En cuanto el juez Peter Cahill leyó en el tribunal el veredicto de culpabilidad por los tres cargos de homicidio que pesaban sobre el policía Derek Chauvin por la muerte de George Floyd, estalló la alegría en una ciudad que se había preparado para todo. Los comercios y restaurantes del centro de Minneapolis se habían tapiado, los colegios públicos habían suspendido las clases presenciales y los militares de la Guardia Nacional patrullaban cada esquina. Fue la de este martes, sin embargo, una tarde abrazos y puños en alto; de esperanza para unos y escepticismo para otros, y fue también una constatación: nada esto hubiera sido posible sin ese poderoso vídeo como prueba. “Lo echaré mucho de menos”, ha dicho Terrence Floyd, el hermano de George. “Pero sé que ahora es historia. Es un gran día para ser un Floyd”
“¿Cuántos otros antes no fueron grabados?”, rezaba un cartel en manos de Hodan B., una psicóloga de 30 años de raza negra. En su opinión, sin las imágenes de la agonía de George Floyd bajo la rodilla de Chauvin el veredicto no hubiese sido posible. “Fue lo que ayudó a desmontar la versión policial”, asegura. Aun así, mencionó, “otras veces con las imágenes de las propias cámaras de los policías, tampoco ha habido condenas”. “Lo que hemos visto iba más allá de lo cruel”.
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Hodan es de las que cree que este juicio marcará un precedente para futuros casos de brutalidad policial. Los estadounidenses contemplaron en el juicio cómo el jefe de la policía local, Medaria Arredondo, también negro, se ponía del lado de la acusación y rechazaba los métodos utilizados por Chauvin, quien fue despedido en su día y recibirá sentencia en ocho semanas.
Emma Luten, una joven blanca de 24 años, confiaba en una condena por alguno de los tres cargos, pero le sorprendió que esta llegara en todos, homicidio en segundo y tercer grado además de homicidio imprudente. Cree que este caso “ha significado una verdadera redención de cuentas y también un paso adelante en el camino hacia la justicia racial íntegra”. El juicio, considera, ha requerido pruebas abrumadoras después de muchos casos donde los agentes fueron absueltos a pesar de existir imágenes contundentes. Luten afirma que si Floyd hubiera sido un hombre blanco Chauvin no solo hubiese retirado su rodilla del cuello mucho antes, sino que cree que “no hubiésemos llegado a ver esa rodilla en el cuello”.
La muerte de Floyd, el 25 de mayo de 2020, detonó varias concentraciones y protestas el pasado verano. En ellas había jóvenes blancos y negros al grito de “las vidas negras importan”, el nombre del gran movimiento contra el racismo policial, Black Lives Matter. Tras el veredicto, la celebración junto al tribunal se trasladó a la ahora llamada plaza George Floyd, en el cruce de la calle frente a la tienda Cup Foods donde murió.
En Los Ángeles, el fantasma del caso Rodney King, un afroamericano apaleado sin piedad en 1991 por cuatro policías –tres de ellos blancos– después de ser detenido por exceso de velocidad, hizo a la ciudad recordar una de sus peores experiencias con la brutalidad policiaca. Los uniformados fueron absueltos en 1992 por un jurado donde no había un solo negro. Esto fue una chispa que incendió el centro con varios actos de vandalismo. Quienes recuerdan aquellos días reconocen el avance llegado este martes.
“Alivio”. Esa es la palabra que usa Taylor, un afroamericano de 52 años, para definir lo que le causó el veredicto. “Ya era hora de que los policías pagaran por sus errores”, cuenta mientras espera el autobús en el centro de la ciudad californiana. En su móvil sigue la cobertura que la cadena CNN hace de los festejos que ha provocado en todo el país el desenlace judicial. “Espero que de ahora en adelante los policías traten con respeto y dignidad a la gente que detienen”.
El veredicto ha dejado a Los Ángeles exhalar con descanso tras semanas de tensión. Manifestaciones de Black Lives Matter y otras organizaciones que piden retirar fondos a las policías habían incrementado sus vigilias frente a las oficinas del cuerpo local y la alcaldía, la más reciente esta mañana.
“Este ha sido el juicio más importante de nuestras vidas”, admite el pastor Shep Crawford, quien preside una iglesia evangélica en el centro de Los Ángeles. “Después de muchos años, la sociedad entendió que las vidas negras importan. Y ahora parece ser que el sistema finalmente lo ha aprendido”, dice después de haber rezado en el Grand Park ante un grupo que festejó la decisión. “Hay que seguir trabajando. Quiero un país donde mis hijos no se sorprendan cada vez que se hace justicia”.
Para evitar las críticas generadas por su manejo de las marchas del pasado verano, tras el asesinato de George Floyd en Minneapolis, los departamentos de Policía del país han adoptado nuevas políticas destinadas a reducir el uso de la fuerza. Ha sido una transformación operativa que ha requerido colaborar y dialogar con líderes locales, representantes religiosos y asociaciones vecinales y comunitarias. “Hemos trabajado mucho” con esos agentes sociales, explicó el responsable del Departamento de Policía de Nueva York, Dermot Shea.
En Nueva York, pese a la convocatoria -programada con anterioridad, al margen del resultado del fallo- de media docena de concentraciones en la ciudad, el despliegue policial era a última hora de la tarde mucho más visible que la presencia de manifestantes. Un cordón de vallas rodeaba el perímetro de la frecuentada comisaría de Times Square, alrededor de la cual solo se daban cita cámaras de televisión, mientras el ritmo habitual del Km 0 de Manhattan proseguía sin interrupciones ni cortes de tráfico. Un grupo de activistas había convocado allí por redes sociales una concentración a las seis de la tarde, pero lo único evidente era el despliegue policial. En Manhattan se desplegaron varios cientos de agentes, y unos 300 más alrededor del Centro Barclays de Brooklyn, donde un pequeño grupo de personas siguió en directo la lectura del veredicto, prorrumpiendo en gritos de rabia y alivio al escuchar la triple declaración de culpabilidad de Chauvin. En Harlem hubo una marcha espontánea de decenas de personas con pancartas del movimiento Black Lives Matter.
En una esquina de la plaza, Joshua, veinteañero, seguía en el móvil el anuncio del fallo mientras esperaba a su novia. “Solo habría faltado que [Chauvin] se hubiese ido de rositas, pero queda mucha injusticia, de hace siglos. Esto es solo la punta del iceberg”, decía el afroamericano, que no ha participado en ninguna marcha contra la violencia policial pese a compartir la denuncia.
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