El último nazi con expediente abierto en Canadá falleció este miércoles a los 97 años de edad. Helmut Oberlander murió como lo deseaba: en su casa de Waterloo, en la provincia de Ontario. Oberlander estaba envuelto en una batalla judicial desde 1995 para evitar su deportación por haber ocultado su pertenencia a una unidad de exterminio del Tercer Reich. Ronald Poulton, su abogado, informó del deceso en un comunicado a medios canadienses y señaló que murió “rodeado de sus seres queridos” y que fue una persona “caritativa y un amoroso hombre de familia”.
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Oberlander perteneció entre 1941 y 1943 a un Einnsatzkommando, las unidades nazis integradas por miembros de las SS y la Gestapo que operaron en zonas de la extinta Unión Soviética y asesinaron a miles de civiles. Nacido en 1924 en Halbstadt, en el actual territorio de Ucrania, el exsoldado afirmó ante los tribunales canadienses que fue obligado, con 17 años de edad, a enlistarse y que desertar hubiera tenido como consecuencia ser ejecutado. También sostuvo que desempeñó tareas no violentas, principalmente como traductor. Llegó a Canadá con su esposa en 1954 y obtuvo la ciudadanía del país norteamericano en 1960. La pareja se afincó en Waterloo y tuvo dos hijas. Oberlander forjó una carrera exitosa en el sector inmobiliario.
En 1995, la Real Policía Montada de Canadá abrió una investigación por haber ocultado esta etapa de su pasado en los trámites migratorios. Jamás enfrentó una acusación criminal. Perdió la ciudadanía canadiense en septiembre de 2018, tras tres suspensiones del fallo obtenidas por sus abogados. La Suprema Corte de Canadá mantuvo la decisión en diciembre de 2019, abriendo así la puerta a la deportación.
En la audiencia más reciente, llevada a cabo a principios de este mes ante la Junta canadiense de Inmigración y Refugiados, los abogados de Oberlander pidieron la suspensión del proceso debido al deterioro de la salud de su cliente. El deceso ha llegado antes de que se conociera una nueva decisión sobre este asunto. “Pelearé este caso hasta la muerte o hasta que me quede sin dinero”, había declarado en una entrevista hace dos décadas al diario Waterloo Region Record.
Su historia ha provocado desde hace años señalamientos hacia el Gobierno canadiense, debido a que el país fungió como tierra de acogida para víctimas de la Segunda Guerra Mundial, pero también para criminales y colaboradores nazis que, en su inmensa mayoría, no tuvieron problemas legales. Shimon Koffler Fogel, director del Centro para Asuntos Israelíes y Judíos, declaró que la muerte de Helmut Oberlander “da por terminado el capítulo final de su abuso obsceno del sistema judicial canadiense”, pidiendo una revisión profunda del sistema de inmigración y refugio respecto a los presuntos criminales de guerra. “Esta parodia de la justicia nunca debe volver a ocurrir en Canadá”, agregó Koffler Fogel. Por su parte, Michael Levitt, presidente de Amigos del centro Simon Wiesenthal, con sede en Toronto, expresó en Twitter: “Para gran vergüenza de Canadá, nunca se hizo justicia en este caso”.
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