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Para Yasin, Pablo y Marcos la cuarentena suena a aplauso, a despertador, a microondas y a ruidito de la videoconferencia. Así lo cuentan en uno de los retratos sonoros que han realizado los alumnos de 1º y 2º de ESO en el instituto Cartima, en Cartama, Málaga. Cuando llegó el confinamiento sus profesoras de Plástica y de Música les platearon un reto: contar un día de su cuarentena sin usar la voz, sólo con los sonidos y las imágenes de su encierro. Por el camino, Yasin y sus compañeros han aprendido con un proyecto cooperativo a escuchar el silencio, o más bien los sonidos de su intimidad, y sobre todo, a pensar. “Debería ser obligatorio este proyecto en la ESO. Aprendes a mirar y a escuchar, que normalmente no nos paramos a hacerlo, me ha parecido genial que los profesores nos animen a ello, porque ves el mundo de otra manera”, cuenta Yasin El Azizi, de 13 años.
Los mapas sonoros ha sido el trabajo de las asignaturas de Plástica y de Música, pero a su vez parte de un engranaje mucho mayor. Lo puso en marcha el director del centro, José María Ruiz, el día que anunciaron que se cerraban las aulas. Este instituto, que trabaja por proyectos, hizo lo que mejor sabían hacer, pero adaptándolo a una nueva realidad. “Convocamos un claustro digital y propusimos a los profesores algo que podía parecer una locura pero que se ha revelado como lo que realmente necesitaban los alumnos, nos olvidamos del plan de curso que habíamos previsto y creamos un nuevo proyecto para estos meses. Queríamos que esta crisis fuera también una oportunidad de aprendizaje, aunque para nosotros suponía empezar de cero, y mucho trabajo sabíamos que era la manera de conectar con los alumnos en un contexto muy duro para ellos”, explica Ruiz. Así iniciaron para estos tres meses tres nuevas líneas de trabajo en torno al coronavirus. Lo llamaron Proyecto Confinamiento, y los mapas sonoros son una pata más.
“Tuvimos que trabajar en grupo, investigar otros relatos, ponernos de acuerdo para decidir cuáles eran los sonidos y las imágenes de nuestro día a día, grabarlos, y contar una historia con ellos. Y nos hemos dado cuenta de todos los sonidos que tenemos alrededor y que nos pueden ayudar a expresarnos pero sin usar palabras”, explica Vanessa Wisniewska, de 13 años.
La profesora de Música, Rosario Ruiz Ocaña, cuenta que optaron por el relato sonoro porque “a los alumnos les resultaba más atractivo, no planteaba demasiadas dificultades técnicas y les ayudaba a vivir de forma más consciente cada momento del confinamiento. Han aprendido a prestar atención y han descubierto multitud de sonidos de su vida en los que nunca habían reparado…”. Rosario, que al igual que la profesora de Plástica es nueva en el centro, recuerda que en el curriculum de Secundaria está contemplado el silencio, el ruido y la contaminación acústica, como contenidos a tratar. Carmen García, profesora de Plástica, aportó el aspecto más gráfico a la propuesta: “Tras investigar otros relatos sonoros tenían que pensar visualmente cómo ilustrar los sonidos con sus propias fotografías. Y han disfrutado tanto haciéndolo, que me han dado envidia y he hecho el mío propio y Rosario también hará el suyo”, cuenta Carmen García.
“Ha merecido la pena”
Para el director este trabajo que se enmarca en el Proyecto Confinamiento es una muestra más de que si se pone el foco en los alumnos, el aprendizaje funciona. Aunque parecía una locura crear en pocos días un proyecto completo de centro para un solo trimestre, cree que el esfuerzo ha merecido la pena: “Lo normal en esta situación extrema hubiera sido que desconectaran y nos preocupaba. Pero hemos logrado que el alumnado se interese por la propuesta pedagógica que para ellos ha sido estimulante y motivadora”, explica el director José María Ruiz. “Gracias a que les hemos enganchado los hemos mantenido activos trabajando e investigando, y sintiéndose útiles, mientras el mundo parecía desmoronarse”.
Esta es la clave del éxito de este centro que es una referencia en innovación educativa. “Si pones el centro en ellos, en su realidad e intereses, ellos responden y aprenden. El mundo demanda habilidades y destrezas y no solo acumulación de conocimientos, por eso un proyecto cooperativo como este del mapa sonoro, en el que se tiene en cuenta lo que les está ocurriendo y donde pueden desarrollar destrezas con las que se sienten cómodos, es clave en una situación así”, cuenta el director.
El resultado, del que hay varias muestras en este reportaje, será un recuerdo para siempre de lo que aprendieron en estos días tristes. “Les he sugerido que lo guarden bien, porque dentro de muchos años, cuando los vuelvan a ver, se darán cuenta de que han construido un diario de lo que vivieron en un momento de su vida en la que aún no eran conscientes de lo que estaban viviendo”, concluye la profesora. María Vázquez, 12 años, estudiante de 1º de ESO lo confirma: “Desde que hice este proyecto escucho más y aprecio más los sonidos o el silencio. En este estrés de cuarentena ha sido una gozada pararme y escucha todos los sonidos bonitos que tenemos a diario alrededor. Me ha ayudado a distraerme en estos días de tanto estrés pero también me he dado cuenta de que estaban allí y he aprendido a valorarlos y desear que nunca desaparezcan”.
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