Pau Riba con uno de sus últimos libros en el Día de Sant Jordi, en Barcelona en 2016.
Història de la música del segle XX (l’electrònica), es el último libro que escribió Pau Riba, fallecido el pasado 6 de marzo a los 73 años de un cáncer de páncreas y que gracias a la celeridad de su editorial, Males Herbes, pudo leer su autor. El volumen lo presentó en la librería Calders Memi March, auto calificada como “compañera de los últimos 27 años de vida de Pau, madre de Lluch Riba y porno-enfermera durante el último año”, acompañada por representantes de la editorial, por Oriol Malet, responsable de la portada -“sólo manos de lo que Pau concibió”-, y Neil Harbisson, compañero de proyectos musicales de Pau y primer ciborg oficialmente reconocido como tal. Memi situó el proyecto, que arrancó en la exposición Altres Músiques Natives (1995), a partir de la cual Víctor Nubla, otro músico representado en su faceta literaria por Males Herbes, y Julià Guillamón le pidieron a Pau un texto. Ese fue el embrión de esta historia escrita en arrebatos a lo largo de los años cuando la música no le ocupaba.
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“Pau podía escribir a cualquier hora, no perdía el hilo y cuando escribía el tiempo dejaba de importar fuese noche, amanecer o atardecer”, recordaba Memi. El remate del libro, también hijo de las conversaciones de Pau con Víctor Nubla, “en quien Pau veía que el underground todavía existía en nuestros días”, recordó Memi, fue apremiado por la enfermedad y por un trabajo sordo de documentación previa de Memi, también parcial correctora.
El libro, como comentó Memi, es hijo de la educación no compartimentada que Pau recibió en la escuela Isabel de Villena. Su historia no es una historia de músicos, o una historia estética de la música, es la historia de todos los avances e inventos que, aunque generalmente no nacidos para impulsar la música, le han acabado por dar su fisonomía en el siglo XX. Arrancando en el siglo XIX, acabando en el punk y dejando de lado la explosión del mundo digital -Pau siempre declaraba que eso del techno y la electrónica actual, aun interesándole, le pillaba lejos-, se repasa desde el teléfono a la válvula, el disco de piedra, la radio, el electrón y las ondas Martenot, se reflexiona sobre el sonido, la voz, la vibración, se establecen paralelismos entre música, arquitectura y aritmética, entre música y pintura (Pau reconoce que hubiese sido pintor de ser la pintura potencialmente tan ruidosa como la música). El autor se acuerda de aquellos perdedores que cardaron la lana sin llevarse la fama, caso de Elisha Gray, quien junto con Antonio Menucci han sido opacados por Graham Bell como inventores del teléfono.
Pero hay más. En este canto a la tecnología, que podría parecer impropio de un hippy —claro está que Pau fue un hippy curioso, presocrático, como le definió su editor, Ricard Planas—, también hay recuerdos de cómo su familia desechaba la copla y el flamenco solo porque se cantaba en español y el español era franquista; un repaso al rock y sus derivados, siempre vinculados a la electricidad, alma mater e hilo conductor del libro; capítulos dedicados a Satie, Schoemberg, Cage, Varese, Schaeffer y, como dice Pau “a todos aquellos que han experimentado y abrieron nuevos caminos”. Hay también drogas, ironía, Elvis, etimología -otra de las pasiones de Pau-, guitarra, Chuck Berry, punk, Kraftwerk y humor: a propósito de John Napier escribe “(era un cerebro privilegiado) hoy lo llamaríamos niño precoz, por mucho que la precocidad en aquellos tiempos en que la media de vida era tan inferior a la actual, era casi ley de vida….o espabilabas antes o morías (sin conseguir nada)”.
Eso sí, el libro, divertido, ameno, con una prosa que se pega como los buenos estribillos, tiene un grave problema: ¿en qué apartado de las librerías se puede colocar una obra que es ensayo, historia, memorias, teoría del arte y filosofía? Probablemente junto a Història de l’univers, su penúltimo libro y alma gemela del último. Finalmente, un aviso para navegantes, Memi March dijo que sólo se ha publicado un 3% de lo que Pau creó en vida en todas las facetas artísticas que abordó, ¿estamos en la orilla de un océano?
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