El Vaticano ha anunciado esta mañana, poco después de las 10.30, la muerte de Joseph Ratzinger. Tenía 95 años y llevaba años apagándose, como advirtió en una carta pública en 2016. Pero Benedicto XVI, el pontífice que acometió la mayor revolución formal de la Iglesia en la era moderna, ya se había ido una vez. El primer papa emérito de la historia moderna vivía desde 2013 en el convento de monjas Mater Ecclesiae, a escasos centenares de metros del papa Francisco. Ambos vestían prácticamente igual y ostentaron el mismo título, pero él lo hacía retirado de la vida pública, en silencio y solo visible cuando salía a dar un paseo por los jardines del Vaticano. Así lo había prometido el 11 de febrero de 2013, cuando dio el paso a un lado más trascendente que se recuerda en la historia de la Santa Sede (habían pasado siete siglos desde la última decisión parecida). Una revuelta cultural y teológica, pese a su merecida fama de conservador, que conformará su gran legado a la historia de la Iglesia y marcará definitivamente la manera en que los papas deberán concebir ya sus pontificados.
Los avisos sobre su estado de salud habían llegado por capítulos en los últimos años. Esta vez, el primero en advertir del agravamiento de las condiciones de salud de Benedicto XVI fue el papa Francisco. Al final de la audiencia pública de los miércoles, el pontífice cogió aire, miró al cielo y anunció que su predecesor estaba “muy enfermo”. “Querría pediros a todos vosotros una oración especial para el papa emérito Benedicto XVI, que en silencio está sosteniendo la Iglesia: recordadlo, está muy enfermo, pedimos al Señor que lo consuele y lo sostenga en este testimonio de amor a la Iglesia hasta el final”. No fue la forma más ortodoxa, pero típicamente bergogliana. Tanto que, como siempre, cogió a contrapié a gran parte de la Santa Sede. Benedicto XVI había empeorado desde hacía una semana, pero la noticia, pese a su avanzada edad, no estaba prevista. Una imprevisibilidad, sin embargo, habitual durante toda la vida de Ratzinger. La capilla ardiente de Ratzinger se expondrá a partir del día 2 de enero en la basílica de San Pedro.
El pontificado de Benedicto XVI duró solo 8 años. Menos incluso que su tiempo como emérito (casi diez). Pero fue mucho más convulso de lo que nunca hubiera imaginado cuando el Espíritu Santo —y un nutrido grupo de cardenales— le colocaron en la silla de San Pedro. Comenzó con fuerza y terminó muy debilitado y acorralado por los escándalos de Vatileaks, cuando se descubrió que su propio mayordomo robó y vendió documentos privados. “Las aguas bajaban agitadas, el viento soplaba en contra y Dios parecía dormido”, advirtió él mismo en su despedida acudiendo al Evangelio. Joseph Ratzinger (Marktl am Inn, 1927-Ciudad del Vaticano 2022) afrontó la última etapa de su vida con absoluta discreción. Sus fuerzas habían menguado y llevaba tiempo preparándose para este momento. El ejemplo de su predecesor, Juan Pablo II, languideciendo en el cargo, forjó a fuego su decisión. Él mismo advirtió en una carta en Il Corriere de la Sera de su situación. “En el lento debilitamiento de mi fuerza física, interiormente estoy en peregrinación hacia la Casa”.
