La canciller Angela Merkel ha visto pasar a cuatro presidentes por el Despacho Oval en sus 16 años al frente del Gobierno alemán. Se sentó con George W. Bush, con Barack Obama, con Donald Trump y este jueves lo hará con Joe Biden, en la que será su última visita a Estados Unidos y probablemente el último gran viaje internacional que emprenda antes de abandonar la cancillería tras las elecciones del 26 de septiembre, a las que no se presenta. El encuentro se prevé cordial, con los dos mandatarios tratando de reforzar el vínculo transatlántico que Trump dejó tocado tras apostar por la vía unilateral del America first. Pero la agenda también incluirá puntos de roce entre ambas naciones, como el polémico gasoducto rusoalemán Nord Stream 2 y la relación con China.
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Biden ha revertido decisiones controvertidas de su predecesor que afectaban a Alemania. Paró la retirada de 12.000 soldados estadounidenses de suelo alemán, renunció a imponer nuevas sanciones contra el Nord Stream 2 y ha rebajado la tensión por las disputas comerciales. El secretario de Estado, Antony Blinken, visitó Berlín en junio pasado y adelantó con sus palabras cuál será el clima de la visita oficial: “Es justo decir que Estados Unidos no tiene mejor socio, mejor amigo en el mundo que Alemania”. Los líderes hablarán del desafío que supone el cambio climático, de la evolución de la pandemia, probablemente también de las patentes de las vacunas y de cómo “promover la prosperidad económica y la seguridad internacional” sobre la base de “los valores democráticos compartidos” entre ambos, señalan medios estadounidenses de fuentes gubernamentales.
El conflicto por el gasoducto será el principal escollo. Merkel dijo el lunes que no creía que pudieran llegar a un acuerdo. El Nord Stream 2, que está prácticamente finalizado, transportará grandes cantidades de gas por el lecho del Mar Báltico directamente de Rusia a Alemania, evitando pasar por Ucrania. Washington considera que el proyecto incrementará la dependencia energética europea de Rusia y que deja a Ucrania en una posición muy vulnerable con respecto al Kremlin. Ucrania teme perder millones por las tarifas de tránsito del gas que cobra ahora por las tuberías que atraviesan su territorio. Además, se trata de un país de gran importancia geoestratégica para la UE y para la OTAN que, opinan los críticos del proyecto, quedaría a merced de Vladímir Putin.
Pese a las presiones, tanto de otros socios de la UE como del propio Parlamento Europeo y de Washington, Merkel siempre ha defendido el Nord Stream 2 como un negocio privado. Según el Süddeutsche Zeitung, los equipos de ambos mandatarios llevan semanas negociando ante la visita de la canciller. En Ucrania el gasoducto levanta ampollas. No se considera una empresa comercial, sino un proyecto geopolítico que amenaza la seguridad no solo de Ucrania, sino de toda Europa. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se reunió el lunes en Berlín con Merkel y pidió garantías tanto a Alemania como a Estados Unidos de que les ayudarán a garantizar el suministro normal de gas. También recordó los 2.000 millones de dólares [unos 1.690 millones de euros] que los derechos de paso dejan en su economía cada año, con los que se acometen inversiones en infraestructuras y modernización del país. Merkel reafirmó el compromiso alemán de que Ucrania seguirá siendo punto de tránsito de gas ruso hacia Europa hasta 2024. “Haremos todo lo que esté en nuestra mano para garantizarlo”, dijo la canciller a días de reunirse con Biden. “Lo hemos prometido y lo mantendremos”, subrayó.
Biden hablará también con Merkel sobre la adopción de una postura más dura hacia China. Hasta ahora, la canciller ha mantenido una visión muy pragmática sobre la potencia asiática, uno de los principales socios comerciales de Alemania. Los críticos de la dirigente le afean que no haya sido contundente a la hora de criticar la represión de China en Hong Kong o los abusos contra los uigures y otras minorías en la provincia de Xinjiang. Merkel ha viajado en muchas ocasiones a China durante su mandato. Washington es mucho más beligerante con un país al que está enfrentado en una escalada de sanciones, cierres de consulados, acusaciones de espionaje y veto a los viajes y al que ve como un rival y no solo como un competidor.
“Estados Unidos espera que Europa tome partido”, asegura Markus Kaim, experto en relaciones transatlánticas del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP), pero a medio o largo plazo. El analista no cree que en la visita de Merkel, que en cierto modo forma parte de su tour de despedida de los líderes mundiales, se aborde un compromiso concreto sobre China. Tampoco cree que vaya a haber grandes decisiones sobre el gasoducto u otras cuestiones, como la aportación alemana a la OTAN. Merkel sí podría conseguir, asegura, una pequeña victoria: que Estados Unidos abra sus fronteras de nuevo a los viajeros de la zona Schengen. Las restricciones por la pandemia, añade, no solo afectan al turismo, sino también a las relaciones comerciales, recuerda: “Volvería a Europa con algún logro, sería buena publicidad para ella”.
La agenda de Merkel
Merkel vuela en la tarde-noche del miércoles a Washington y su primera cita del jueves por la mañana será con la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, en el Observatorio Naval, donde desayunarán juntas. Después, la canciller se entrevistará con representantes de la economía estadounidense en la residencia del embajador de Alemania. La agenda oficial marca que a las 11.30 Merkel estará en la Universidad Johns Hopkins para recibir un doctorado honorífico de esta prestigiosa institución académica. Es el decimoctavo de la canciller. Al borde de las dos de la tarde, Merkel llegará a la Casa Blanca, donde será recibida en el Despacho Oval por Joe Biden. Está prevista una rueda de prensa conjunta a las 16.15. Antes de volver al aeropuerto, donde tomará el avión de vuelta a Alemania, Merkel y su marido, Joachim Sauer, están invitados a una cena en la Casa Blanca con el presidente estadounidense y su esposa, Jill Biden.
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