Angela Merkel ha tenido que salir al rescate de los democristianos alemanes, que se hunden en las encuestas a menos de tres semanas para los comicios. La debacle de su candidato, Armin Laschet, ya es de récord. Nunca antes los sondeos habían pronosticado una intención de voto inferior al 20%. El instituto demoscópico Forsa amplió este martes la brecha que les separa de los socialdemócratas a seis puntos porcentuales. Con un 19% para la CDU-CSU y un 25% para el SPD de Olaf Scholz, Laschet toca fondo en los registros del partido. Y Merkel, reacia a participar en la campaña electoral desde su figura de canciller, ha salido al ataque en un escenario también desacostumbrado. “No da lo mismo quién gobierne este país”, exclamó este martes en la que probablemente sea su última intervención en el Bundestag, la Cámara Baja del Parlamento alemán, antes de las elecciones del 26 de septiembre, a las que no se presenta tras 16 años en el cargo.
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Merkel pidió el voto para Laschet con inusual vehemencia y alertó a los ciudadanos frente a una unión de los partidos de izquierdas. Dijo que deberán elegir entre una alianza del SPD y los Verdes que podría estar apoyada por Die Linke, la izquierda poscomunista, o un Gobierno liderado por Laschet, que representa la “fiabilidad, la moderación y el centro político, que es lo que Alemania necesita”.
Al entrar en terreno electoral y mencionar el apoyo de Die Linke los diputados de la oposición empezaron a silbar y se oyó algún “Qué vergüenza”. “¡Solo estoy diciendo la verdad!”, respondió Merkel a los abucheos. “Al menos no lo descartan”, insistió. “Y esto no va solo de política exterior, la OTAN y Europa”, continuó, pero tuvo que parar ante la insistencia de la ruidosa protesta de algunos diputados. “Madre mía, qué alboroto”, exclamó. “He sido miembro de esta cámara más de 30 años. Y no sé dónde si no aquí, deberíamos hablar de estos asuntos. Este es el corazón de la democracia y es exactamente aquí donde deben discutirse”, añadió. La canciller aseguró que la “importante” decisión de los electores no solo tiene que ver con la política exterior, sino también sobre “decisiones tangibles sobre política económica y fiscal”.
Die Linke mantiene posiciones muy controvertidas en política exterior, como el rechazo a la OTAN y a las relaciones transatlánticas con Estados Unidos. Scholz no ha descartado que puedan entrar en una coalición a tres con los Verdes, pero ha advertido de que el respeto a los compromisos internacionales de Alemania es una línea roja. El papel que pueda jugar esta formación en un hipotético gobierno de Scholz se ha convertido en el leit motiv de la campaña conservadora en las últimas semanas. Ha ido cobrando protagonismo en los mítines en paralelo a la caída en las encuestas de Laschet, y ha desplazado en relevancia a otros asuntos como la lucha contra la crisis climática, la digitalización o la reactivación de la economía.
Merkel ya salió en socorro de Laschet el pasado domingo durante una visita a las zonas más afectadas por las graves inundaciones que dejaron más de 180 víctimas mortales el pasado julio. Dijo que le apoyaba “de corazón” y pidió explícitamente el voto para él, cosa que no había hecho hasta entonces. Este martes en el Bundestag además atacó a Scholz desde el atril. Dijo que los alemanes no han sido “conejillos de indias” durante el proceso de vacunación, en referencia a unas declaraciones del socialdemócrata a finales de agosto. “Por supuesto que nadie ha sido una cobaya cuando se ha vacunado, ni Olaf Scholz ni yo”, aseguró.
Scholz había empleado esa expresión al tratar de argumentar que quienes aún no se han vacunado debían hacerlo. Dijo que los 50 millones de personas que ya tienen las dos dosis en Alemania han sido “cobayas para aquellos que han decidido esperar” y que habían demostrado que todo fue bien. Scholz respondió a Merkel en su turno de palabra: “Si algunos no quieren reírse de una broma y se enfadan, quizá es porque no tienen mucho de lo que alegrarse cuando miran sus encuestas”.
Negociaciones a varias bandas
La encuesta del instituto demoscópico Forsa de este martes sitúa a los socialdemócratas con un 25% de intención de voto y a los conservadores de CDU-CSU con un 19%. Los primeros ganan dos puntos con respecto a la semana pasada, y los segundos pierden otros dos. Los Verdes bajan uno, hasta el 17%. Los liberales del FDP ganan uno y se quedan en el 13%. El partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) se mantiene en el 11% y Die Linke conserva el 6% de la última encuesta. Si se mantienen estas cifras, el próximo Gobierno de Alemania tendría que ser un tripartito. Lo ajustado de los sondeos hace prever arduas negociaciones a varias bandas; nunca antes había habido tantas posibles coaliciones.
Olaf Scholz, vicecanciller y ministro de Finanzas de Merkel, aprovechó su intervención en la que probablemente sea la última sesión del Bundestag antes de las elecciones para subrayar los principales compromisos de su campaña electoral. Promete aumentar el salario mínimo a 12 euros la hora (ahora está en 9,6) y garantizar la estabilidad de las pensiones. También insistió en que para garantizar los empleos futuros hay que poner remedio a la crisis climática. “La protección del clima es una política industrial”, dijo.
El líder del grupo parlamentario del FDP y candidato liberal, Christian Lindner, pidió respeto para la canciller por sus 16 años de servicio al país, pero reclamó también un cambio hacia políticas que faciliten el desarrollo empresarial y no lo ahoguen con burocracia como hasta ahora. El 13% de intención de voto de Lindner puede ser decisivo para la formación de una coalición de Gobierno tras los comicios. El político lanzó un mensaje de advertencia a Scholz. Le dijo que le veía “convencido de su victoria”, pero le recordó que no basta con ganar unas elecciones, sino que hay que poder llegar a alianzas después.
Con el Bundestag convertido completamente en un escenario electoral, Dietmar Bartsch, líder del grupo parlamentario de Die Linke, hizo campaña a favor de una coalición “rojo-rojo-verde”, es decir, de socialdemócratas, izquierda —ambos partidos se representan con dos tonalidades distintas de rojo— y Verdes. “La pregunta es muy simple: ¿izquierda o Lindner?”, resumió el diputado, que dijo que es urgente un cambio de rumbo en el país.
La candidata de los Verdes —a los que todos los analistas ven formando parte del próximo Ejecutivo de Alemania y que llegó a liderar la intención de voto en abril—, Annalena Baerbock, echó en cara a los dos partidos que gobiernan en Gran Coalición, democristianos y socialistas, que no hayan aprovechado sus ocho años de Gobierno para avanzar hacia la neutralidad climática. Se necesitan políticas decididas, dijo, para luchar contra la crisis. Baerbock ha dicho que su aliado natural sería el SPD de Scholz. Este último también ha tendido la mano a los ecologistas para formar Gobierno, pero con los datos actuales no sumarían una mayoría, aunque cada vez están más cerca.
Aunque no es diputado, Laschet también intervino en calidad de presidente del land de Renania del Norte-Westfalia. Lo hizo para alertar de que las políticas del SPD y los Verdes amenazan a la industria alemana —”Quiero que mantengamos nuestra industria automotriz dentro de 20 años”, dijo— y para volver a exigir a ambos partidos que aclaren si formarían coalición con Die Linke.
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