Joseph Aloysius Ratzinger nace el 16 de abril de 1927 en Marktl am Inn, en la Alta Baviera (Alemania), muy cerca de la frontera con Austria, en una familia profundamente católica. Debido a la profesión de su padre, policía, Ratzinger vivió lo que él llamó “un peregrinaje constante”. En 1929, la familia se estableció en Tittmoning, localidad que tuvieron que abandonar en 1932 porque, según cuenta el futuro Papa en su autobiografía, su padre se había “arriesgado demasiado contra los nazis”, a los que consideraba unos criminales. La familia se va a vivir a Aschau am Inn. Joseph Ratzinger cuenta en su autobiografía ‘Mi vida’ que, junto a la vivienda, había un estanque con carpas, donde estuvo a punto de ahogarse mientras jugaba. En 1937, se establecieron en Hufschlag, junto a Traunstein, en una vieja casa desvencijada que el Papa recordará como su “verdadero hogar”.Cordon PressJoseph Ratzinger, en Múnich, con 16 años, vestido con el uniforme militar. En 1941, con 14 años, ingresa en las juventudes hitlerianas (algo obligatorio en ese momento) cuando estaba en el seminario. En 1943 es movilizado y destinado a una batería antiaérea (que le llevará a Múnich, Innsbruck y Gilching). En 1944, aun sabiendo que los desertores eran fusilados, abandona su puesto y regresa a casa, donde es detenido por los estadounidenses y enviado a un campo de prisioneros hasta su liberación, el 19 de junio de 1945. Su hermano, movilizado también y del que no tenía noticias, regresa un mes después. Tras ser elegido Papa, su paso por las Hitlerjugend fue objeto de polémica. Para atajarla, Ratzinger impulsó una investigación que determinaría que su paso por el ejército nazi no fue voluntario.Cordon PressEl futuro papa Benedicto XVI, a la izquierda, con su familia en 1938, un año antes de ingresar en el seminario. Junto a él, su hermano, Georg, nacido en 1923, quien también sería sacerdote; su madre, Maria Rieger (1884-1963), que trabajó como cocinera hasta su matrimonio; su hermana, Maria, nacida en 1921, que nunca se casó y que administró la casa del cardenal Ratzinger hasta su muerte en 1991, y su padre, Joseph Ratzinger (1877-1959), policía. Cuenta Ratzinger en su autobiografía que su padre, lejos de espiar a los sacerdotes considerados hostiles al Reich, como exigía el régimen nazi, ayudaba a aquellos que corrían peligro, lo que le puso a él mismo frente a los nazis.Cordon PressJoseph Ratzinger es ordenado sacerdote por el cardenal Michael von Faulhaber, el 29 de junio de 1951 en la catedral de Frisinga, Alemania. Entre 1946 y 1951 estudia Filosofía y Teología en Frisinga y en la refundada Facultad de Teología de Múnich, que había sido cerrada por los nazis en 1938. Tras su ordenación, es destinado a la parroquia de la Preciosa Sangre de Múnich. En 1953 se doctora en Teología. La habilitación para la enseñanza se convierte, en sus propias palabras, en el “drama de la libre docencia” al tener que rehacer su tema por discrepancias con el tribunal. Tras superar el lance, en 1958 se convierte en profesor de teología dogmática y fundamental en la Escuela Superior de Teología de Frisinga. Será profesor en varias universidades: en 1959, en la de Bonn; en 1963, en la de Münster, y en 1966, en la de Tubinga.Cordon PressJoseph Frings, cardenal de Colonia (Alemania), charla con Ratzinger, en una imagen sin datar. Él es el responsable de que el camino del joven profesor reformista llegue hasta Roma, como asesor del Concilio Vaticano II, la reforma impulsada por el papa Juan XXIII. Allí recibe el nombramiento oficial como teólogo del Concilio, donde defiende la descentralización de la Iglesia y la independencia de las conferencias episcopales. Dos años más tarde será el máximo enemigo de esta autonomía.Joseph Ratzinger, en Múnich (Alemania), en una imagen sin datar. Las protestas estudiantiles de 1968 le sorprenden como profesor en Tubinga, universidad en la que sus teólogos se habían convertido, según su opinión, “en el centro ideológico” del marxismo. Ratzinger decide en 1969 abandonar esta universidad por “la destrucción de la teología por su politización”, porque “Dios había sido reemplazado por el partido” y por “el modo blasfemo con que se ridiculizaba la cruz como sadomasoquismo”. Se traslada a la Universidad de Ratisbona, donde llega a ocupar el cargo de vicerrector.Getty ImagesRatzinger saluda a los fieles en mayo de 1977 tras ser consagrado arzobispo en la catedral de Múnich. El papa Pablo VI, que ya lo había llamado para formar parte de la Pontificia Comisión Teológica Internacional, le había hecho llegar en mano, por medio del nuncio Del Mestri, una carta con su nombramiento. Tras muchas dudas y la consulta a su confesor, escribe la respuesta en un papel de carta del hotel donde se alojaba De Mestri, “ante su atenta mirada”. En junio de ese año fue proclamado cardenal.Getty Images; Claus HampelEl cardenal Joseph Ratzinger acompaña al papa Juan Pablo II en el ‘papamóvil’ durante su visita a Múnich (Alemania) el 19 de noviembre de 1980. Aunque habían coincidido en el Concilio Vaticano II, no se conocieron personalmente hasta 1978, en el cónclave para la elección de Juan Pablo I. Tras la prematura muerte de Albino Luciani (un papado de 33 días), trabaja, según reconocería él mismo más tarde, activamente en favor de la elección de Wojtyla. En 1981, Juan Pablo II lo nombra prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (sucesora de la antigua Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición). Un año más tarde, en 1982, renuncia a la archidiócesis de Múnich y Frisinga.Cordon Press; Klaus HaagJoseph Ratzinger, en una conferencia en Madrid el 20 de febrero de 1990.
