Ríchar Gutiérrez prefiere no hacer la cuenta de los años que lleva en la cantera del Getafe. “Me siento orientador más que entrenador”, matiza. En todos sus años ha visto niños que se iban a comer el mundo, que han volado rápido a los grandes y que luego se han quedado en mucho menos de lo que anunciaron, o directamente en nada. “De hecho, la mayoría se pierde en el camino”, asegura. Eso no le ha ocurrido, al menos hasta ahora, al madridista Miguel Gutiérrez, que a dos meses de cumplir los 20 dejó una actuación notable en Granada en una noche que no admitía dudas para los blancos si querían seguir vivos en la Liga. Cuando el partido estaba todavía inmaduro, él lo empezó a inclinar con nada menos que una asistencia de cuchara a Modric, un gesto técnico que inevitablemente evocó a Raúl, su tutor en el Castilla.
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El “orientador” azulón lo acunó en benjamines, con ocho y nueve años, y entonces, asegura, ya se veían en esos encuentros de fútbol 7, con su hermano mayor y su abuelo de espectadores, algunas de las cualidades que ahora asoman en la élite. “Era un lateral izquierdo con mucho desparpajo y descaro. Muy ofensivo y con buen disparo. Se atrevía a tirar desde muy lejos”, explica Ríchar Gutiérrez.
De su lanzamiento quedó constancia a esas alturas tan tempranas en una Íscar Cup, un torneo referencia en la categoría de benjamines de segundo año en la población vallisoletana donde acuden los principales clubes de España y algunos de Europa. “Es verdad que los porteros a esas edades no son la leche, pero su conducción y potencia sorprendieron”, apunta su exentrenador en el Getafe. Los ojeadores del Real Madrid no tardaron en reclutarlo. En 2011, con diez años, ya estaba en Valdebebas y ahora, con contrato hasta 2024, levanta la mano para metas mayores.
La fase declinante de Marcelo, que faltó en Granada (Zidane se refirió después a unas molestias físicas) y cuya continuidad no está garantizada, alimentan las opciones de Miguel Gutiérrez. Él es, junto a los medios Antonio Blanco y Sergio Arribas, una de las apuestas de la cantera blanca para instalarse en un futuro más o menos cercano en el vestuario grande. En el último mes, la acumulación de lesiones, casos de covid y las apreturas del calendario les han concedido una oportunidad y no han desaprovechado la ocasión para dejar señales. Gutiérrez, tras aparecer tres ratos contra el Cádiz, Osasuna y Sevilla (en estos dos últimos relevó a Marcelo con el marcador en el aire), se estrenó como titular en Granada. En la pretemporada de 2019, ante el Fenerbahçe, ya se había convertido en el primer canterano nacido en el siglo XXI en disputar unos minutos con los blancos y, a la vuelta del confinamiento, se entrenó con frecuencia a las órdenes de Zidane.
En el Nuevo Los Cármenes, antes de fabricar el 0-1, lo primero que llamó la atención fue cómo aparecía por zonas más centrales y adelantadas, impropias de su demarcación, con la intención de agrietar el sistema defensivo rival. Esa vocación atacante le viene de serie y animó, incluso, a algún técnico de La Fábrica a colocarlo de mediapunta en la etapa de cadetes, aunque todos coincidieron en que su posición más desequilibrante sería el lateral izquierdo. Desde ahí podría romper y desorganizar defensas con más eficacia. En la pasada Youth League, la Champions juvenil que se adjudicó el Madrid, metió cuatro tantos, tres de ellos en cuartos, semifinales y final. Tantos como el delantero Latasa.
De su ánimo para descolocar ha quedado constancia también a la hora de ejecutar penaltis: le gusta el estilo Panenka. Se le ha visto en la selección, donde es campeón de Europa sub 19, y en el Madrid. En la tanda que decidió la final ante el Benfica del Mundial de Clubes sub 17 de hace cuatro años, este estudiante de Educación Física se sacó un lanzamiento picadito y por el centro que ayudó a levantar el título al equipo de Álvaro Benito.
De niño, aún en el Getafe, Ríchar Gutiérrez lo recuerda como un chaval que “se atrevía a muchas cosas en el campo y normal en la caseta, aunque tirando quizás un poco a pícaro”. Y ya en la adolescencia, su compañero de selección Ander Barrenetxea, de la Real Sociedad, dijo de él que era “tímido al principio y un poco cabroncete cuando pilla confianza”. Esto segundo le hará falta para bucear entre tiburones.
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