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Muere Betty Davis, salvaje pionera del funk, a los 77 años


Gruñía con su voz salvaje. Se zarandeaba, provocaba. Era mujer, negra y nunca se dejó avasallar. Betty Davis (1945-2022), pionera del funk en los años setenta, ha muerto a los 77 años este miércoles por causas naturales, según ha confirmado a la revista Rolling Stone Danielle Maggio, una amiga cercana y estudiosa de la obra del que fue su marido, Miles Davis.

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Betty Davis solo editó tres discos (Betty Davis, 1973; They Say I’m Different, 1974, y Nasty Gal, 1975), pero fueron tremendamente influyentes en la obra de Prince, Lenny Kravitz o Janelle Monae. También para cantantes alejadas de la música funk como Madonna, que vieron en ella un ejemplo de furor sexual en el escenario. Con esos tres títulos consiguió que su nombre se vinculara no solo a una suerte de artista de culto, sino a una voz que perduraría en el tiempo por su sensualidad y la manera explícita en la que narraba sus letras. Segunda esposa del trompetista de jazz Miles Davis, tuvo una carrera corta como artista, pero suficiente como para convertirse en una figura reivindicada de la escena musical estadounidense de principios de los años setenta.

Nació con el nombre de Betty Mabry en Durham, en Carolina del Norte, y creció entre ese Estado y Pittsburgh, en Pensilvania, antes de mudarse a Nueva York con 17 años. Fue en esta ciudad donde empezó a estudiar en el Fashion Institute of Technology y se inició como modelo y responsable de un club. Gracias a estos primeros trabajos conoció a personajes como Andy Warhol, Jimi Hendrix, Sly Stone o Eric Clapton. Al margen de su ajetreada vida social, siempre tuvo especial interés en la música, en la que se inició con 12 años. Grabó sus primeras canciones a finales de los sesenta y fue entonces cuando llamó la atención de Miles Davis. Se casaron en 1968.

Aunque su matrimonio solo duró un año, fue fundamental para cambiar la carrera del jazzman. Betty transformó estéticamente a Miles: pelo afro, cadenas, ropas coloridas. Le enseñó la música de Cream, de Sly Stone, de Hendrix. El trompetista, abierto siempre a los experimentos arriesgados, se renovó con la música caliente del momento. Se puede comprobar en discos como In a Silent Way (1969) o Bitches Brew (1970).

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En sus memorias, editadas en 1989, Miles Davis escribió: “Conocí a una hermosa joven cantante y compositora llamada Betty Mabry, cuya foto está en la portada de [el álbum] Filles de Kilimanjaro. En él, una canción que lleva su nombre, Mademoiselle Mabry. Hombre, estaba realmente enamorado de nuevo. Tenía 23 años cuando la conocí y era de Pittsburgh. Le gustaba mucho la música pop nueva y vanguardista. Betty fue una gran influencia en mi vida personal y en mi vida musical. Ella me introdujo a la música de Jimi Hendrix, y me presentó al propio Jimi Hendrix, y a otros músicos y música rock negra. Conocía a Sly Stone y a todos esos tipos, y ella misma era genial. Si Betty estuviera cantando hoy, sería algo como Madonna: algo como Prince, solo que como mujer. Ella fue el comienzo de todo eso cuando cantaba como Betty Davis. Estaba adelantada a su tiempo. También me ayudó a cambiar mi forma de vestir. El matrimonio solo duró alrededor de un año, pero ese año estuvo lleno de cosas nuevas y sorpresas y ayudó a señalar el camino a seguir, tanto en mi música como, de alguna manera, en mi estilo de vida”.

En 1973 publicó su primer disco, Betty Davis, que se abría con If I’m in Luck I Might Get Picked Up, una carta de presentación que define su estilo: mensajes carnosos, aullidos funk, sonidos abrasivos y una guitarra rock punzante. Un álbum que hacía arder los equipos de música. Aunque conservó el apellido del trompetista después de la separación, nunca quiso vivir a la sombra de su famosa expareja. “Quería que se tomara en serio mi música. No quería convertirme en una Yoko Ono o una Linda McCartney”, señaló en referencia a las parejas de los beatles John Lennon y Paul McCartney.

En su segundo trabajo se incluye su tema más conocido, They Say I’m Different, donde canta, siempre jugando con los dobles sentidos: “Dicen que soy diferente porque soy un pedazo de caña de azúcar”. En la canción cita a músicos que ella adoraba, como Howlin’ Wolf, Big Mama Thornton o John Lee Hooker. Sin embargo, sus discos tuvieron escasa repercusión en ventas. Su ánimo se vino abajo a finales de los setenta. La música disco hacía furor y se encontró desubicada. Decidió desconectar marchándose a Japón. Allí llevó una vida de reclusión, incluso viviendo con unos monjes.

La cantante en 1975. Fin Costello (Redferns)

Cuando volvió a Estados Unidos, en los ochenta, no le quedaron muchas ganas de regresar a la actividad musical. Se encerró en su casa de Pittsburgh y allí pasó las siguientes cuatro décadas. Una serie de reediciones de sus discos y un documental sobre su vida en 2017, Betty: They Say I’m Different, la animó a escribir su primera canción en 40 años, A Little Bit Hot Tonight. Sin embargo, no se atrevió a cantarla y se la ofreció a su amiga Danielle Maggio, la misma que ha anunciado su muerte.

En 2018 se prestó a hacer una de las pocas entrevistas tras su retirada. Fue al Washington Post, donde dijo: “Me gusta que nadie me reconozca cuando paseo por la calle o voy a comprar. Me gusta vivir tranquila, sin que me molesten. Pero sería bueno recordar que en algún momento hice buena música e hice sonreír a la gente”.


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