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Merkel afronta en la recta final de su mandato las protestas del Este contra su entendimiento con Putin

Merkel y su marido, Joachim Sauer, llegan a la apertura del Bayreuth Festival el 25 de julio
Merkel y su marido, Joachim Sauer, llegan a la apertura del Bayreuth Festival el 25 de julioSTEFANIE LOOS / AFP

La inquebrantable relación de Angela Merkel con Vladímir Putin ha sobrevivido a siete años de tensión entre Rusia y la Unión Europea, pero amenaza con enturbiar el legado europeo de la canciller alemana. El empeño de Berlín en rematar un segundo gasoducto para importar gas ruso a través del Báltico y el deseo de Merkel -secundado por el presidente francés, Emmanuel Macron- de mejorar las relaciones con Moscú a pesar de las agresiones contra Ucrania, ha provocado las iras de los socios comunitarios que se sienten amenazados por el Kremlin.

Bruselas intenta esquivar el conflicto a solo dos meses de unas elecciones en Alemania que marcarán el final de la era Merkel. Pero la tensión en el seno de la UE, que ya provocó una revuelta de varios socios europeos contra la canciller en la cumbre de junio, se ha agravado en las últimas semanas y puede añadir inestabilidad a la salida de Merkel, sobre todo, si la canciller se mantiene en funciones durante un largo periodo hasta que se conforme un nuevo Ejecutivo en Berlín. Su previsible debilidad como jefa de Gobierno saliente la expone a ataques más furibundos de los que ha vivido durante sus 16 años en el poder. El choque puede tensar las cumbres europeas de finales de año, a las que Merkel ya asistirá estando en funciones mientras su sucesora o sucesor no tome el relevo.

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La tormenta en la UE arreció de nuevo a finales de julio, cuando Merkel logró in extremis el visto bueno de Washington al polémico gasoducto del Báltico, una infraestructura bautizada como Nord Stream 2 y que doblará la capacidad de las tuberías existentes (Nord Stream 1) hasta alcanzar los 110.000 millones de metros cúbicos para transportar un gas suministrado en exclusiva por Gazprom, la empresa energética del Estado ruso.

El acuerdo de Merkel y Biden ha causado conmoción en los países vecinos de Rusia, tanto dentro de la UE (Polonia, Estonia, Letonia y Lituania) como fuera (Ucrania). La canciller alemana ha sido acusada de brindar un triunfo geoestratégico a Putin e, incluso, de poner en peligro la supervivencia económica de Ucrania como Estado independiente porque perderá sus ingresos por el tránsito de un gas ruso que ahora llegará a Europa directamente a través del Báltico.

“La versión pesimista es que el Nord Stream 2 es una trampa diabólica para la relación transatlántica”

Constanze Stelzenmüller, doctora en Derecho y titular en el Brookings Institution

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Algunos analistas, sin embargo, ven oportunidades y riesgos en el reciente acuerdo entre Merkel y Biden. Constanze Stelzenmüller, doctora en Derecho y titular en el Brookings Institution del área sobre Alemania y las relaciones transatlánticas, augura dos posibles desenlaces. “La versión pesimista es que el Nord Stream 2 es una trampa diabólica para la relación transatlántica”, apunta Stelzenmüller.

La analista recuerda que frenar el proyecto a partir de sanciones estadounidenses hubiera dañado peligrosamente la relación entre Berlín y Washington y hubiera expuesto al Gobierno alemán a reclamaciones por daños y perjuicios de hasta 10.000 millones de euros. Pero señala que “el pacto entre EE UU y Alemania socava la unidad europea. En todos los casos, el Kremlin parece ganador”.

Stelzenmüller, sin embargo, también contempla “una versión optimista”. En ese escenario, el acuerdo de Merkel y Biden “ha convertido a Berlín en el protector político de Ucrania y, pase lo que pase, será responsabilidad de Alemania”. El compromiso germano podría beneficiar a otros países de la zona. “Si miramos al conjunto de la región, la sociedad civil en Ucrania, Bielorrusia y Moldavia está optando por Europa. En este escenario, el Kremlin parece perder”, remata la analista alemana.