Apodado ‘el Panzerkardinal’ por su origen alemán y su capacidad teológica, durante sus años como guardián del dogma de la Iglesia católica procesa a la flor y nata de los teólogos críticos (como Leonardo Boff y Hans Küng), combate la teología de la liberación, se opone con todas sus fuerzas al sacerdocio femenino, condena la homosexualidad, niega el carácter pleno de Iglesia a las confesiones protestantes, prohíbe la comunión a los divorciados que se hubieran vuelto a casar y rechaza el papel activo de los laicos en la guía de la comunidad de fieles.
Bernardo PérezEl cardenal Ratzinger, en los tejados de los edificios anejos de la columnata de Bernini en el Vaticano el 26 de abril de 1993. Dos años antes, en 1991, sufrió un derrame cerebral que le afectó a la vista.gammaEl papa Juan Pablo II coge la cruz que le ofrece el cardenal Joseph Ratzinger en la celebración del Viernes Santo en la basílica de San Pedro del Vaticano, el 9 de abril de 2004.Maurizio Brambatti Ratzinger, ante el ataúd de madera que contiene el cadáver de Juan Pablo II durante sus funerales en la plaza de San Pedro el 8 de abril de 2005, que presidió como cardenal decano del cónclave cardenalicio. Elegido por la revista ‘Time’ como una de las 100 personalidades más influyentes del mundo, se le consideraba candidato a un papado de transición, sobre todo por su edad: 78 años. Entró en el cónclave como favorito, pero el rechazo de los sectores reformistas hacia él hizo pensar en una sorpresa con la elección de otro candidato con un perfil menos conservador.Associated PressLa no sorpresa fue la sorpresa: el candidato que partía como favorito, Joseph Ratzinger, sale como Papa al balcón de San Pedro, el 19 de abril de 2005. Tras dos días de cónclave y cuatro rondas de votaciones, Ratzinger se convertía en el 265º Papa de la Iglesia católica, con el nombre de Benedicto XVI. “Queridos hermanos y hermanas, después del gran papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde obrero en la viña del Señor”.
Getty ImagesBenedicto XVI ante la catedral de Colonia (Alemania), en su primer viaje papal fuera de Italia, el 18 de agosto de 2005, donde se reunió con unos 400.000 peregrinos, en su mayoría jóvenes. La Jornada Mundial de la Juventud de 2005 había sido convocada por su antecesor, Juan Pablo II. “Nunca se me habría ocurrido elegir Alemania como destino de mi primer viaje”, había comentado unos días antes. Su visita tuvo una carga simbólica: visitó la sinagoga de la ciudad, destruida por los nazis, donde condenó la “demencial ideología racista”.Patrick Hertzog (POOL)Fue un momento. El Papa se coloca un tricornio en la audiencia general en la plaza de San Pedro, el 7 de diciembre de 2005. Ignacio María Doñoro de los Ríos, capellán de la Academia de Oficiales de la Guardia Civil de Aranjuez (Madrid), le había tendido el sombrero de charol. El Papa se lo puso unos instantes y se lo quedó. Unos minutos antes, los militares italianos le ofrecieron un birrete con pluma. Se lo puso al revés, pero luego lo hizo de manera correcta. Con el tricornio acertó a la primera.Domenico Stinellis”¿Por qué, Señor, has tolerado esto?”, se preguntaba el papa Benedicto XVI en su viaje, el 28 de mayo de 2006, al campo de concentración de Auschwitz (Polonia), el mayor de los construidos por los nazis. El pueblo alemán, dijo, fue engañado “por un grupo de criminales que logró el poder mediante promesas mentirosas, que hablaban de un futuro de grandeza, de recuperación del honor de la razón y de su importancia”. En la imagen, el Papa atraviesa la entrada al campo, bajo el tristemente famoso lema: “El trabajo os hará libres”.El papa Benedicto XVI visita la estación de la calle de Jesús del metro de Valencia, el 7 de julio de 2006, donde cuatro días antes, 43 personas murieron y 47 resultaron heridas en un gravísimo accidente. Carles FrancescNo eran Prada. Después de años de especulaciones sobre si los zapatos rojos eran de la marca de lujo o no, ‘L’Osservatore Romano’ desmintió que el Papa calzara de Prada. En la imagen, Benedicto XVI lee la prensa a bordo del vuelo que le lleva a Australia, el 12 de julio de 2008.Vicenzo PinzoBenedicto XVI, el 9 de mayo de 2009, en el monte Nebo, en Jordania, donde según la Biblia, Moisés mostró a su pueblo “la tierra prometida”. En su visita a Jordania, defendió la fe y las religiones, la razón y la educación, condenó la violencia y los prejuicios y sugirió que la culpa de las tensiones que se viven en Tierra Santa no está en las creencias sino en la “manipulación ideológica” de la religión.Carsten Koall Benedicto XVI pasa junto al muro que separa Israel y Cisjordania, en su visita al campo de refugiados de Aida, cerca de Belén, el 13 de mayo de 2009. El Papa condenó la política de Israel contra los palestinos. “En un mundo donde cada vez más fronteras se abren al comercio, los viajes, los movimientos de personas y el intercambio cultural, es trágico ver como se alzan todavía muros”, dijo. El Pontífice reivindicó para el pueblo palestino el derecho “a una patria soberana en la tierra de sus antepasados, segura, en paz con sus vecinos y con fronteras reconocidas internacionalmente”.David Furst Benedicto XVI saluda a los fieles, en marzo de 2010 en el Vaticano. Sin duda, los escándalos por los abusos sexuales de sacerdotes a menores son la mayor mancha sobre su papado. Aunque él ha sido el primer Papa en pedir perdón a las víctimas y en enfrentarse al grave problema que sus antecesores (especialmente Juan Pablo II) habían silenciado durante décadas. Un cáncer del que era conocer antes de ser elegido Papa, ya que durante 20 años dirigió la Congregación de la Doctrina de la Fe, e incluso antes. El resultado de un informe, publicado a comienzos de este año y realizado por un bufete alemán contratado por la diócesis de Múnich-Frisinga, cifraba en 497 las víctimas de abusos sexuales cometidos por 235 religiosos entre 1945 y 2019 solo en ese obispado. El punto más relevante fue que señalaba el presunto encubrimiento de algunos casos por parte de Benedicto XVI, en su paso por la diócesis.Gregorio Borgia (AP)La reina Isabel II, cabeza de la Iglesia de Inglaterra (de blanco, color no muy habitual en ella), recibe a Benedicto XVI en el palacio de Holyroodhouse, la residencia real oficial en Edimburgo, en la visita papal a Escocia, el 16 de septiembre de 2010, la primera de Estado de un papa al Reino Unido.Dan Kitwood (Pool)La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, besa la mano del Papa en el aeropuerto de Barajas, en presencia del rey Juan Carlos I, el 18 de agosto de 2011, dentro de la Jornada Mundial de la Juventud.cristóbal manuelEl papa Benedicto XVI es ayudado por su secretario personal, Georg Gänswein, durante la audiencia semanal en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, el 26 de septiembre de 2012. Secretario de Ratzinger desde 2003 (dos años antes de ser Papa), fue apodado ‘Georg Clooney’ por la prensa por su apuesta figura, que hasta inspiró una colección de moda de la diseñadora Donatella Versace. Aficionado al tenis, trabajó de cartero y profesor de esquí, hasta ser ordenado sacerdote en 1984. Muchos vaticanistas apostaron que se vería afectado por el ‘Vatileaks’, el robo de papeles personales de Benedicto XVI. Pero no fue así, el Papa le nombró prefecto de la Casa Pontificia y le ordenó arzobispo.Franco OrigliaReunido con Paolo Gabriele, su infiel mayordomo, el 22 de diciembre de 2012 en el Vaticano para perdonarle el robo de sus documentos personales. En octubre había sido condenado a tres años de prisión (reducida a un año y medio) por apropiarse de una ingente cantidad de documentos privados del Papa, donde se desvelaban las luchas internas del Vaticano. La filtración a la prensa y la publicación del libro ‘Su Santidad, los papeles secretos de Benedicto XVI’ desencadenaron el ‘caso Vatileaks’. “Un pastor rodeado por lobos” llegó a decir ‘L’Osservatore Romano’.MaurixEl papa Benedicto XVI es ayudado a