Moguer, en casa de Juan Ramón Jiménez

“Blanca maravilla”: así le decía Juan Ramón Jiménez (1881-1958) a su pueblo natal, Moguer, donde pasó los mejores años de su vida y donde descansa en paz. Todo allí recuerda al poeta: la casa donde nació, la casa donde creció, el cementerio donde está enterrado, las esculturas callejeras… Hasta los azulejos pegados en las esquinas repiten frases suyas. “Moguer es igual que un pan de trigo, blanco por dentro, como el migajón, y dorado entorno —¡oh sol moreno!—, como la blanda corteza”.

8.30. Paseo entre esculturas

La cita anterior se lee en la plaza del Cabildo (1), cerca de la estatua de Juan Ramón realizada por Octavio Vicent y de la escultura Platero, de Álvaro Flores. Ocho figuras inspiradas en capítulos de Platero y yo, distribuidas por toda la población, forman el museo Platero Escultura, creado en 2014 con motivo del centenario de la obra. En la plaza de San Francisco (2) brilla en acero patinado Darbón, el médico de Platero, de “once arrobas” y “tres duros de edad”. En la calle de la Rábida (3) está Aguedilla, “la pobre loca (…) que me mandaba moras y claveles”. Hay que ver las esculturas y leer las 20 frases que hay escritas en otros tantos azulejos, y después desayunar en la centenaria Confitería La Victoria (4): piononos, tetas de vaca, juanitas, sultanas, exploradores…

10.00. La biblioteca del escritor

En 1956, cuando el poeta recibió el Nobel, se inauguró la Casa Museo Zenobia-Juan Ramón Jiménez (5), en una vivienda del siglo ­XVIII donde vivió de los 5 a los 26 años, durante su etapa más productiva, y donde se conservan los 3.700 libros y 7.500 revistas de su biblioteca. Antes residió en la Casa Natal de Juan Ramón (calle de la Ribera, 2; 673 39 85 42) (6). “Aquí, en esta casa grande, hoy cuartel de la Guardia Civil, nací yo, Platero… Desde el mirador se ve el mar”. En esta típica casa andaluza de finales del XIX, con influencias neomudéjares, lloró por primera vez, el 23 de diciembre de 1881. Si nos apetece ver solo una casa, iremos a la primera: es la importante.

El monasterio de Santa María de la Rábida (Palos de la Frontera) custodia una imagen de la Virgen ante la cual Colón rezó momentos Moguer antes de partir hacia el Nuevo Mundo.
El monasterio de Santa María de la Rábida (Palos de la Frontera) custodia una imagen de la Virgen ante la cual Colón rezó momentos Moguer antes de partir hacia el Nuevo Mundo. ALAMY

12.00. Ruta colombina

Otro acierto: visitar el monasterio de Santa Clara (7), del siglo XIV, donde Colón veló una noche a su regreso de América, cumpliendo el voto que hizo cuando una tempestad estuvo a punto de mandar a pique a la Niña cerca de las Azores. Esa carabela y la tercera parte de los marineros que le acompañaron Eran de Moguer. La sillería nazarí del coro bajo y el claustro de las Madres ya eran viejos cuando los vio el descubridor. Luego podemos coger el coche para seguir visitando más lugares relacionados con la gesta colombina, como los cercanos Palos de la Frontera (8), el monasterio de la Rábida (9), el Muelle de las Carabelas (10) y el Monumento a la Fe Descubridora (11).

14.30. Choco frito y serranito gigante

Si queremos comer en un escenario colombino, lo haremos en la terraza de La Parrala (12), en la plaza de las Monjas, con vistas al monasterio de Santa Clara. Su choco entero frito no es ningún descubrimiento, todos lo piden. Serranitos y sanjacobos gigantes, como la cubierta de una carabela, es lo que dan en Taberna La Yunta (959 73 10 51) (13). Con 10 euros por persona llega. Sitio fino no es.

La playa de Mazagón, próxima a Moguer (Huelva).
La playa de Mazagón, próxima a Moguer (Huelva). alamy

16.00. 25 kilómetros de arenales

Después, lo mejor es tumbarse en las playas salvajes de Mazagón, donde Moguer se asoma al Atlántico y a Doñana: la de la Fontanilla, la del Parador, la del Rompeculos, la del Arenosillo, la de la Torre del Loro… Unos 25 kilómetros, desde Mazagón hasta Matalascañas, mide este trozo de planeta solitario, bordado de acantilados amarillos (antiguas dunas solidificadas) y pinos piñoneros. Sobre uno de estos cantiles arenosos, a 40 metros de altura, se levanta el espléndido parador de Mazagón (14), con terrazas abiertas al océano y escalera de madera para bajar a la playa. A su vera se retuerce en fantástico escorzo un pino piñonero monstruoso, que ya debía de ser grandecito en tiempos de Juan Ramón. Al pino del Parador, así se llama, se le calcula una edad de 300 años. Casi nada.

18.30. Visita al cementerio

El paseo favorito del escritor, cuando vivía en Moguer de muchacho, era el cementerio parroquial (15): “Y no por un romanticismo enfermo, sino, al contrario, por la contagiosa alegría que flotaba en su limpio recinto, lugar grato de descanso, lleno todo de árboles y abejas, pájaros y flores”. Aquí fue y sigue enterrado junto a su mujer, Zenobia, después de que ambos murieran en el exilio. Sus últimas palabras antes de expirar en Puerto Rico fueron: “Moguer…, madre…, Moguer”.

Réplica de una de las carabelas de Colon, en Palos de la Frontera (Huelva).
Réplica de una de las carabelas de Colon, en Palos de la Frontera (Huelva).

21.00. Cena en Zenobia

El mejor lugar para cenar, con un nombre muy juanramoniano, gran terraza y el gran chef Paco Pepe, es el Espacio Zenobia (641 39 75 86) (16). Algunas sugerencias: canelón de aguacate, hamburguesa de choco, carrilleras con setas, tataki de salmón con corteza de cerdo, sal negra, sésamo de wasabi y aceite ecológico. Más tradicional es el Mesón El Lobito (17), donde comer, pagando lo justo, carnes a la brasa o raciones de jamón, chocos, rabo, acedías, cazón…

23.00. La tumba de Platero

En el paraje de Fuentepiña, a dos kilómetros de la población, se encuentra Nazaret de Moguer (18), que antes que hotel rural fue propiedad del médico de Juan Ramón, Rafael Almonte, del que hay numerosos recuerdos. Al lado está la casa de campo que frecuentaba el poeta, a la sombra del pino Gordo, el árbol bajo el que enterró a su amado Platero. “¡Platero amigo! —le dije a la tierra—: si como pienso estás ahora en un prado del cielo y llevas sobre tu lomo peludo a los ángeles adolescentes, ¿me habrás, quizá, olvidado? Platero, dime: ¿te acuerdas aún de mí?”. Otro hotel a tener en cuenta es Plaza Escribano (959 37 30 63) (19), en una casa blanca de Moguer. Las habitaciones dan a un silencioso patio y queda a cinco minutos de la Casa Museo Zenobia-Juan Ramón Jiménez.

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