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Millonarios espaciales


Es refrescante que al final de una pandemia, surja una nueva especie: los millonarios espaciales. Esa gente superrica que gasta millonadas en alejarse, gravitar unos minutos, ver las cosas con otra perspectiva y sentir el subidón. Luego, regresar iluminados a la Tierra tras 15 minutos de coste estratosférico (incluso más que el de la electricidad para los españoles) y con una amplia sonrisa y efusividad sin complejos. Bienvenidos, millonarios espaciales.

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Bravo, Jeff Bezos, sí, bravo por tu odisea espacial que te ha puesto por delante o un poco más arriba que tus otros competidores superricos, el señor Musk y el señor Branson. Aunque la nave de Richard Branson es más mona y la experiencia celestial más larga, la del propietario de Amazon viajó unos kilómetros más arriba y en ella iba acompañado de su hermano, muy sexi, porque tiene ese rollo tejano del sentido del humor robusto, acompañado de botas camperas y sonrisa de lagarto simpaticón. Y esa buena señora, astronauta, octogenaria, que vive toda esta aventura espacial con cara de Pedro Duque antes de que lo echen de esa otra nave espacial no tripulada que puede ser el Gobierno español. Genial todo. Millonarios sin gravedad, ¿puede haber mejor plan turístico para adentrarnos en el futuro poscovid? Un plan sin ácaros, sin virus. Lo importante no es el destino, lo que importa es el viaje, pero sin mal rollo. Son 15 minutos, los mismos que sentenció Andy Warhol: “En el futuro todo el mundo será famoso por 15 minutos”. Pues, en el presente, que es ese futuro, todos gravitaremos esos 15 minutos.

Aquí, con los pies en la Tierra, incomoda compartir espacio con las declaraciones mal grabadas del presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, que va como un cohete. Declaraciones tan negativas y con ese aire de superioridad acerca de la gente, de las personas que le aseguran un puesto de poder. No se habla de otra cosa. La mejor opinión, la de Almudena Grandes, planteando que el silencio acobardado alrededor de la figura de Florentino es al mismo tiempo una expresión de su poder, del dominio que ejerce y de la venganza que recibe. Nada va a cambiar mucho en el universo del futbol, pero yo sí introduciría un pequeño cambio: que se evite ese lenguaje garbancero y faltón. Esa afición a desbarrar carece de elegancia galáctica.

Florentino sobrevuela estoico la filtración de sus grabaciones, mientras que el príncipe Harry anuncia libro a un coste de 17 millones de euros. Parece una operación galáctica. Recuerda las memorias que Lana Turner, sex symbol del Hollywood dorado, escribió acerca del asesinato, a manos de su hija Cheryl, de su amante abusivo y violento, John Stompanato. Cheryl escucho como el gánster-amante amenazaba con desfigurar a su madre a golpes. Entró en la habitación de su progenitora con un cuchillo que podría tener las mismas medidas del miembro viril del amante, se acercó a él, hundió el cuchillo y lo mató. Es uno de los grandes escándalos de Hollywood y consiguió propulsar la carrera de Lana más arriba. El libro autobiográfico del príncipe Harry tiene un poco esa misma atmósfera de morbo, revelación y rehabilitación que tanto nos gusta. Deseémosle suerte. Desde luego mucha más que a esa feísima escultura de su madre, Diana de Gales, que inauguró junto a su hermano.

Es difícil dejar a Diana en paz. Hay que aceptarlo. También es difícil aceptar lo que pueda pasar en los Juegos Olímpicos de Tokio. Tengo una teoría, no es fácil de demostrar: Se trata de aquel famoso café con leche al que invitó la entonces alcaldesa Ana Botella, tras perder Madrid la oportunidad de ser la anfitriona de estos juegos que sí ganó Tokio. Ese cafecito era una pócima envenenada en la plaza Mayor. Me quitas capitalidad, pero no sabes lo que te espera al quedártela. Que no suceda lo mismo con las aventuras de los millonarios espaciales.


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