bajar las escaleras en la celebración de la misa del Miércoles de Ceniza en el Vaticano, el 13 de febrero de 2013, su último acto litúrgico antes de su renuncia. Sin avisar, en latín, dos días antes, en una reunión en la que iba a informar sobre varias canonizaciones, anunciaba su adiós al papado. “Para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio es necesario el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que en los últimos meses ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”.Alessandro Bianchi (Pool)Benedicto XVI, ya como papa emérito, a la izquierda, charla con su sucesor, Francisco, en Castel Gandolfo, el 23 de marzo de 2013. Durante 45 minutos, a solas, tiene lugar una cita sin precedentes desde 1418, cuando tuvo lugar la renuncia de Gregorio XII. La relación entre estos dos hombres llegaría al cine de la mano del director brasileño Fernando Meirelles en la película ‘Los dos papas’, con Anthony Hopkins y Jonathan Pryce encarnando al papa Benedicto XVI y al cardenal Jorge María Bergoglio, respectivamente.L’Osservatore Romano
Hasta hace poco más de un año, continuaba en ese discreto tránsito saliendo a pasear con su secretario personal y mano derecha, Georg Ganswein, por los alrededores del monasterio Matter Ecclesiae, escondido en los jardines vaticanos a apenas tres minutos de la puerta de Santa Ana, la entrada que los turistas fotografían y por donde se accede al Banco Vaticano o al Archivo Secreto. Ratzinger leía libros, contestaba cartas y, cuando las manos no le traicionaban todavía, se sentaba al piano a tocar algunas piezas. Sus últimos días los pasó en silencio, encerrado con Ganswein y cuatro monjas de Comunión y Liberación. Una tranquilidad que contrasta con los convulsos últimos días que sacudieron dramáticamente su pontificado, sumieron al Vaticano en una de sus mayores crisis y condujeron a los cardenales a elegir a un sucesor que pusiera patas arriba la Santa Sede y la Iglesia entera.
Pero Ratzinger, que vivió una extraña evolución teológica que le llevó de una moderna postura, como firmar contra el celibato obligatorio y criticar la encíclica que condenaba la píldora anticonceptiva, a convertirse en un inquisidor de teólogos, dio la sensación siempre de ser un incomprendido. Cuando el 19 de abril de 2005 fue elegido papa con 78 años, recuerda el historiador de la Iglesia Giovanni Maria Vian, muchos se sorprendieron. Durante sus 26 años de papado, Juan Pablo II había nombrado a 113 de los cardenales elegibles. Pero la divina providencia dictaminó que la silla de Pedro debía ser para uno de los otros dos, los únicos creados por Pablo VI. Fue el cónclave más numeroso de la historia y el humo blanco asomó por la chimenea de la capilla Sixtina en apenas un día. El nuevo papa era alemán —el primero de la historia y el segundo no italiano desde el siglo XVI— y tenía fama de conservador. También de ser un extraordinario teólogo, pero algo rígido y ortodoxo. De hecho, había sido durante 23 años el jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, antes conocida como Santo Oficio de la Inquisición. Un perfil perfecto para un papa de transición, no el de un pontífice que trató sin éxito de introducir cambios que jamás fueron aceptados.
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Benedicto XVI, a menudo más preocupado por cuestiones celestiales que terrenales, se encontró en el último tramo de su gobierno acosado por los escándalos de pederastia y una incesante cascada de indiscreciones que emanaban del caso Vatileaks —propiciadas por la dolorosa traición de Paolo Gabriele, su mayordomo personal—. “Un pastor rodeado por lobos”, le definió el siempre contenido L’Osservatore Romano. Agotado físicamente desde hacía meses, Ratzinger tomó de forma silenciosa la decisión más mundana que nadie podía imaginar. “Mi momento había pasado, di todo lo que podía dar”, reveló a Peter Seewald en las charlas que dieron pie en 2016 al libro/testamento Últimas conversaciones.
