Suspender. Apagar. Reiniciar. Tras cuatro años de enfriamiento de las relaciones transatlánticas, la UE temía el apagón definitivo en caso de reelección de Donald Trump como presidente de EE UU. Pero la victoria electoral de Joseph Biden y su previsible nombramiento como 46º presidente estadounidense ofrece a la Unión Europea la oportunidad de pulsar el botón de reinicio para intentar forjar unos lazos transatlánticos acordes al escenario global del siglo XXI.
Las felicitaciones a Biden se han precipitado este sábado desde Bruselas y las principales capitales europeas nada más darse por confirmada la victoria del candidato demócrata. “La UE está lista para comprometerse con una fuerte relación transatlántica”, ha señalado el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. Fuentes de la presidencia del Consejo indican que “durante las últimas semanas hemos estado preparándonos para los diversos escenarios posibles y para coordinarnos con todos los Estados miembros”.
Este mismo sábado, Michel se ponía en contacto con la canciller alemana, Angela Merkel, y con otros líderes europeos, para pactar el momento en que se reaccionaría al desenlace de las elecciones en EE UU. “Se acordó que a las 19 horas en Europa se felicitaría al presidente electo y a su vicepresidente electo tras conocerse los resultados en Pensilvania y que se mostraría respeto al proceso electoral”, señalan en el entorno de Michel.
Merkel ha subrayado que “nuestra amistad transatlántica es irremplazable si queremos superar los grandes desafíos de nuestra era”. “Trabajemos juntos”, ha pedido el presidente francés, Emmanuel Macron. “Tenemos mucho que hacer para superar los desafíos de hoy en día”, ha añadido Macron. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha lanzado este sábado un mensaje de felicitación a Biden, y a su vicepresidenta electa, Kamala Harris. En un mensaje en su perfil oficial de Twitter, el jefe del Ejecutivo español ha deseado “suerte” a la nueva Administración norteamericana y se ha mostrado “preparado” para cooperar con Estados Unidos y hacer frente “juntos” a los grandes retos globales.
Solo algunos de los socios europeos más devotos de Trump, como el primer ministro de Eslovenia, el conservador Janez Jansa, han puesto en duda la victoria de Biden por considerar que está pendiente de posibles litigios judiciales. La consternación también reina entre los partidos euroescépticos y de extrema derecha, que tenían en el 45º presidente de EE UU una referencia incuestionable. “Trump parece haber perdido pero las dudosas condiciones de la elección y el sesgo de los medios a favor de Biden significa que este no ha ganado”, ha lamentado el eurodiputado Gilbert Collar, de Reagrupamiento Nacional (el partido de Marine Le Pen), sumándose a las teorías conspirativas del presidente saliente republicano.
Pero el alivio ante el final de un mandato que puso en duda la relación con Europa y la alianza militar de la OTAN es la nota dominante en casi todas las capitales de la UE y entre los principales grupos políticos. “Llegan excelentes noticias desde EE UU”, ha señalado este sábado Manfred Weber, líder del grupo popular en el Parlamento Europeo, nada más anunciarse la derrota de Trump. El líder de la mayor familia política europea cree que “la relación transatlántica necesita un reinicio”.
En Bruselas cunde la sensación de que el mandato de Trump ha marcado algunos cambios irreversibles y que EE UU seguirá aflojando los vínculos con el Viejo Continente para centrarse en su creciente confrontación con China. Pero el club comunitario da por descontado que la hostilidad de Washington cesará con la Administración Biden.
Y la UE confía en contar con el nuevo presidente para una defensa cerrada de los valores democráticos y los principios del Estado de derecho que desde hace décadas han sido las señas de identidad de Occidente. Esos valores y principios se ven ahora cuestionados dentro y fuera de ese bloque, como muestra la resistencia de Trump a aceptar la derrota en las elecciones del 3 de noviembre o la deriva iliberal y antidemocrática en socios de la UE, como Hungría o Polonia, o en vecinos neurálgicos como Turquía.
El equipo de Biden, según los medios estadounidenses, ha evitado durante la carrera electoral mantener contactos con los principales líderes internacionales para evitar que Trump explotase en su contra esas relaciones. Pero el futuro presidente se ha cuidado de detallar en artículos e intervenciones buena parte de su programa internacional, lo que ha enviado claras señales hacia Bruselas y el resto de capitales europeas.
Biden tiene previsto regresar al Acuerdo de París sobre lucha contra el cambio climático, abandonado por Trump. Y reafirmar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte como un elemento “crucial” para la defensa del bloque occidental en general y del Viejo Continente en particular. “Sé que Biden es un gran defensor de nuestra alianza y estoy deseando trabajar estrechamente con él”, ha señalado el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.
El 46º presidente, sin embargo, también tiene intención de continuar la retirada estadounidense de los escenarios más calientes y alejados de su propio territorio, lo que obligará a los socios europeos a redoblar su implicación en conflictos como los de Oriente Próximo o el Mediterráneo occidental.
Biden tampoco ha ocultado su intención de reclutar a Europa para la batalla política y comercial que mantiene con Pekín, en la que Bruselas se había mantenido hasta ahora deliberadamente neutral. “Al unir nuestra fuerza con otras democracias, nuestra fortaleza casi se dobla”, señalaba el candidato demócrata en el artículo publicado en Foreign Affairs donde detallaba su agenda internacional para los próximos cuatro años.
El futuro inquilino de la Casa Blanca también ha anunciado la convocatoria en los primeros meses de su mandato de una cumbre internacional de las democracias, un foro que pretende convertir en el bastión político y diplomático frente al avance de modelos alternativos como los impulsados por Moscú o Pekín.
La ofensiva democrática de Biden coincidirá con las medidas que la UE está poniendo en marcha para defender sus valores fundamentales y el respeto al Estado de derecho entre los socios comunitarios. El relevo en Washington deja, además, sin un poderoso aliado a los gobiernos con mayores tentaciones populistas o autoritarias, como los de Hungría o Polonia. “La salida de Trump puede ser también el principio del final del ascenso de los populismos de extrema derecha en Europa”, ha señalado el polaco Donald Tusk, presidente del Partido Popular Europeo y enemigo declarado de su compatriota Jaroslaw Kaczynski y del primer ministro húngaro Viktor Orbán.
Pero la iniciativa de Biden a favor de la democracia también podría desencadenar un problema interno en la UE y en el propio Partido Popular Europeo. Biden ha aludido al índice elaborado por la organización Freedom House como referencia para los países que son considerados democracias y, por tanto, posibles candidatos a participar en la cumbre internacional de las democracias. Ese índice clasifica a Hungría solo como “parcialmente libre”, una etiqueta compartida con países como Marruecos, Ucrania o Zimbawe. La tolerancia de la UE con Hungría y del PPE con Orbán, que sigue siendo miembro del partido conservador europeo, será más difícil de justificar con Biden en la Casa Blanca.
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