La UE, entre dos aguas

En Bruselas, la Comisión Europea también observa una actitud ambivalente. Por un lado, se resigna con disgusto a la construcción de un gasoducto que afianza a Rusia como proveedor energético de la UE, un papel que ha aumentado drásticamente en las últimas décadas. En los años setenta, la URSS apenas exportaba 6.800 millones de metros cúbicos de gas en todo el planeta. En 2019, el último ejercicio antes de la pandemia, exportó 166.000 millones solo a la Unión Europea, con Alemania como su principal mercado, según los datos recogidos por un informe del centro de estudios del Parlamento Europeo.

La Comisión, sin embargo, parece consciente de que la construcción del gasoducto es un interés vital para la economía alemana y que cuenta con el respaldo transversal de conservadores y socialistas. Con el apagón nuclear en ciernes (2022) y el abandono del carbón previsto para 2038, Alemania necesita el gas como complemento a su despliegue de energías renovables. Y el Nord Stream 2, entre otras ventajas, recorta en 1.000 kilómetros el trayecto del gas desde Rusia a Alemania en comparación con los gasoductos que atraviesan Ucrania. Y evita el riesgo de que conflictos entre Moscú y sus vecinos interrumpan el suministro, como ocurre periódicamente desde 2006.

Por otra parte, Bruselas no ve con malos ojos los intentos de Merkel de buscar un entendimiento con Putin para alcanzar un equilibrio que permita una convivencia pacífica con un vecino inevitable. Pero el intento de Merkel de pisar a fondo el acelerador del acercamiento asustó a los socios más reacios y provocó una revuelta en la cumbre europea de junio.

“Creo que Alemania y Rusia tenían razón al plantear que había que establecer un nuevo diálogo”, señaló la semana pasada el Alto Representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell, en una entrevista con EL PAÍS. Pero admite que “probablemente, la forma en la que lo plantearon hizo que fracasara la iniciativa”.

“La de Berlín y Moscú es una relación inevitable, en la que no hay lugar para la inocencia”

Ana Carbajosa, autora del librl `Angela Merkel. Crónica de una época´

Ana Carbajosa, autora de Angela Merkel. Crónica de una era (Ediciones Península, a la venta en septiembre), señala en su obra que la canciller defiende el gasoducto “contra viento y marea por razones económicas, pero también geoestratégicas”. Carbajosa, que fue corresponsal de EL PAÍS en Berlín hasta finales de 2020, señala que “la de Berlín y Moscú es una relación inevitable, en la que no hay lugar para la inocencia”.

El propio Borrell planteó en la cumbre de junio una doble vía de relación con Moscú, basada en una oferta de diálogo si hay gestos de distensión o en un endurecimiento de las sanciones si persisten las agresiones a países europeos o las violaciones de derechos humanos. Pero los vecinos del gigante ruso consideran que no se puede dar ningún paso mientras el Kremlin no deponga su agresiva actitud.

El presidente de Lituania, Gautanas Nauséda, ha asumido de facto el liderazgo del bloque que se resiste a la entente entre Berlín y Moscú, un papel que correspondería a Polonia si no estuviera embarcada en continuas disputas con la Comisión Europea sobre el respeto a la independencia judicial y a los valores fundamentales de la UE.

Aplacar las críticas

Tras la explosiva cumbre europea de junio, que supuso una derrota en toda línea para Merkel y Macron, Nauséda publicó una durísima tribuna en el diario alemán Die Zeit. El presidente lituano no dudó en recordar los acuerdos entre la Alemania nazi y la Rusia estalinista como antecedente para torpedear los acercamientos de Merkel a Putin.

Merkel intenta tranquilizar a unos vecinos que históricamente se han sentido amenazados por la pinza entre Berlín y Moscú. En el caso de Ucrania, Berlín se ha comprometido con Washington a aportar 245 millones de dólares (206,4 millones de euros) para facilitar la transición energética del país, cantidad que se ampliará en los próximos ejercicios. Y a presionar a Putin para que prolongue 10 años el acuerdo con Ucrania sobre el tránsito de gas, que expira en 2024.

Los contactos de Alemania con Lituania también son fluidos, sobre todo, desde que la crisis en Bielorrusia, que también tiene a Putin detrás, ha afectado al pequeño país báltico. Nauséda mantuvo una conversación telefónica con Merkel a mediados de julio y el presidente lituano será recibido en Berlín el próximo mes de septiembre.


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