Dejó escritas decenas de obras de extraordinario valor teológico y metafísico. Eso permanecerá. Porque su silencio se impondrá también sobre los diarios con reflexiones personales que ha escrito durante estos años de retiro y que, según contó, pediría destruir antes de su muerte y con los que podrían perderse algunas de las claves de su renuncia.
El Papa emérito Benedicto XVI asiste a una ceremonia consistorial en la Basílica de San Pedro en el Vaticano 22 de febrero de 2014.Foto: Reuters | Vídeo: EPVUn paso inesperado
El paso a un lado de Ratzinger en 2013 fue del todo inesperado. La mañana del 11 de febrero, ante un grupo de cardenales, comunicó su decisión en latín. Es posible que ni siquiera algunos de los purpurados se percatasen de la dimensión del suceso en ese momento. La periodista Giovanna Chirri, de la agencia estatal Ansa, era la única que conocía el idioma entre sus colegas y corrió a dar la noticia ante la incredulidad de jefes. No hay duda de que el reloj biográfico tuvo su peso en aquella decisión. Ratzinger había asistido al penoso declive de Juan Pablo II, sin fuerzas ya en sus últimos días para resistir las presiones internas y los manejos de un importante sector de la curia. El temor a convertirse en un muñeco en medio de la tormenta le empujó a tomar una iniciativa sin precedentes modernos. Pero la renuncia, que apenas conocían cuatro personas, se fraguó en agosto de 2012.
El Papa Francisco y Benedicto XVI en el Vaticano en 2016.Gamma Rapho (Getty)
Más allá del agotamiento físico evidente, se apuntó entonces a innegables presiones internas, de “cuervos” acechando y de un cierto acorralamiento. El padre Federico Lombardi, presidente de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger y portavoz del Vaticano durante el papado de Benedicto XVI y parte del de Francisco, rechazaba de plano esa idea en la última conversación que tuvo con este periódico. “Lo de las presiones no tiene ningún fundamento. Tomó libremente la decisión, delante de Dios, pero con consideraciones muy evidentes y razonables. Se sentía cansado para hacer viajes, celebraciones, audiencias. Y eso se ha ido confirmando con el paso del tiempo. Fue una decisión del todo razonable, y el tiempo no hace más que confirmarlo”, insistía Lombardi, buen conocedor del periodo de transición entre ambos papas.
La coexistencia de ambos papas fue motivo de leyendas y hasta de fantasiosas películas (Los dos Papas, de Fernando Meirelles) que edulcoraron la realidad. Nunca antes dos papas habían convivido a tan pocos metros. Esa es la violenta realidad. Y su perfil, además, era antagónico: uno cultivaba una compleja retórica teológica, el otro se expresa como lo haría un cura de barrio. Sus figuras se convirtieron en bandos que alimentaron los sectores progresistas y tradicionalistas de la Iglesia para librar una violentísima guerra cultural. En algunos momentos, los ultras de cada lado llegaron a poner en riesgo la estabilidad de aquel proceso histórico, llegando a acusar a Francisco de hereje y a pedir su renuncia. Pero ambos papas evitaron siempre ningún conflicto. De hecho, Bergoglio le pedía a menudo que rezase por él e, incluso, le mostraba importantes documentos como la controvertida y avanzada exhortación apostólica Amoris Laetitia. Ratzinger, mucho más inclinado a la ortodoxia que su sucesor, nunca ha opinado públicamente sobre ninguno de los avances recibidos por Francisco, aunque es posible que en algunos momentos arquease una ceja.
Los puntos negros del legado de Benedicto XVI quedaron nítidamente expuestos con su renuncia. La galopante corrupción de su entorno, la falta de atención a las cuestiones sociales o la ineficaz lucha contra la pederastia, pese a que fue un precursor legislando contra esta lacra, le empujaron a tomar la decisión. Y a primera vista, podría parecer que Benedicto XVI fue un papa de transición entre un coloso como Juan Pablo II y la revolución social de Francisco. Pero su legado, el de un papa que pudo irse dos veces, obligará de ahora en adelante a cualquier pontífice a plantearse los límites de su poder y la caducidad de su mandato. También le sucederá al propio Bergoglio, que aseguró a su llegada que tomaba buena nota de aquel gesto y que, ahora, sin otro papa a su lado, será libre de abrir el camino más adecuado.
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