México salvó el viernes pasado la primera bola de partido, pero tendrá que demostrar resultados si no quiere exponerse a una nueva situación crítica a medio plazo. El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, ha presentado este martes el pacto migratorio con Estados Unidos como una solución para evitar el peor de los escenarios -la imposición de un arancel del 5% sobre las exportaciones mexicanas- y ha subrayado su convencimiento de que México cumplirá con lo acordado con su vecino del norte. “¿Tiene un tiempo y cualquier día pueden cambiar las cosas?”, se ha preguntado retóricamente el titular de Exteriores. “Sí, pero es mejor tener un acuerdo de esta naturaleza, con una declaración conjunta, a no tener nada. Lo que no quisiéramos es entrar de ninguna forma a un diferendo, por no llamarlo guerra comercial, porque eso afecta esencialmente toda nuestra economía”.
El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador (Morena) ha ganado, ante todo, tiempo: si no es capaz de exhibir resultados en la contención migratoria a la Administración Trump, el melón se volverá a abrir en 90 días, como reconoció el propio Ejecutivo el lunes. “Ese tiempo”, ha agregado Ebrard 24 horas después, “vale oro porque, si no, hoy estaríamos discutiendo el impacto de la tarifa en la economía mexicana. Se me ha dicho si no hubiesen sido mejores otras cosas: yo creo que sí, seguramente, puede haber muchas otras cosas que podamos hacer. [Pero] la pregunta de si son factibles o no”.
El titular mexicano de Exteriores se ha mostrado seguro de que el Gobierno al que pertenece va a cumplir, en plazo, con el acuerdo con EE UU. “Pero tenemos que hacer un gran esfuerzo para que el impacto se vea y que sea razonable”, ha subrayado en la reunión anual de consejeros de BBVA -la primera entidad financiera el país norteamericano-, en la que se da cita la plana mayor del empresariado nacional. “No esperaría incertidumbres serias en el corto plazo: vamos a hacer nuestro trabajo para que la economía siga [adelante]”. El sector productivo mexicano ha esquivado, por el momento, el primer golpe: un arancel general del 5% sobre todas sus exportaciones a EE UU que habría dañado severamente el principal motor de crecimiento: la industria manufacturera.
Sin embargo, el país latinoamericano -que ha tratado de vender el desenlace del viernes pasado como una victoria diplomática- tendrá que presentar “resultados” a la Administración Trump en 45 días, bajo la amenaza de volver a sentarse a negociar un mes y medio después. Consciente de ello, en la ya habitual rueda de prensa matutina del Gobierno mexicano, Ebrard ha anunciado la creación de una comisión especial para cumplir lo pactado con EE UU remarcando que México “tiene un plazo para acreditar que es posible” el cumplimiento de los objetivos acordados con el vecino del norte para desactivar definitivamente la amenaza arancelaria.
De no cumplir lo pautado por Washington, volvería a estar encima de la mesa la posibilidad de convertir a México en “tercer país seguro”, una de las líneas rojas fijadas desde el minuto cero de negociación por el Ejecutivo de López Obrador. El equipo de Donald Trump llegó a los encuentros de la semana pasada con su vecino del sur con la idea de que los migrantes que solicitan asilo o refugio lo hagan en México y no en EE UU: que, en otras palabras, el país latinoamericano ejerza de freno frente a la llegada de refugiados. Y no cejará en su empeño de convertirlo en “tercer país seguro” si los guarismos que las autoridades mexicanas le presenten a finales de julio no les satisfacen.
En su comparecencia ante un buen número de exponentes de la empresa y las finanzas mexicanas, Ebrard ha recordado que el problema migratorio no tiene origen en México, que se ha convertido en país de tránsito y no de salida. “El número de personas que emigran de México a EE UU ha ido decreciendo consistentemente”, ha subrayado al tiempo que ha vuelto a reconocer el “problema serio” de la inmigración centroamericana hacia la primera potencia mundial, un flujo que no ha dejado de crecer mes tras mes.
Cumbre con China
Las autoridades mexicanas se verán con sus pares chinos el mes que viene, tras la cumbre del G20 de finales de junio en Japón, según ha anunciado este martes el jefe de la diplomacia del país norteamericano. La cita de alto nivel, que se celebrará en Pekín en los primeros días de julio, llega en un momento de gran tensión comercial entre ambas naciones -por mucho los dos mayores socios comerciales de Washington- y las autoridades estadounidenses: China tiene abierta, desde hace meses, una guerra comercial en toda regla con la primera potencia mundial y México acaba de cerrar el primer capítulo de unas diferencias que, de no resolverse este verano, colearán hasta la cita de Trump con las urnas en noviembre de 2020.
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