8.30. Paseo entre esculturas
La cita anterior se lee en la plaza del Cabildo (1), cerca de la estatua de Juan Ramón realizada por Octavio Vicent y de la escultura Platero, de Álvaro Flores. Ocho figuras inspiradas en capítulos de Platero y yo, distribuidas por toda la población, forman el museo Platero Escultura, creado en 2014 con motivo del centenario de la obra. En la plaza de San Francisco (2) brilla en acero patinado Darbón, el médico de Platero, de “once arrobas” y “tres duros de edad”. En la calle de la Rábida (3) está Aguedilla, “la pobre loca (…) que me mandaba moras y claveles”. Hay que ver las esculturas y leer las 20 frases que hay escritas en otros tantos azulejos, y después desayunar en la centenaria Confitería La Victoria (4): piononos, tetas de vaca, juanitas, sultanas, exploradores…
10.00. La biblioteca del escritor
En 1956, cuando el poeta recibió el Nobel, se inauguró la Casa Museo Zenobia-Juan Ramón Jiménez (5), en una vivienda del siglo XVIII donde vivió de los 5 a los 26 años, durante su etapa más productiva, y donde se conservan los 3.700 libros y 7.500 revistas de su biblioteca. Antes residió en la Casa Natal de Juan Ramón (calle de la Ribera, 2; 673 39 85 42) (6). “Aquí, en esta casa grande, hoy cuartel de la Guardia Civil, nací yo, Platero… Desde el mirador se ve el mar”. En esta típica casa andaluza de finales del XIX, con influencias neomudéjares, lloró por primera vez, el 23 de diciembre de 1881. Si nos apetece ver solo una casa, iremos a la primera: es la importante.
12.00. Ruta colombina
14.30. Choco frito y serranito gigante
Si queremos comer en un escenario colombino, lo haremos en la terraza de La Parrala (12), en la plaza de las Monjas, con vistas al monasterio de Santa Clara. Su choco entero frito no es ningún descubrimiento, todos lo piden. Serranitos y sanjacobos gigantes, como la cubierta de una carabela, es lo que dan en Taberna La Yunta (959 73 10 51) (13). Con 10 euros por persona llega. Sitio fino no es.
16.00. 25 kilómetros de arenales
Después, lo mejor es tumbarse en las playas salvajes de Mazagón, donde Moguer se asoma al Atlántico y a Doñana: la de la Fontanilla, la del Parador, la del Rompeculos, la del Arenosillo, la de la Torre del Loro… Unos 25 kilómetros, desde Mazagón hasta Matalascañas, mide este trozo de planeta solitario, bordado de acantilados amarillos (antiguas dunas solidificadas) y pinos piñoneros. Sobre uno de estos cantiles arenosos, a 40 metros de altura, se levanta el espléndido parador de Mazagón (14), con terrazas abiertas al océano y escalera de madera para bajar a la playa. A su vera se retuerce en fantástico escorzo un pino piñonero monstruoso, que ya debía de ser grandecito en tiempos de Juan Ramón. Al pino del Parador, así se llama, se le calcula una edad de 300 años. Casi nada.
18.30. Visita al cementerio
El paseo favorito del escritor, cuando vivía en Moguer de muchacho, era el cementerio parroquial (15): “Y no por un romanticismo enfermo, sino, al contrario, por la contagiosa alegría que flotaba en su limpio recinto, lugar grato de descanso, lleno todo de árboles y abejas, pájaros y flores”. Aquí fue y sigue enterrado junto a su mujer, Zenobia, después de que ambos murieran en el exilio. Sus últimas palabras antes de expirar en Puerto Rico fueron: “Moguer…, madre…, Moguer”.
21.00. Cena en Zenobia
El mejor lugar para cenar, con un nombre muy juanramoniano, gran terraza y el gran chef Paco Pepe, es el Espacio Zenobia (641 39 75 86) (16). Algunas sugerencias: canelón de aguacate, hamburguesa de choco, carrilleras con setas, tataki de salmón con corteza de cerdo, sal negra, sésamo de wasabi y aceite ecológico. Más tradicional es el Mesón El Lobito (17), donde comer, pagando lo justo, carnes a la brasa o raciones de jamón, chocos, rabo, acedías, cazón…
23.00. La tumba de Platero
Encuentra inspiración para tus próximos viajes en nuestro Facebook y Twitter e Instragram o suscríbete aquí a la Newsletter de El Viajero.