismo y reescribir la historia de España

La falsa equiparación entre la II República y la dictadura de Francisco Franco que Pablo Casado hizo el pasado miércoles no es una excepción en los discursos del líder del Partido Popular. “La Guerra Civil fue un enfrentamiento entre quienes querían la democracia sin ley y quienes querían la ley sin democracia”, dijo el presidente del PP, una frase rebatida por los historiadores, que recordaron de forma unánime que la contienda de 1936 comenzó como consecuencia del golpe de Estado de Franco. Pero la afirmación, que Casado llevaba escrita para su intervención en el Congreso de los Diputados, es similar a otras pronunciadas por el propio Casado y otros líderes del PP y de Vox en sus discursos para desprestigiar la II República, criminalizar el comunismo y blanquear el fascismo.

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Muestra de ello es que la alocución de Casado, que ha llegado a tildar a la izquierda de “carcas que están todo el día con la guerra del abuelo, con las fosas de no sé quién”, no es una excepción. El eslogan de “comunismo o libertad” que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (PP), acuñó en las recientes elecciones autonómicas, forma parte del mismo discurso que pretende banalizar el fascismo, según el historiador argentino Federico Finchelstein, autor de A brief history of fascist lies (Breve historia de las mentiras fascistas, University of California Press, 2020). Un claro ejemplo de este intento de borrar la toxicidad de la ultraderecha es otra célebre afirmación de Ayuso: “Cuando te llaman fascista, es que lo estás haciendo bien” (15 de marzo de 2021).

“Estas afirmaciones tienen un mismo hilo conductor, que forma parte de una tendencia europea donde hay una forma extrema de nacionalismo etnicista y anticomunista”, sostiene Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza. El autor de Una violencia indómita. El siglo XX europeo (Crítica, 2020) considera que ese nacionalismo etnicista en España, formado por una combinación de nacionalismo y catolicismo, intenta anular “una historia compartida que la ultraderecha percibe como divisiva y perjudicial para la imagen oficial que tiene de España, de su mitología nacional”. “Reescriben el pasado para engullir la historia del antifascismo, que es la gran fundación de la Europa Occidental en 1945 [tras la Segunda Guerra Mundial]”, añade.

Hay muchos ejemplos explícitos sobre ese rechazo a la “historia compartida” y al discurso anticomunista al que alude Casanova. Aunque la mención de la “democracia sin ley” y la “ley sin democracia” fue el fragmento de la intervención de Casado que atrajo la mayor atención, el líder del PP también afirmó: “Nuestra Constitución es un pacto por el cual no puede haber democracia sin ley, ni ley sin democracia; exactamente lo mismo que aprendieron los países europeos frente al fascismo y el comunismo cuando fundaron la Unión Europea”. También, el pasado 14 de abril, cuando se conmemoraba el 90º aniversario de la II República, Casado reprochó el elogio que hizo en el Parlamento a ese periodo democrático el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. “Nosotros no celebramos fechas que han dividido a los españoles, celebramos la concordia, celebramos el Estado de derecho, celebramos la democracia, celebramos la Constitución y no vamos a permitir que una vez más un Gobierno socialista como el suyo arruine el futuro de España”, otra aseveración que sitúa al régimen republicano como responsable de la Guerra Civil. O, en referencia a las elecciones autonómicas, municipales y europeas de 2019, el líder del PP dijo sobre el PSOE: “Obligan a los españoles a elegir de nuevo, después de 40 años, entre enfrentamiento o concordia, ruptura o reformas, radicalidad o integración, privilegios para algunos o ley para todos”.

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Un tono más bélico empleó Isabel Díaz Ayuso cuando se preguntó, tras la exhumación del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos, si volverían a arder “las parroquias” como en 1936. O Vox, cuando llamó de forma despectiva “brigadistas” a los manifestantes que protestaron en Vallecas por un mitin de Santiago Abascal, líder de la formación ultranacionalista. El calificativo, que Vox ha acuñado para desacreditar a quienes se manifiestan contra el fascismo, alude a los miembros de las brigadas internacionales, muchos de ellos reclutados por los partidos comunistas, que lucharon en España contra el golpe de Estado de 1936.

Pero a veces, esa reescritura de la historia es más sutil, como la conmemoración de las fechas que homenajean la Reconquista. El Ayuntamiento de Badajoz, gobernado por el PP, declaró recientemente día de la ciudad el 19 de marzo para celebrar su toma por el rey leonés Alfonso IX en 1230, pese a que la urbe había sido fundada por los musulmanes; en Andalucía, Vox intentó celebrar el día de la comunidad el 2 de enero, para recordar la toma cristiana de Granada; y en Murcia el partido de Abascal quiere celebrar el día de la región el 2 de febrero, en recuerdo de la conquista de 1266. Según Alejandro García Sanjuán, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Huelva y autor de La conquista islámica de la península Ibérica y la tergiversación del pasado (Marcial Pons Historia, 2013), esta exaltación de la Reconquista recupera “la vieja narrativa nacionalcatólica y franquista que pretende establecer que España es una nación forjada contra el islam”. Pero ese “discurso identitario” es, según el experto, “profundamente tóxico y sectario, ya que sirve para establecer quién es buen español y quién no, que es el primer paso para la liquidación de quien piensa distinto”.

Es el mismo discurso del “español decente”, de la “España que madruga”, que los líderes de Vox repiten en sus intervenciones para diferenciar a sus seguidores de los votantes de la izquierda. Así lo resumió Abascal en un mitin en Fuenlabrada el 19 de abril: “Somos muchos más que ellos, y mejores y decentes. Somos gente pacífica, decente y de orden”.




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